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“Florezcamos donde se nos plante”

Del número de septiembre de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las palabras citadas más arriba llamaron mi atención. Aparecían en un cartel debajo de una fotografía de un ramillete de flores de vivos colores.

Florecer es una manifestación de fruición. Es la culminación del propósito de las plantas en todo jardín de flores. ¿Acaso alguna vez dejamos de florecer plenamente como Científicos Cristianos? ¿Es que a veces simplemente aparentamos existir, o estamos dedicados a la misión sanadora sin mayor convicción, en vez de utilizar todas nuestras armas contra cualquier forma de discordancia que enfrentemos? Nuestro lugar de trabajo es el mundo entero, y nuestro propósito específico es sanar el pecado, la enfermedad y la muerte exactamente donde estemos.

Podemos lograr este propósito sólo mediante una confianza radical en las leyes divinamente científicas del ser, las leyes de Dios: la Vida eterna y creciente, la Verdad inalterable, el Amor inagotable. Estos tres nombres bíblicos para la Deidad — la Vida, la Verdad y el Amor — se encuentran en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.

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