Con tres niños pequeños. Dar de cenar a un esposo que termina su trabajo diario a las 18.30 horas. “¿Puede una familia donde todos cenan juntos tener una madre que es ujier en las reuniones de testimonios de los miércoles?”, me preguntaba mientras subía corriendo los escalones de la iglesia.
Eran pasadas las 19.30, y todos los ujieres estaban en sus puestos, excepto yo. “¿Cómo haces tú?”, pregunté a mi amiga que tranquilamente estaba en su puesto. “¿Cómo te las arreglas para llegar a tiempo cuando tienes que venir de más lejos que yo?” Su sencilla respuesta fue que yo reorganizara mi futuro como ujier y como miembro de la iglesia que espera asistir a las reuniones de los miércoles cada semana, a tiempo y preparada para compartir. “Empiezo a prepararme en la mañana”.
Ella tenía que estar dando a entender algo más que actividad física, porque es obvio que, en la mañana, no se sirve la cena o se prepara a los niños para que se acuesten. Gradualmente llegué a comprender y a demostrar que “prepararse” es una tarea espiritualmente mental que puede hacerse en cualquier momento y en cualquier parte. Para mí, algunos aspectos de la preparación espiritual han llegado a ser gratitud, estar dispuesta a compartir y silenciar todo argumento que nos induce a no asistir a la iglesia.
Prepararse para las reuniones incluye gratitud por la estipulación de la Sra. Eddy de estas reuniones semanales. Reuniones que incluyen testimonios de curaciones por la Ciencia Cristiana exigen que la curación se efectúe. Los estudiantes de Ciencia Cristiana tienen que poner en práctica sus enseñanzas. Tienen que demostrar que lo que Jesús enseñó sobre la curación por el Cristo es válido y demostrable ahora. Tal fruto es la esencia de la reunión de testimonios; es parte fundamental de la Iglesia de Cristo, Científico; por cierto, es esencial en la vida misma de los Científicos Cristianos.
La Sra. Eddy escribió un poema en celebración de la colocación de la piedra angular de La Iglesia Madre. Se llama “¡Laus Deo!”, que significa “alabanza a Dios”. La primera línea del poema proclama con gratitud: “¡Laus Deo, está hecho!” Escritos Misceláneos, pág. 399. Pensemos en ello: sólo la piedra angular de la iglesia se había colocado, y nuestra Guía ya estaba dando gracias a Dios. Oración que alaba y agradece a Dios al comienzo de un acontecimiento: aquí hay percepción que merece obediencia. Nosotros también podemos regocijarnos con regularidad y estar agradecidos al prepararnos para la reunión de testimonios.
¿Qué decir del período de la reunión dedicado a testimonios? ¿No debiéramos prepararnos para compartir nuestra gratitud por curaciones efectuadas? “El testimonio sobre la curación de los enfermos es sumamente importante”,Man., Art. VIII, Sec. 24. nos informa la Sra. Eddy en el Manual de La Iglesia Madre. Esto es el encargo de nuestra Guía para el Movimiento de la Ciencia Cristiana en general, y para cada reunión de testimonios en particular.
¿Qué pensaríamos si al llegar a la reunión vespertina del miércoles el Lector dijera: “Lo siento, pero no tengo lecturas preparadas para leer esta noche. Esperaba que alguien las trajera”? Nosotros esperamos, sabemos, que el Lector tendrá las lecturas preparadas. Los miembros de la iglesia que lo eligen y el Manual de la Iglesia que lo guía, le encargan que lo haga.
Pero, ¿estamos nosotros diciendo en silencio: “Lo siento, amigos, pero no tengo ningún testimonio esta noche. Esperaba que alguno de ustedes lo trajera”?
Estar preparado para hablar no significa que uno siempre se ponga de pie y dé un testimonio. Significa, no obstante, que las reuniones estén rebosantes por la abundancia de la congregación. Un profesor de una de las principales universidades de los Estados Unidos alentaba a una maestra novata a que siempre enseñara de la abundancia de sus conocimientos. “Traiga más material del que usted necesite”, la aconsejaba. “Entonces su enseñanza se derramará con vigor y autoridad. Terminará usted su clase con un tono entusiasta”.
En cierta ocasión de extremada necesidad, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me apoyara por medio de la oración. Su tranquila afirmación calmó mi temor con estas sencillas palabras: “Recuerde sus curaciones, y usted ha tenido muchas, lo sé”.
