Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Dirección individual, no control personal

Del número de enero de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En estos últimos años, la sociedad ha estado demostrando más y más preocupación por los peligros que incluye el dominio personal. El control por la mente, el mal trato a los niños y otros factores peligrosos han sido el objeto de esta preocupación.

A veces, estas fases del control del pensamiento han sido practicadas en nombre de la religión; un ejemplo es el caso de las trágicas muertes ocurridas en Jonestown, Guyana. Este ardid del mal no es nada nuevo. Dos mil años atrás, Cristo Jesús advirtió: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. Mateo 7:15. Tampoco es sorprendente este método de ataque, puesto que el mal, por su naturaleza ilusiva, trata no solamente de negar la autoridad de Dios, sino también de falsificar tal autoridad haciéndose pasar por el bien. Entonces, ¿cómo podemos distinguir entre los “falsos profetas” y los verdaderos?

La Ciencia Cristiana nos apoya en este discernimiento al insistir en el derecho de libre acción moral, una línea de conducta que ningún tirano puede adoptar, porque el libre albedrío mina la tiranía. En la Ciencia Cristiana, todos son alentados a recurrir a Dios, no a opiniones mortales, en procura de orientación. Tal firme posición por la libertad emana de lo que la Ciencia Cristiana revela acerca de la naturaleza de la realidad misma.

En realidad, Dios gobierna Su creación completamente, manteniéndola por siempre en una constante actividad, fructífera y satisfactoria. Todos los hijos de Dios comparten una unidad permanente con Dios como Su amada expresión. En este sentido, el verdadero control no puede nunca perderse; es parte del ser del hombre, un aspecto de su identidad.

En la escena humana, este verdadero control parece manifestarse gradualmente. El ordenado gobierno de Dios se siente en la vida humana como dirección individual: intuiciones espirituales que sostienen, protegen, elevan y sanan. En contraste con el mero control personal, esta dirección es divinamente inspirada; no puede jamás cometer un error.

Puede que muchas personas busquen algo más que un poquito de dirección humana y, a veces, hasta aquellos que piden ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana tal vez traten de pedir un consejo humano. Por supuesto, un practicista puede abordar acertadamente con un paciente los motivos relativos a alguna acción; y por cierto que no hay nada erróneo en alentar a otros a adherirse a las normas morales y cristianas. Sin embargo, cualquier decisión debe ser siempre del paciente, no del practicista. ¿Por qué?

La Sra. Eddy incluyó en Ciencia y Salud un Glosario de las interpretaciones espirituales de algunos términos bíblicos corrientes. Para “Levi” — el hijo de Jacob cuya tribu llegó a desempeñar deberes religiosos — la definición dice en parte “negación de la plenitud de la creación de Dios; despotismo eclesiástico”.Ciencia y Salud, pág. 590. La creación perfecta de Dios está ya establecida, y mediante una creciente comprensión espiritual, todos podemos experimentar más de esta creación espiritual.

El tratamiento en la Ciencia Cristiana ayuda a disipar el mesmerismo de la voluntad humana y del temor, de manera que el paciente pueda percibir la realidad espiritual más claramente. Un resultado de esta percepción más clara se ve en la eliminación de las discordias y limitaciones mortales, y en la correcta solución del problema. Ahora bien, éste es el punto: el que un practicista simplemente le diga al paciente lo que tiene que hacer, no ayudará en manera alguna a la percepción espiritual del paciente. De hecho, tal proceder negaría la capacidad natural del paciente para percibir por sí mismo la dirección de Dios; sería una “negación de la plenitud de la creación de Dios”. Pero la práctica genuina de la Ciencia Cristiana demuestra esa plenitud en cierto grado en creciente percepción espiritual.

La comprensión de este punto aclara lo importante que son las razones por las cuales el practicista trata, en todo momento, de evitar el actuar, o de parecer que actúa, como un oráculo de Dios. Este es el error que comete la persona que provee una específica solución humana por otra: tome este empleo, vaya y dígale a su esposa tal y cual cosa, y así por el estilo; y, después, pretende que sus instrucciones son la revelación de Dios para el paciente. Pero uno no recibe revelaciones de lo que otro debe hacer para luego transmitirlas a éste. En vez, el practicista y el paciente trabajan juntos para espiritualizar el pensamiento. La acrecentada percepción espiritual que se obtiene de ello capacita al paciente a discernir la presencia y el poder de Dios, y así ser sanado.

Un resultado de esta percepción, debiera ser que el paciente se sienta libre de toda obligación personal de tener que volver a consultar al mismo practicista. ¡La dirección que Dios ejerce en nuestra vida no empieza inmediatamente después que hemos pedido a otro que ore por nosotros! Esto no quiere decir que Dios, el Amor infinito, ve nuestros problemas y traza un complicado proceso para solucionarlos. Dios nos conoce como somos: Su reflejo perfecto y perpetuamente armonioso. Nuestro deseo humano de conocer más ampliamente a Dios y nuestra propia naturaleza espiritual, nos ayuda a encontrar aquellos que nos puedan apoyar en un momento determinado. Este es el cuidado tierno e infinito que Dios tiene para con nosotros y que se manifiesta de una manera ordenada en la experiencia humana. Si volvemos repetidamente al mismo practicista para que nos ayude a demostrar la Verdad, esto está bien, siempre y cuando sea una dirección nítida y no una falsa obligación lo que está guiando nuestra elección, ya que ningún practicista jamás es “dueño” de un paciente. Y, ciertamente, cualquier persona que se sienta orgullosa de “sus” pacientes, necesita desarrollar un sentido más elevado de “la plenitud de la creación de Dios”.

A la larga, cada persona tiene que determinar por sí misma cuándo es que se siente verdaderamente lista para confiar del todo en Dios para la curación. Nadie puede tomar esta decisión en lugar de otro. A medida que el paciente y el practicista oran sinceramente para obtener discernimiento espiritual, el verdadero camino a seguir se hará aparente. Pero la decisión está siempre en las manos del paciente, ya que de otro modo, se violaría la ética y podría ser un grave error.

La Sra. Eddy debe de haber dado mucha importancia a este problema del control personal. Ella lo aborda en varias declaraciones (y, por lo menos, en dos estipulaciones del Manual de La Iglesia Madre Ver Man., Art. XXVI, Sec. 2, y Art. XXVII, Sec. 5.). En su libro Retrospección e Introspección, ella fija la norma para sus estudiantes: “Una regla general es, que mis alumnos no deben permitir que otros alumnos gobiernen sus movimientos aunque ellos sean maestros y practicistas de la misma fe bendita”.Ret., pág. 82.

Al ocuparnos en nuestra salvación — confiando en Dios y en nuestro sentido progresivamente más lúcido de la realidad espiritual — nunca renunciaremos a la dirección individual que es un requisito para el desarrollo cristiano. De esta manera, estaremos preparados lo mejor posible para ayudarnos a nosotros mismos y a los demás a entrar en la gloriosa libertad del reino de los cielos.


Fíate de Jehová de todo tu corazón,
y no te apoyes en tu propia prudencia.
Reconócelo en todos tus caminos,
Y él enderezará tus veredas.

Proverbios 3:5, 6

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / enero de 1985

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.