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[Original en español]

Una noche de Navidad pasé a saludar a una querida amiga.

Del número de septiembre de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una noche de Navidad pasé a saludar a una querida amiga. Era mi propósito permanecer sólo unos minutos. Sin embargo, no resultó así. Mientras estaba allí, recuerdo haber pensado en la crucifixión de Cristo Jesús, y lloré. Una señora allí presente, con quien yo había estado hablando largamente sobre la Biblia, me preguntó: “¿Por qué lloras?” Le contesté que cada año en Navidad me pasaba lo mismo, ya que no podía entender cómo la gente había podido crucificar a un hombre tan puro y perfecto como Cristo Jesús. Entonces ella con una cordial sonrisa me dijo: “No llores. Cristo Jesús ha estado en la gloria por casi dos mil años”.

Ésa fue la primera vez que había oído de Cristo Jesús glorificado, y este pensamiento me trajo un gozo inefable. Más tarde ese mismo día fui invitada a una reunión de testimonios en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico (era miércoles). ¡Cómo me gustó esa atmósfera de armonía, orden, amor y belleza! Los rostros de los allí presentes irradiaban paz y gozo. Y ¡qué testimonios maravillosos escuché! Me sentía inmensamente feliz, y supe que había encontrado la verdad, el camino que me llevaría a ser más buena y a saber finalmente que Dios es Amor.

Al día siguiente, concurrí a una Sala de Lectura de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), donde fui atendida amorosamente. Compré un ejemplar del libro de texto —Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy — y comencé a leerlo. ¡Qué maravillosamente la Biblia estaba explicada, y qué pensamientos tan puros estaban expresados en ese libro! Pronto se convirtió en mi compañero inseparable. Lo leía día y noche. En poco tiempo me comuniqué con una practicista de la Ciencia Cristiana. Me pareció que todo el amor de Dios estaba expresado en el amplio y elevado entendimiento que esta persona demostraba. Vendó las heridas de mi corazón con la ternura que ella expresaba. ¡Qué gozo experimenté cuando finalmente pude comprender algo de la inmortalidad de la Vida, y que somos inmortales porque Dios es inmortal, y Sus hijos Lo reflejamos y expresamos Sus cualidades!

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