No hace mucho tiempo, un diplomático internacional de muy alto rango visitó las oficinas centrales del The Christian Science Monitor. Como es un ávido lector del periódico, previamente había preguntado si podía venir a Boston y visitar las oficinas con el objeto de saber más acerca de su funcionamiento y del personal.
Una vez allí, y mientras recorría las instalaciones, se detuvo brevemente frente a las personas reunidas en la sala de redacción, e hizo substancialmente el siguiente comentario: “Ustedes pensarán que lo que voy a decirles se debe a que soy diplomático. Pero soy sincero al decir que el Monitor está contribuyendo más que ningún otro periódico a promover la paz en el mundo. Deseo expresarles mi agradecimiento por el buen trabajo, y los aliento a continuarlo”.
Este hombre, íntimamente familiarizado con los asuntos mundiales, tal vez desconocía que Mary Baker Eddy estableció el Monitor “para difundir indivisiblemente la Ciencia que opera inagotablemente”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 353. Pero sí había sentido y había sido testigo de los efectos del mandato del periódico, por medio del impacto sanador que éste tiene en el mundo; había tenido una vislumbre de su misión universal.
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