Con tres niños pequeños. Dar de cenar a un esposo que termina su trabajo diario a las 18.30 horas. “¿Puede una familia donde todos cenan juntos tener una madre que es ujier en las reuniones de testimonios de los miércoles?”, me preguntaba mientras subía corriendo los escalones de la iglesia.
Eran pasadas las 19.30, y todos los ujieres estaban en sus puestos, excepto yo. “¿Cómo haces tú?”, pregunté a mi amiga que tranquilamente estaba en su puesto. “¿Cómo te las arreglas para llegar a tiempo cuando tienes que venir de más lejos que yo?” Su sencilla respuesta fue que yo reorganizara mi futuro como ujier y como miembro de la iglesia que espera asistir a las reuniones de los miércoles cada semana, a tiempo y preparada para compartir. “Empiezo a prepararme en la mañana”.
Ella tenía que estar dando a entender algo más que actividad física, porque es obvio que, en la mañana, no se sirve la cena o se prepara a los niños para que se acuesten. Gradualmente llegué a comprender y a demostrar que “prepararse” es una tarea espiritualmente mental que puede hacerse en cualquier momento y en cualquier parte. Para mí, algunos aspectos de la preparación espiritual han llegado a ser gratitud, estar dispuesta a compartir y silenciar todo argumento que nos induce a no asistir a la iglesia.
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