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Resoluciones y progreso espiritual

Del número de enero de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hay algo en el comenzar de un nuevo año que mueve a las personas a tomar resoluciones: “Trataré de superarme este año”.

Y por un tiempo a menudo mantenemos nuestras resoluciones. Somos un poco mas disciplinados en lo que hacemos, pero, frecuentemente, tales viejos hábitos como pereza, satisfacción de los propios deseos, dilación, se arraigan de nuevo. ¿Cómo podemos vencer lo que la Biblia llama en un lenguaje poético “las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas”, Cant. 2:15. esos hábitos del pensamiento que tratan de impedir nuestro progreso espiritual?

Quizás lo primero que necesitamos hacer es reconocer lo que realmente es el progreso espiritual. El hombre de Dios, nuestro verdadero ser, ya está en la cumbre del eterno desarrollo de la perfección, porque el hombre es la idea de Dios perfecto. Entonces, en su verdadero sentido espiritual, el progreso no es realmente un proceso de superación. Más bien, es el testimonio incesante, ininterrumpido del hombre espiritual que testifica de la perfección de Dios. El progreso humano simboliza o insinúa esto.

En el sentido absoluto, el progreso nunca se detiene, porque la infinitud del bien espiritual que constituye la Mente y sus ideas, siempre se está desarrollando en la creación espiritual de Dios: el hombre y el universo. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “Dios expresa en el hombre la idea infinita, que se desarrolla eternamente, que se amplía y se eleva más y más desde una base ilimitada”.Ciencia y Salud, pág. 258.

Los seres humanos, cuando no son inspirados por la Ciencia Cristiana, y juzgan todas las cosas desde un punto de vista limitado, no perciben que la verdadera vida es un desarrollo progresivo de la bondad de Dios. Para ellos, el progreso pareciera estar medido en términos de tiempo, comienzos y detenciones; éxitos y fracasos. Pero siempre que damos un paso adelante que lleva en sí elementos a la manera del Cristo, tales como comprensión espiritual, buen discernimiento, autodisciplina, orden, estamos atestiguando en nuestra vida la fundamental realidad del constante desarrollo de la individualidad espiritual del hombre como expresión de Dios. “Cada paso de progreso es un paso más espiritual”,La idea que los hombres tienen acerca de Dios, pág. 1. nos dice nuestra Guía, la Sra. Eddy.

¡Cuán importante es comenzar a pensar desde el punto de vista de que somos el hombre real, el testigo de la perfección de Dios. Al hacer esto, podemos aliviar la tediosa carga que tan a menudo va a la par con los esfuerzos humanos de querer hacer las cosas mejor y de ser mejores. Esto no quiere decir que no debemos orar, vigilar nuestros móviles e imponernos una autodisciplina para conducir nuestros asuntos diarios; pero nuestras acciones son menos pesadas cuando sabemos que el bien que deseamos hacer está apoyado por el reflejo verdadero del hombre como expresión del Principio divino. El reflejo y la demostración van de la mano y son realmente uno. Cuando comprendemos que realmente somos el reflejo de Dios, somos naturalmente movidos, sin esfuerzos, por el impulso del Cristo a actuar de una manera divina. El impulso del Espíritu divino, actuando mediante la eterna presencia del Cristo, nos da las ideas espirituales que motivan la acción correcta. Así vencemos los elementos básicos de la materialidad: el temor, la voluntad humana, la inercia. Genuinamente sentimos y experimentamos la realidad profundamente metafísica, pero tangible, de la declaración bíblica: “Y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. Gén. 1:2.

Las resoluciones humanas de “superarnos” que meramente descansan en la voluntad humana, casi nunca duran mucho tiempo, pues no tienen un Principio divino que las respalde. La voluntad humana entraña la creencia de que el hombre es un mortal con una mente propia, separada de Dios: una mente que puede ser utilizada para el bien o para el mal, según sean sus móviles y deseos. Pero el hombre es inmortal, la expresión misma del Principio divino, Dios, la única Mente. El hombre refleja espontánea y naturalmente, sin ningún esfuerzo o lucha, toda la armonía e integridad que Dios le da para expresar.

