Hasta ahora hemos tratado el tema de las “primeras lecciones” para la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, estipuladas en el Artículo XX del Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy. Estas “primeras lecciones” proveen, a la luz de la Ciencia Cristiana, la base para enseñar el contenido y el significado espiritual de las Escrituras. Las “lecciones subsiguientes”, especificadas en el mismo artículo, no están separadas de esta base. Continúan emanando y desarrollándose desde esta base, formando una fortaleza de comprensión práctica durante toda la vida del alumno como discípulo de la Ciencia del Cristo.
Todas las lecciones de la Escuela Dominical han sido compiladas en ese Estatuto del Manual como un plan completo para la enseñanza de cada alumno, cualquiera que sea su edad o entendimiento de la Ciencia Cristiana. El alumno nuevo, de diecinueve años de edad, necesita la ley moral y espiritual tanto como el alumno nuevo de tres años, así como la necesitan aquellos alumnos de diecinueve años que han asistido a la Escuela Dominical desde la edad de tres años. Por lo tanto, realmente no hay límite de tiempo para terminar con las primeras lecciones y comenzar con las subsiguientes. En realidad, las “primeras” lecciones y las “subsiguientes” se enriquecen mutua y continuamente a través de los años de enseñanza en la Escuela Dominical.
Pero, ¿qué podemos hacer para que este resultado se logre de manera práctica? ¿Cómo podemos estar seguros de que cada niño reciba la amplitud y la profundidad que merece recibir en la enseñanza?
Primero que nada, debemos comprender exactamente lo que la Sra. Eddy, bajo la dirección de Dios, nos ha dado para este trabajo. Luego tenemos que realmente confiar en este material y usarlo de todo corazón. ¡Los resultados son gloriosos!
En el Artículo XX, Sección 3, la Sra. Eddy dice: “Las lecciones subsiguientes consistirán de preguntas y respuestas adaptadas a una clase juvenil, y pueden encontrarse en las lecciones del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana que se leen en los cultos de la Iglesia”.
¡Qué oportunidad enorme y sin restricciones ofrece a los alumnos y al maestro esta estipulación para el intercambio de preguntas y respuestas! Y este intercambio de preguntas y respuestas, animado por la Lección Bíblica, no está limitado a los pasajes citados en la lección. Pero es indudable que la Sra. Eddy esperó que éstos desempeñaran un papel central. El mismo pastor Ver Man., Art. XIV, Sec. 1. — la Biblia y el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy — que alimenta a la congregación en la iglesia, alimenta también a las clases de la Escuela Dominical; pero con una importante diferencia. El culto dominical incluye la lectura de la Lección Bíblica como su sermón; la clase de la Escuela Dominical es para preguntas y respuestas que pueden ser derivadas de las citas o temas de la Lección.
Se deduce claramente del contexto del Artículo XX del Manual, que las enseñanzas de la Escuela Dominical “no deben desviarse de la Ciencia Cristiana absoluta que contiene su libro de texto”. Al mismo tiempo, el Manual también requiere que la enseñanza se adapte para la clase. Estas dos normas, la absoluta exactitud y adaptación, requieren que el maestro use tanto su conocimiento de la letra de la Ciencia como su experiencia para demostrar su espíritu.
El maestro y la clase que empiezan a hacer mayor uso de preguntas y respuestas pueden dejar que las primeras lecciones los ayuden. Juntos pueden explorar los pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud a la luz de algunas de las Bienaventuranzas, o de algún mandamiento, o de alguna frase del Padre Nuestro. (Ésta es también una buena idea para darla como tarea sencilla para la casa.)
