Hay algo en el comenzar de un nuevo año que mueve a las personas a tomar resoluciones: “Trataré de superarme este año”.
Y por un tiempo a menudo mantenemos nuestras resoluciones. Somos un poco mas disciplinados en lo que hacemos, pero, frecuentemente, tales viejos hábitos como pereza, satisfacción de los propios deseos, dilación, se arraigan de nuevo. ¿Cómo podemos vencer lo que la Biblia llama en un lenguaje poético “las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas”, Cant. 2:15. esos hábitos del pensamiento que tratan de impedir nuestro progreso espiritual?
Quizás lo primero que necesitamos hacer es reconocer lo que realmente es el progreso espiritual. El hombre de Dios, nuestro verdadero ser, ya está en la cumbre del eterno desarrollo de la perfección, porque el hombre es la idea de Dios perfecto. Entonces, en su verdadero sentido espiritual, el progreso no es realmente un proceso de superación. Más bien, es el testimonio incesante, ininterrumpido del hombre espiritual que testifica de la perfección de Dios. El progreso humano simboliza o insinúa esto.
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