Una joven quería hacer cierto progreso en un aspecto de su vida. Siempre estaba apresurada, constantemente atrasada, nunca era puntual en sus citas, y tenía poco tiempo para estudiar lo que verdaderamente deseaba. A pesar de sus buenas resoluciones para superarse, siempre se presentaba algo que interfería con sus deseos. Entonces, un día, se encontró en un embotellamiento de tráfico sin esperanzas de salir, y era obvio que llegaría tarde a una cita importante. Humildemente recurrió a Dios, la Mente divina, su amado Padre-Madre, en procura de ayuda.

Instantáneamente le vino al pensamiento: “Puesto que soy la expresión del Principio divino, solamente puedo ser lo que Dios quiere que sea. Mi verdadera identidad es la del hombre espiritual. Expreso orden, puntualidad, consideración, precisión perfecta en mis horarios e inteligencia, porque estas cualidades tienen su fuente en el Principio divino. Si Dios es la Mente omnipresente, entonces, como hija de Dios, debo expresar esa omnipresencia”.

De pronto, el tráfico comenzó a moverse. A pesar de que parecía imposible, llegó a tiempo a su cita. Esto fue el fin de su dificultad para ser puntual y ordenada. Tuvo más tiempo para estudiar y pensar profundamente acerca de su verdadero ser como expresión de Dios.

No es ninguna ayuda condenarnos cuando estamos tratando de progresar y, no obstante, todavía parece que tenemos muchos fracasos. La condenación propia es tanto un atentado del error para obstruir nuestro progreso como lo es la apatía o la satisfacción de los propios deseos, porque la autocondenación quisiera hacernos creer que el error es parte real de nuestra identidad del cual no podemos liberarnos. Pero el error no es parte de nuestro ser verdadero. El hombre de Dios es tan inocente y libre de falta como lo es Dios Mismo, quien es el perfecto creador del hombre. No tenemos dos identidades: una espiritual y la otra material. Lo que tenemos para expresar es sólo la individualidad armoniosa del hombre como idea de Dios.

Es esencial vigilar o proteger nuestra consciencia o nuestro hogar mental contra los errores de las creencias humanas que quisieran imponerse como parte de nuestra identidad. Necesitamos vernos como el hombre de la creación de Dios. Los errores a la manera de las zorras pequeñas, tales como dilación, falta de disciplina, etc., pueden ser superados a medida que reconocemos y tratamos de vivir de acuerdo con la verdad de que el hombre coexiste con Dios y está siempre unido al mandato de Dios.

Cristo Jesús dijo en una de sus parábolas: “Sabed esto, que si el Padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa”. Mateo 24:43.

Cuanto más fielmente nos identifiquemos para vivir de acuerdo con el Principio divino porque verdaderamente somos la imagen de Dios, tanto más fácil nos será descubrir y resistir los pensamientos desenfrenados e indisciplinados de la mente mortal. En la verdad absoluta, estos pensamientos no tienen realidad o identificación con nosotros, no tienen manera de imponerse o de hacerse sentir en nuestra vida, porque no proceden de la Mente divina, nuestra verdadera Mente. Por mucho que las adamantinas teorías mortales aseveren que estamos sujetos a ciertos errores porque “así es como somos”, tales sugestiones realmente no son nada más que la imposición de una falsa creencia. Jamás son la verdad de lo que el hombre realmente es. A medida que dejamos que el Cristo, la Verdad, transforme nuestra consciencia, el error desaparece de nuestros pensamientos y experiencias.

La Sra. Eddy escribe: “El progreso es espiritual. El progreso es la concepción que va madurando acerca del Amor divino; demuestra la vida científica e impecable del hombre y cómo los mortales, sin dolor, salen de la materia al Espíritu, no mediante la muerte, sino mediante la verdadera idea de la Vida, — y la Vida no en la materia, sino en la Mente”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 181.

Para mantener este año nuestras resoluciones de “superarnos”, podemos aprender a pensar desde el punto de vista de “Vida no en la materia sino en la Mente”. Basemos nuestra consciencia acerca de nosotros mismos en la verdad espiritual de que nuestra verdadera identidad es la del hombre verdadero, la expresión infinita de Dios de Su armonía y perfección propias. Entonces encontraremos nuestra habilidad para demostrar diariamente más del orden, armonía, paz y alegría que marcan el progresivo camino del constante desarrollo del bien espiritual.

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