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¿Es el deber de un practicista dar consejos personales u orar?

Del número de enero de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La gente constantemente se ve ante la necesidad de hacer decisiones; algunas son importantes, otras menos importantes. Cuando se trata de decisiones importantes, es comprensible que, con frecuencia, la gente quiera pedir consejos a otros en cuanto a cómo proceder.

Algunas veces la gente cree equivocadamente que la función de un practicista de la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens) es esencialmente la de aconsejar u orientar. En consecuencia, es posible que un practicista ocasionalmente reciba llamadas de personas que tal vez estén en busca de un consejo personal en cuanto a si es el momento oportuno de casarse, o sobre los pasos indicados para efectuar una transacción comercial, o la conveniencia de vender ciertas acciones, e incluso en cuanto a visitar a un pariente el siguiente fin de semana o no.

No obstante, es importante comprender que dar consejos humanos sobre tales asuntos personales no es el deber apropiado de un practicista de la Ciencia Cristiana. La responsabilidad fundamental del practicista es la de orar. Ha dedicado su vida al servicio de Dios para ayudar a la humanidad, por medios espirituales solamente, a sanarse y regenerarse. No es un sicólogo, consejero matrimonial, consultor comercial, formulador de planes financieros o agente de viajes. El practicista inscrito en el The Christian Science Journal o en El Heraldo de la Ciencia Cristiana da tratamiento mediante la Ciencia Cristiana —oración científica — a quienes piden ayuda en momentos de enfermedad, sufrimiento o crisis.

En sus escritos, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, explica claramente qué debe incluir el trabajo del practicista, y escribe basándose en su propia experiencia como la primera practicista de Ciencia Cristiana. Por ejemplo, se refiere a las numerosas dificultades personales que la gente le trajo, y en relación con dificultades matrimoniales declara: “En tales casos hemos dicho: ‘No sigas los consejos de un mortal, aunque fuere tu mejor amigo; mas sé guiado sólo por Dios’; ...” Escritos Misceláneos, pág. 236.

El reconocimiento a la manera del Cristo de la supremacía de Dios, Mente omnisciente, nos persuade a recurrir a Él en oración para que nos dirija en nuestra vida. Pero el procurar meras opiniones de otras personas — por muy respetables que sean esas personas — es correr el riesgo de fracasar, porque la razón humana es falible. Algunas veces la mente humana es justa en sus suposiciones y otras veces no.

El practicista está alerta a esto; y cuando acepta orar por una persona que solicita ayuda, puede que sea necesario que el practicista le explique compasivamente que es solamente Dios, la Mente divina, quien cura, quien revela las ideas que necesitamos, y quien nos guía por el camino que debemos seguir. Y el practicista que practica sobre la base del Amor infinito — que mantiene claramente en su pensamiento la diferencia entre la actividad limitada de la mente humana y el poder sin límites de la Mente divina — tiene buen éxito en su ministerio sanador. La Sra. Eddy declara: “El mejor sanador es aquel que menos se hace sentir, y viene así a ser una transparencia para la Mente divina, la cual es el único médico; la Mente divina es el sanador científico”.Ibid., pág. 59.

Cristo Jesús, cuyo ministerio sanador y salvador no tiene paralelo, claramente demostraba que Dios es la fuente de todo lo que necesitamos. Invariablemente dirigió a sus seguidores hacia el Padre y no a la personalidad. Abordando algunas de las preguntas y ansiedades más fundamentales del pensamiento humano, nuestro Maestro dijo en su Sermón del Monte: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? ... Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:31, 33.

Es esencial reconocer que en tanto que el consejo y planeamiento humanos pueden ser inadecuados para satisfacer nuestras necesidades y pueden incluso estar equivocados, la dirección de Dios — Su revelación de la verdad espiritual — siempre es correcta. Y Su provisión de bien es abundante. Lo que Dios requiere de nosotros y la manera en que nos guía, pueden no ser lo que la voluntad humana está esperando en cada caso, pero siempre es lo que verdaderamente necesitamos. La voluntad de Dios, cuando la buscamos humildemente y la seguimos obedientemente, bendice nuestra vida. Además, aun cuando a veces nos sintamos castigados por el Amor divino, el resultado vale más que cualquier sacrificio, porque vemos que nuestra vida se renueva, se redime y sana.

Por otra parte, si buscamos el mero consejo humano de un practicista (o si lo damos), hay peligro de que mientras escuchamos opiniones mortales, puede que dejemos de oír la Palabra de Dios y de discernir lo que verdaderamente necesita curación. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, el libro de texto de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy señala: “En la práctica mental no debéis olvidaros que las opiniones humanas erradas, los móviles egoístas contradictorios y los intentos ignorantes por hacer el bien, pueden incapacitaros para conocer o juzgar con exactitud la necesidad de vuestros semejantes”.Ciencia y Salud, pág. 447.

El consejo personal, cuando la oración es la necesidad verdadera, puede ser una trampa. Y, ¿quién tiene la culpa si el razonamiento y las opiniones humanas no producen los resultados apropiados? Además, opiniones bien intencionadas y palabras bellas no producen realmente curación. El libro de texto de la Ciencia Cristiana revela lo que la exigencia realmente es: “Las bienaventuranzas divinas, no las banalidades humanas, reflejan la luz y el poder espirituales que sanan al enfermo”.Ibid., pág. 446.

En momentos de hacer decisiones importantes, nuestros móviles pueden ser elevados. Cuando nuestro deseo es hacer la voluntad del Padre, para glorificarlo a Él, y para progresar espiritualmente, vemos que recibimos las respuestas apropiadas. Son respuestas prácticas para satisfacer las necesidades humanas y resolver dilemas. Si nuestro anhelo puro de hacer la voluntad de Dios nos guía a pedir ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana, podemos estar seguros de recibir una respuesta directa. La bondadosa respuesta del practicista no es un mero consejo personal, sino oración cristianamente científica, que trae “bienaventuranzas divinas” para sanar y redimir.

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