En estos últimos años, la sociedad ha estado demostrando más y más preocupación por los peligros que incluye el dominio personal. El control por la mente, el mal trato a los niños y otros factores peligrosos han sido el objeto de esta preocupación.
A veces, estas fases del control del pensamiento han sido practicadas en nombre de la religión; un ejemplo es el caso de las trágicas muertes ocurridas en Jonestown, Guyana. Este ardid del mal no es nada nuevo. Dos mil años atrás, Cristo Jesús advirtió: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. Mateo 7:15. Tampoco es sorprendente este método de ataque, puesto que el mal, por su naturaleza ilusiva, trata no solamente de negar la autoridad de Dios, sino también de falsificar tal autoridad haciéndose pasar por el bien. Entonces, ¿cómo podemos distinguir entre los “falsos profetas” y los verdaderos?
La Ciencia Cristiana nos apoya en este discernimiento al insistir en el derecho de libre acción moral, una línea de conducta que ningún tirano puede adoptar, porque el libre albedrío mina la tiranía. En la Ciencia Cristiana, todos son alentados a recurrir a Dios, no a opiniones mortales, en procura de orientación. Tal firme posición por la libertad emana de lo que la Ciencia Cristiana revela acerca de la naturaleza de la realidad misma.
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