Después del nacimiento de mi segundo hijo (que era bastante enfermizo), y en medio de otras dificultades y decepciones, incluso un matrimonio con problemas, empecé a razonar que, de alguna forma, tenía que haber algo más profundo en la vida lo cual yo no estaba experimentando; algo mejor de lo que la escena humana ofrecía. Seguramente, pensé, hay un propósito más elevado en la vida aparte de comer, dormir, trabajar, tener placeres y problemas humanos. Este despertar mental instigó en mí un deseo de buscar una comprensión de Dios que yo pudiera aceptar, y de encontrar mi verdadero propósito para vivir.
Poco después, me uní a un grupo de la iglesia protestante de la que yo era miembro, que se dedicaba a orar. Luego, comencé a visitar las bibliotecas y librerías de la ciudad, tratando de encontrar libros sobre personas que habían tenido “experiencias por medio de la oración” o que habían sido escritos por ellas. Entonces, mientras asistía a reuniones de dicho grupo, descubrí que una querida amiga, que pertenecía al grupo, había sido criada en la Ciencia Cristiana. Unos meses más tarde, ella me dio un ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy. A medida que lo leía, mis preguntas recibieron respuestas. No necesité buscar más en las librerías y bibliotecas. Me sentí satisfecha. Estaba descubriendo que el único Dios verdadero es bueno, un Dios de amor, y no uno que envía enfermedades, dificultades, dolores y muerte.
Aunque mi deseo inicial era conocer y comprender a Dios, y la razón de la existencia, muy pronto después de comenzar el estudio de la Ciencia, sané de enfermedades de las que había sufrido por muchos años; por ejemplo: dolores de cabeza, enfermedades respiratorias (catarros, bronquitis) e indigestión.
Los dolores de cabeza desaparecieron como relámpago cuando me di cuenta de que podía prescindir de la aspirina. La bronquitis fue sanada con la ayuda y las oraciones de una practicista de la Ciencia Cristiana, y como resultado de mi propio estudio y progreso espiritual. La practicista me dijo que, en sus oraciones, había reconocido el hecho de que, siendo yo el hombre creado por Dios, mi verdadera identidad era espiritual, sin enfermedades, ni sujeta a las llamadas leyes de la materia que decían que yo había nacido en la materia y que ahora sufría por esta causa. Ella también afirmó, como nos dicen las Escrituras, que el hombre ha sido creado “a imagen de Dios” (Génesis 1:27).
Un día, la practicista me dijo que continuara leyendo el libro de texto juntamente con el estudio de las Lecciones Bíblicas que se detallan en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Así lo hice. Varios días depués, leí esta declaración en la página 162 de Ciencia y Salud: “La Ciencia Cristiana trae al cuerpo la luz solar de la Verdad, que vigoriza y purifica”. Este era el mensaje sanador que yo necesitaba. No hubo período de recuperación, y esta condición no ha vuelto a repetirse. Los períodos de indigestión desaparecieron prácticamente sin que yo lo notara; como resultado, creo yo, del crecimiento espiritual.
Primero serví como solista en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Una vez, un dolor de garganta trató de impedir que cantara el solo dominical. Un experimentado estudiante de Ciencia Cristiana me alentó y me ayudó a percibir que yo podía vencer el temor y sanar. Y así fue. Han transcurrido dieciocho años y esta dificultad no ha vuelto a repetirse.
El amor por las enseñanzas de Ciencia Cristiana me ayudó a dar el paso necesario para afiliarme a una iglesia filial, y más tarde a tomar instrucción en clase de Ciencia Cristiana. Un sentido de timidez de muchos años fue gradualmente superado a medida que dejé de lado el sentido mortal del yo y sentí mayores deseos de servir a Dios de cualquier forma que pudiera.
Sin la Ciencia Cristiana, este metódico sistema de comprender y reverenciar a Dios, mi vida hubiera sido una ruina cuando mi matrimonio de más de veinte años quedó disuelto, dejándome sin hogar ni ahorros. Una dedicada practicista fue de gran ayuda mientras salía de los escombros de esta desesperación, que incluyó largos períodos de profunda melancolía. Me sentía débil e inútil. Pero me negué a mirar hacia atrás con pesar o resentimiento, o esperar temerosamente un mañana mejor. En su lugar, y por medio de la Ciencia, comencé a utilizar las verdades espirituales que había aprendido: que vivimos sólo en el eterno ahora, y que Dios, el bien, llena la eternidad. La práctica sincera de estas verdades me trajo la completa curación de este profundo sentido de tristeza. En The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 12, la Sra. Eddy dice: “No nos pertenece ni el pasado ni el futuro, sólo nos pertenece el ahora... La fe en el Amor divino nos da la ayuda siempre presente y ahora, y nos da el poder para ‘actuar en el presente viviente’ ”.
Por supuesto, las palabras nunca pueden expresar totalmente la profunda gratitud que siento por tener padres cristianos y por el apoyo y amor de mi familia; por los amables amigos que he conocido a través de mi afiliación a una iglesia filial y a La Iglesia Madre; y por las avenidas que nos ha proporcionado la Sra. Eddy para el crecimiento espiritual.
“Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas; y tus pensamientos para con nosotros, no es posible contarlos ante ti, si yo anunciare y hablare de ellos, no pueden ser enumerados” (Salmo 40:5).
Garland, Texas, E.U.A.
