Las palabras citadas más arriba llamaron mi atención. Aparecían en un cartel debajo de una fotografía de un ramillete de flores de vivos colores.
Florecer es una manifestación de fruición. Es la culminación del propósito de las plantas en todo jardín de flores. ¿Acaso alguna vez dejamos de florecer plenamente como Científicos Cristianos? ¿Es que a veces simplemente aparentamos existir, o estamos dedicados a la misión sanadora sin mayor convicción, en vez de utilizar todas nuestras armas contra cualquier forma de discordancia que enfrentemos? Nuestro lugar de trabajo es el mundo entero, y nuestro propósito específico es sanar el pecado, la enfermedad y la muerte exactamente donde estemos.
Podemos lograr este propósito sólo mediante una confianza radical en las leyes divinamente científicas del ser, las leyes de Dios: la Vida eterna y creciente, la Verdad inalterable, el Amor inagotable. Estos tres nombres bíblicos para la Deidad — la Vida, la Verdad y el Amor — se encuentran en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.
Como la única Vida, Dios es eterno, es el Ser siempre consciente que no está limitado por el falso concepto humano del tiempo. El sinónimo Verdad expresa el poder invariable y la pureza absoluta de Dios, que no pueden ser contaminados por ninguna forma de mal. Y como Amor, Dios es luz radiante. El Amor divino sólo está consciente de la belleza, gracia y armonía de su creación espiritual. A medida que participemos más plenamente en una actividad divina y útil, permitiendo que estos atributos de Dios florezcan en nuestra consciencia, tanto nosotros como los demás seremos beneficiados. El Amor, Dios, bendice a todos los que abren su corazón para conocerle mejor.
A través de la Biblia, encontramos muchos relatos de hombres y mujeres que se mantuvieron del lado de la verdad y glorificaron a Dios a pesar de toda oposición. Asumiendo una posición firme, desafiando la validez de un poder opuesto a Dios, estas personas se convirtieron en ejemplos para los demás.
En el Antiguo Testamento leemos que Daniel fue uno de los que se negaron a renunciar a su confianza en Dios. Influido por consejeros malvados, el Rey Darío firmó un edicto prohibiendo por treinta días que se hicieran peticiones a Dios u hombre alguno que no fuera él mismo. Daniel hubiera podido ponerse a salvo durante ese período orando secretamente al único Dios. Esto no hubiera significado negar a Dios, pero tampoco hubiera sido enfrentar el mal ni demostrar la omnipotencia divina. Leemos que “cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes”. Dan. 6:10.
Daniel no se recluyó y esperó a que el mal desafiara a una persona más fuerte, con más experiencia y más inteligencia. En vez, convirtió el peligro en una oportunidad para demostrar el cuidado, la protección y bondad de Dios. Al hallar a Daniel a salvo después de una noche en el foso de los leones, el rey Darío decretó que “todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel”. También agregó: “Porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos”. Dan. 6:26. La Biblia nos dice que un reino entero fue bendecido debido a la lealtad del amor de Daniel hacia Dios. Enfrentó la oposición a la Verdad sin asestar humanamente un golpe al mal, sino dando prueba de la omnipotencia de Dios y la habilidad de la humanidad para demostrar esto.
Podemos armarnos del valor moral que es requisito necesario para enfrentar cualquier circunstancia adversa, puesto que el valor deriva de Dios. Es una expresión humana de la fuerza del Espíritu. Reconociendo la fuente de la verdadera fortaleza y su eterna presencia, podemos ocuparnos de los asuntos de nuestro Padre en perfecta paz. Dios nos provee todo lo necesario para nuestra actividad y crecimiento presentes. Nuestro deber es seguir con amor la dirección de Dios, sometiéndonos a nuestra verdadera identidad como Su expresión espiritual. Una actitud tibia o incierta hacia este deber no bastará. Un pimpollo de rosa no argumenta consigo mismo si ha de florecer en una rosa o en una margarita. Debe desarrollarse, según su naturaleza, en una rosa. Así también nosotros, que en realidad hemos sido creados a semejanza de Dios, debemos dejar que la Verdad, la Vida y el Amor divinos nos iluminen con su propia inteligencia e inteligente actividad. Nuestra obligación como Científicos Cristianos es comprometernos enteramente con la causa de la Verdad, de tal manera que podamos enfrentar gozosamente todo desafío del error. La Verdad tiene que ser victoriosa. La demostración práctica determina nuestro progreso, así como el de nuestro movimiento.