El recordar nuestras curaciones es un reconocimiento activo del poder sanador del Cristo, la Verdad, y nos prepara, por medio de la gratitud y confianza plena, para un desarrollo de bien más amplio en nuestra vida. Consideremos la riqueza y sustancia que llenan la reunión de los miércoles que es atendida por quienes están preparados para compartir una curación tras otra.
¿Qué está ocurriendo realmente la noche del miércoles en una Iglesia de Cristo, Científico? Jesús no permitió que sus discípulos tuvieran la opinión general acerca de él. El mundo veía a un joven de una pequeña ciudad haciendo una obra sanadora increíble y discutible. Sin embargo, Cristo Jesús alentó a sus discípulos a que vieran más profundamente, a que usaran el sentido espiritual al responder a la pregunta: “Vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Y Pedro declaró este hecho espiritual: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Mateo 16:15, 16.
Hoy en día, el pensamiento no inspirado ve solamente un conjunto de gente en el edificio de una iglesia un miércoles por la noche, hablando de la salud lograda por medio de la oración. Pero un testimonio en la Ciencia Cristiana no es un vistazo momentáneo a la vida privada de alguien; es una vislumbre del Cristo, la Verdad, el cual sana, salva y espiritualiza la existencia presente.
¿Podemos estar atentos al Cristo y escucharlo? Sí, si estamos debidamente preparados cuando llegamos a la iglesia. Y, éstas son algunas preguntas que podrían usarse como pautas para escuchar de una manera cristianamente científica. “¿Estoy escuchando con una actitud de crítica, o con un corazón que anhela ser alimentado?” “¿Estoy considerando al testificante con tierno amor y aliento?” “¿Estoy escuchando personalmente a una vida particular o impersonalmente al poder y presencia del Cristo, la Verdad?” “¿Me impresionan los detalles de los sentidos, y, por tanto, me atemorizo por el problema, o estoy lleno de gratitud por la victoria y la renovación?” “¿Estoy escuchando el problema de la mente mortal o la solución del Amor divino?” “¿Estoy escuchando a la materia o al Espíritu?”
El sentido espiritual nos capacita para identificar al Cristo, la Verdad, declarando su propia habilidad para destruir al error encarnado. Nadie quiere verdaderamente dejar de escuchar al Cristo sanador que habla a la humanidad o al corazón del Cristo que bendice a la comunidad; por lo tanto, estemos seguros de prepararnos para las reuniones de los miércoles identificando correctamente lo que está ocurriendo.
Con frecuencia, amigos y vecinos aprecian una invitación para concurrir a una reunión. Algunas veces, los miembros pueden ser alentados a concurrir si ofrecemos llevarlos en nuestro automóvil. Los maestros de la Escuela Dominical tienen la oportunidad especial de invitar a sus clases a las reuniones para que asistan con ellos de vez en cuando. Y, lo más importante, los padres pueden compartir las reuniones con sus hijos. Después de las breves lecturas, siguen los testimonios, que, por cierto, son de interés para los jóvenes.
Por ejemplo, ¿es la televisión u otra actividad después del colegio, realmente de mayor importancia, más necesaria, más emocionante, que una ofrenda semanal del poder sanador del Cristo, la Verdad, en nuestra comunidad? La mente mortal afirma: “¡Sí! Después del colegio la diversión viene primero; la televisión no puede ser interrumpida por la iglesia, ¡sólo por los anuncios comerciales”! Mas cuando percibimos al Cristo alimentando a las multitudes, allí mismo en el local de la iglesia filial, podemos desafiar y derrotar esas falsas pretensiones de la mente mortal que quisieran apartarnos a nosotros — o a nuestros hijos — de las reuniones de testimonios.
Una madre de alumnos de la Escuela Dominical alentaba a sus hijos cada miércoles a que hicieran su tarea del colegio a tiempo para que pudieran asistir a la iglesia esa noche. Les pidió que, durante el día, se prepararan para la reunión. Se consideraba el punto culminante del día. Esos jóvenes empezaron a asistir a las reuniones de testimonios desde los seis y siete años de edad respectivamente, y continuaron haciéndolo a través de la escuela, la universidad, su vida matrimonial y su profesión.
Después que nos hemos preparado para la reunión durante el día silenciando todo argumento que quisiera apartarnos de ella, estaremos allí.
“Bienvenidos a la reunión vespertina de testimonios de los miércoles”.