Por muy difíciles que parezcan las condiciones económicas hoy en día, hay una solución. Una y otra vez, las falsas creencias en trastornos económicos y angustias financieras individuales han sido superadas por personas que han recurrido a Dios y reconocido consagradamente Su omnipresencia y gobierno infalibles.
El Antiguo Testamento nos dice que los hebreos, al huir de la persecución de los egipcios, parecían enfrentar insoportables privaciones económicas y culturales. No obstante, al recurrir Moisés a Dios para que lo guiara en cada momento crítico, pudo demostrar la impotencia del mal y la proximidad del cuidado de Dios en la vida diaria. La Sra. Eddy describe esa acción en una carta dirigida a una de las primeras filiales de la Iglesia de Cristo, Científico: “Cuando Dios salió al frente de Su pueblo, ellos fueron alimentados con maná; atravesaron el desierto; cruzaron el Mar Rojo, sin ser tocados por las olas. Respondiendo a Su mandato, la roca se convirtió en manantial; y la tierra de promisión, en verdes islas de descanso”.Escritos Misceláneos, pág. 153.
El mandato de Dios es ley para la situación, simplemente porque la totalidad de Dios no da lugar ni oportunidad a ninguna acción externa o contraria a esta totalidad. En lugar del concepto que tiene la mente mortal respecto a las finanzas, con sus creencias de insuficiencia, insolvencia, trastornos, demoras, manipulaciones, fraudes y limitaciones de toda clase, sólo existe el único concepto verdadero, basado enteramente en el Espíritu, que opera con la sustancia divina, invariable e inagotable. Esta sustancia constituye la provisión siempre presente y siempre activa para Su idea, el hombre.
La presencia espiritual y la acción divina no operan como un movimiento que va de la privación a la abundancia; de la depresión económica a la paralización y luego a la inflación; de las angustias del ayer a los excesos del mañana. La acción espiritual opera como la revelación actual en el pensamiento humano de los hechos respecto a la totalidad de Dios, que se manifiestan en maneras maravillosamente apropiadas, aquí y ahora. Esos hechos revelan cada vez más la identidad infinita de Dios. Dentro de esa identidad existe cada expresión de Dios, de manera que no puede haber escasez, ni vacío, ni deficiencia, ni desequilibrio, ni fraude ni privación. La Sra. Eddy explica: “Dios es Todo-en-todo. Por tanto, Él existe únicamente en Sí mismo, en Su propia naturaleza y carácter, y es el ser perfecto o consciencia perfecta. Él es toda la Vida y toda la Mente que hay o puede haber. Él encierra en Sí mismo toda manifestación de Vida y Mente”.La unidad del bien, pág. 3. Debido a que la identidad del hombre individual está incluida dentro de esa identidad divina, el hombre, puro y bueno, refleja la sustancia ilimitada del ser espiritual y participa de ella.
Como ser autoconstituido y sustancia autoexpresada, Dios es el único Ego en la realidad científica. Ese Ego, consciente solamente de su propia infinitud, no se pregunta cómo emplearse a sí mismo, o cómo utilizar su inteligencia, reconocer su mérito o recompensar su actividad. La manera de vivir que está espiritualmente basada y las actividades que resultan de ella son efectos del amor que es generado por la autoexpresión de Dios mediante Su propia creación perfecta.
La totalidad de Dios establece la acción divina del Cristo, que bendice y enriquece todo, y que no perjudica ni hace daño a nadie. Pero ¿qué decir acerca de la creencia de que uno puede encarar continuas consecuencias punitivas por errores cometidos en el pasado? ¿Qué mejor manera de liberarnos de esos errores que reconocer que toda la realidad está vivificada por la energía e inteligencia de Dios ahora mismo, y que ese hecho puede ser demostrado en nuestra vida?
Un ejemplo bíblico es el relato de Abraham (llamado en ese entonces Abram) y de su sobrino Lot. Cuando les fue necesario separarse, como Abram deseaba mantener la armonía, él permitió que Lot eligiera primero el territorio. Lot eligió lo que parecía ser la tierra más deseable del valle del Jordán, la cual era tanto abundante como estable. Abram conservó su estilo de vida nómada en la región menos desarrollada de Canaán. El relato no muestra que se sintió desilusionado, enojado, arrepentido, o que se reprochó su comportamiento. El relato nos dice que, por el contrario, recibió una bendición divina: “Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre”.Gén. 13:14, 15.
Podemos aprender de ese ejemplo. Mediante la oración, podemos eliminar la amargura de decisiones imprudentes, oportunidades perdidas y relaciones destrozadas. Todo eso fue un sueño del pasado. ¡El ahora ha llegado! ¡Ahora es el momento en que cada uno de nosotros puede reclamar su “tierra”: nuestra identidad espiritual completa como la amada idea de Dios! ¡Levantémonos! ¡Elevemos nuestra consciencia! ¡Escuchemos! Examinemos esa tierra; aceptemos la promesa de que en la medida en que comprendamos las correspondientes realidades espirituales, cosecharemos los frutos de esa tierra. Esas realidades espirituales constituyen el reino de los cielos, que ya se manifiesta. Dentro de ese reino no hay oscuridad, interrupción, estancamiento; ni una ley falsa de animalidad, incompetencia, odio, destrucción; ni ignorancia o engaño. La Sra. Eddy hace esta observación: “¿Qué es el reino de los cielos? La morada del Espíritu, el reino de lo real. Allí no existe materia, no hay noche — nada que haga o diga mentira. ¿Está muy distante este reino? No: está aquí, siempre presente”.Esc. Mis., pág. 174.
Debe verse que los negocios están basados en el Principio divino omnipresente, Dios, y no en teorías humanas de oferta y demanda. Comprendidas espiritualmente, la oferta y la demanda representan una ecuación divina, siempre en equilibrio, jamás importunadas por excedentes o déficits. Bajo esa luz, la demanda misma representa la oferta de oportunidades para bien que han de ser manifestadas y utilizadas. Entonces ¿no sería mejor una ecuación de “oferta y oferta”, en lugar de “oferta y demanda”?
En la oferta de la oferta del Principio, el Amor se derrama continuamente, sin agotarse jamás, alimentando por siempre a las ideas de la Mente, expresando la sustancia del Espíritu, deleitándose en las formas del Alma, utilizando los cauces de la Vida, y glorificándose en las posesiones de la Verdad. Todo esto tiene lugar sin interrupción en este momento infinito del ahora.
Todo aspecto de la creación de Dios — Sus “negocios”— funciona de acuerdo con la dirección de la Mente divina, cuyo efecto es siempre bendecir al hombre con bien ilimitado. En los negocios de la Mente, cada idea está siempre completamente activa representando a su creador, Dios. El gobierno del Principio se evidencia en nuestra vida a medida que la rededicación al propósito divino reemplaza a un sentido estancado de jubilación o desempleo. Toda unidad de medida, todo porcentaje, revela el hecho de la infinitud de Dios como la única unidad completa de perfección inmensurable. El “capital” representa al ser espiritual inagotable, y la “retribución” es la cosecha de la Palabra de Dios manifestada.
Ahora es el momento de seguir adelante, alegre, confiada y vigorosamente en los caminos productivos de la economía divina. Cuando miramos hacia adelante, la deprimente oscuridad se queda a nuestras espaldas. Al frente está la luz, semejante al Cristo, del abrazo de Dios. De esta manera, la sustancia espiritual recompensa a la obediencia; la moneda de Su amor inspira al empeño. Y el reino de lo real se evidencia más para todos.