La Biblia registra el desarrollo del entendimiento de Dios que la humanidad tenía a través de las eras. Cristo Jesús, nuestro Maestro y Mostrador del camino, quien tan plenamente comprendió que la bondad de Dios y Su naturaleza son Amor, tuvo que enfrentar un gran antagonismo; no obstante, ello no impidió que floreciera en su campo de trabajo. Una raíz fuerte ayuda al césped a soportar hasta una fuerte precipitación de lluvia. Jesús pudo resistir las terribles acometidas del mal debido a que su consciencia estaba firmemente arraigada en Dios. Nunca elegía la salida fácil cuando los sentidos materiales presentaban cuadros aterradores y discordantes. Sabía que había sido designado por Dios para iluminar el entendimiento de la humanidad, no sólo para su época, sino para todas las épocas por venir.
Lucas nos relata cómo Jairo pidió a Jesús que fuera a su casa para sanar a su hija que se estaba muriendo. El Maestro hizo eso y más. Mientras se dirigía allí, a medida que caminaba entre la multitud, una mujer enferma tocó el borde de su manto e inmediatamente sanó. Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado; vé en paz”. Lucas 8:48.
Jesús no se alejaba sin sanar completamente a todo buscador sincero de la Verdad que se acercaba a él. Hoy, el Consolador que Jesús prometió — la Ciencia divina — está disponible para todos. La Sra. Eddy, quien descubrió la ley de Dios, escribe en Ciencia y Salud: “Cuando Dios llamó a la autora para proclamarle a esta época Su Evangelio, también le dio el encargo de plantar y regar Su viña”.Ciencia y Salud, pág. xi. La Sra. Eddy obedientemente estableció una iglesia dedicada a seguir el ejemplo de Jesús sanando espiritualmente el pecado, la enfermedad y la muerte. La época ahora estaba lista para esto. Al plantar y regar la viña de Dios — al escribir el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud; al fundar la Iglesia de Cristo, Científico; al establecer The Christian Science Journal, el Christian Science Sentinel, El Heraldo de la Ciencia Cristiana y The Christian Science Monitor; y al escribir, bajo la dirección de Dios, el Manual de La Iglesia Madre con sus estipulaciones para la instrucción en clase y las Lecciones Bíblicas en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana— la Sra. Eddy nos dio todas las herramientas que necesitamos para trabajar en nuestro determinado campo de trabajo. Equipados de esta manera, podemos florecer como sanadores plenos de confianza, confiando en la habilidad de Dios para sanar toda discordancia. Soportar pasivamente los errores “leves” no es aceptable. Reflexionemos en el bien que podemos lograr, en el lugar mismo donde estemos, sanando las muchas formas de error que se nos presenten. Cada día nos ofrece nuevas oportunidades para participar en la misión sanadora de la Ciencia Cristiana en vez de meramente actuar como observadores.
Quizás no influyamos a un reino en la adoración del único Dios, de la manera en que la Biblia nos relata que Daniel lo hizo; no obstante, nuestra única responsabilidad es enfrentar y dominar los desafíos del error bajo cualquier máscara que aparezcan en nuestra vida. Exactamente en el lugar en que estemos, en el mismo instante, podemos servir a Dios, y ser bendecidos a la vez. Toda situación que niegue el gobierno armonioso y completo que Dios mantiene sobre Su universo espiritual, incluso el hombre, requiere ser desafiada.
A medida que aprendemos a identificarnos firmemente como el hombre inmortal de la creación de Dios, reflejando Su dominio, encontramos crecientes oportunidades para demostrar el poder de Dios. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, escribe: “Amados alumnos, vosotros sois trabajadores leales que habéis obrado valerosamente y logrado grandes galardones en la viña de nuestro Señor; mas queda aún por alcanzarse una importantísima victoria, a saber, la gran liberación de la raza humana...” Escritos Misceláneos, pág. 120.
No estemos nunca satisfechos con las pasadas victorias sobre el mal, sino que es preciso que trabajemos para lograr victorias más elevadas — floreciendo continuamente — para toda la humanidad.