La historia de Caín y Abel, Ver Gén. 4:1–16. por ejemplo, es una narración que muchos maestros abordan más bien ligeramente con el fin de enfocar algún otro punto que a ellos tal vez les parezca que ofrece “más inspiración”. No obstante, ¿no tiende acaso esta historia poco amena a desenmascarar la oculta tendencia de la mente humana a actuar brutal y egoístamente en su propio y fugaz beneficio? Aun más: esta historia muestra cuán alerta uno tiene que estar para valorar y defender su propia inocencia, y para ser el guarda de su hermano. También ilustra los horribles resultados de envidiar y resentir el bien de otros. Por supuesto que esta historia es un ejemplo gráfico de desobediencia al mandamiento “No matarás”. Se le puede preguntar a una clase de alumnos más pequeños qué cualidades de las Bienaventuranzas podrían haber evitado el crimen.
¿Qué puede hacer con esto una clase de adolescentes? Pueden considerar, por ejemplo, cómo podemos ayudar a enfrentar el terrorismo desarraigando en nosotros mismos actitudes ilegítimas, apáticas, agresivas. O pueden tratar el tema de la competencia, que desempeña un importante papel en los deportes, la educación y los negocios; casi toda actividad humana pareciera estar subordinada a la competencia. ¿Qué es realmente lo justo? ¿Cómo podemos enfrentar el fracaso? ¿Cómo podemos aprender a reprimir las tendencias bestiales? ¿Cómo reaccionamos ante la violencia de otros? Y ¿qué hay de bueno en la competencia? ¿Qué podemos hacer para que sea útil?
Antes de formular estas preguntas, el maestro tiene que prepararse con algunos pasajes claves que traten constructivamente estos puntos. A menudo, los alumnos mismos tendrán preparado algunos de estos pasajes, pero, en caso contrario, es conveniente tener un pasaje a la mano como referencia explicativa de la “Ciencia Cristiana absoluta” a fin de dar una dirección clara al rumbo que tome la conversación. Ésta es, por cierto, la responsabilidad primordial del maestro, puesto que la Escuela Dominical tiene un importante propósito, que va más allá de los debates usuales de otros grupos. Generalmente, los alumnos mismos ayudan a mantener este propósito.
El método de preguntas y respuestas es adecuado para penetrar la neblina del sentido material con el penetrante destello de la comprensión espiritual. Capacita al maestro para comunicarse con los niños individualmente, en cualquier etapa de su progreso. Las preguntas y respuestas compelen al alumno y al maestro a realmente hacer suyas las ideas. El poder y el querer hablar acerca de una idea, es señal de que algo se está manifestando en nuestros pensamientos; de que estamos listos para recibir aún más de la verdad en nuestra consciencia.
Preguntas y respuestas creativas sacan a la superficie razones y suposiciones subyacentes. Enfocan el “porqué” y el “cómo” de la Ciencia Cristiana, así como el “qué” de su enseñanza. Hay ocasiones también en que sólo se necesita un simple “sí” o “no” como respuesta. Pero las preguntas más desafiantes y sustanciales son las que muestran hasta qué punto estamos viviendo en conformidad con el Cristo. Ésta es la manera en que Cristo Jesús enseñó. Jesús usó preguntas para despertar y sondear el pensamiento de sus estudiantes. Consideremos estos ejemplos:
“¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (Mateo 16:13.)
“Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?” (Mateo 9:5.)
Jesús a veces hacía la misma pregunta más de una vez, o la presentaba de otra manera en un esfuerzo por obtener una respuesta sincera, como, por ejemplo, cuando dijo: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mateo 16:15.) La Sra. Eddy explica que esta repetición emanó del profundo deseo de Jesús de ser comprendido. Ver Ciencia y Salud 137:8–9. En ciertas ocasiones, Jesús percibió las preguntas inexpresadas de sus oyentes, y él mismo dio las repuestas que las aclaraban, o les hizo nuevas preguntas que detectaban el estado de sus pensamientos: “¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?” (Mateo 9:4.) ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?” (Marcos 9:33.) Los Evangelios incluyen muchas preguntas y respuestas que pueden ser usadas para despertar o aclarar la comprensión. Éstos son modelos propios del Maestro que muestran lo que constituye una buena enseñanza y un buen aprendizaje.