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Dietas, ejercicios y “leyes de salud” contra la causalidad espiritual

Del número de enero de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia Cristiana nos insta a que seamos valientes pensadores en la Ciencia que desafía todas las conclusiones basadas en la materia en vez de que pasemos nuestra vida somnolientamente sin objetar las suposiciones populares. Nos mueve a explorar las alentadoras y sanadoras verdades del Espíritu todopoderoso, las cuales al ser vividas y puestas en práctica, se pueden demostrar en términos de profunda espiritualidad y bienestar externo.

En todo punto, esta Ciencia se opone a la deprimente satisfacción del sentido mortal. Un ejemplo sobresaliente se relaciona con lo que pensamos acerca de nuestro cuerpo. Hoy en día, se da mucha importancia a estructuras y procedimientos físicos. La gente está saturada de pensamientos sobre el cuerpo que lo presentan como una clase de máquina fisiológica, como un intricado mecanismo orgánico regido por ciertos estímulos que dependen de la materia para su acción y control.

Sin embargo, la Ciencia Cristiana asume un punto de vista radicalmente diferente acerca del hombre, del cuerpo, de identidad identidad y de la causalidad. Presenta sin reservas las enseñanzas fundamentales del cristianismo tal como fueron expuestas y demostradas por el Maestro, Cristo Jesús. El libro de texto, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, ofrece esta notable observación: “Desde el comienzo hasta el fin, la causalidad física fue rechazada por ese hombre original Jesús”.Ciencia y Salud, pág. 286.

El Salvador devolvió la salud a inválidos crónicos y triunfó sobre la muerte, primero en otros y luego en sí mismo, y esto da testimonio de cuán práctico es lo que enseñó. Jesús realizó estas obras sin depender de “leyes” fisiológicas, sino al confiar totalmente en el poder de la Verdad divina. Instó a otros a seguir sus enseñanzas; claramente prometió que si lo hacían, podrían sanar, como él lo hizo, mediante la confianza en el poder salvador del Cristo.

La Ciencia Cristiana comprueba, por medio de su misión sanadora, que esta promesa es válida hoy en día porque descansa totalmente sobre la base espiritualmente científica del Maestro de rechazar la causalidad física “desde el comienzo hasta el fin”. Podemos pisar sobre terreno firme en esta obra de curación cristiana solamente cuando nos basamos en ese inspirado fundamento.

¿Dónde anclamos nuestra confianza?

Todo esto ejerce una influencia directa, y a un nivel práctico, en los pensamientos que abrigamos sobre dietas, ejercicios y otras formas de terapéutica que se basan en lo físico. Por cierto que no hay nada malo en tener una alimentación normal o de disfrutar de un ejercicio agradable, pero debemos preguntarnos: ¿Dónde anclamos nuestra confianza? ¿La anclamos en la materia y en una causalidad material para nuestra salud y bienestar? ¿O la basamos en el Espíritu? ¿Recurrimos a dietas, ejercicios, vitaminas y píldoras para que nos den la salud y la energía?

Ciencia y Salud elucida claramente este interrogante. Dice: “El punto que cada uno debe decidir es, si es la mente mortal o la Mente inmortal que es causativa. