Desde que apareció mi primer testimonio en el Christian Science Sentinel hace algunos años, he tenido mucho por lo cual estar agradecida. He tenido tantas pruebas de la segura y amorosa dirección de Dios, que no podría dejar de reconocer con agradecimiento Su sabiduría. A lo largo del camino, he aprendido a dejar de lado el sentido humano y a orar: “Sea hecha tu voluntad” (Mateo 26:42). Dios desea sólo lo mejor para Sus hijos, aun cuando no siempre lo reconozcamos plenamente.
En una oportunidad, cuando vivíamos en Brasil, tuvimos que mudar nuestra residencia a Europa. Una vez allí, nos tuvimos que mudar nuevamente varias veces porque el trabajo de mi esposo así lo requería. En otra oportunidad, nos mudamos a la parte de Suiza donde se habla italiano. Este paso me dio la oportunidad de conocer una nueva cultura e idioma, en este caso, el italiano. Esto, a su vez, probó ser una bendición en la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, a la que me afilié, así como para ayudar a otros individualmente. Finalmente, varios años después de que mi esposo falleciera, me sentí guiada a volver a mi tierra natal (Alemania), idea que hasta ese momento había rechazado. Fue un verdadero regreso al hogar, pues yo sabía que en el universo de Dios no hay exiliados, ni siquiera voluntariamente, ya que nuestro verdadero hogar está donde Dios está, es decir, ¡en todas partes! Asimismo, me di cuenta de que no hay pasado o futuro para las ideas de Dios, porque el hombre existe en el eterno ahora, en completa armonía. Como Pablo dice de Dios (Hechos 17:28): “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos”. En todas estas aventuras estuve acompañada de las palabras del Himno N.° 148 del Himnario de la Ciencia Cristiana, el cual comienza:
No teme cambios mi alma
Si mora en santo Amor;
Segura es tal confianza,
No hay cambios para Dios.
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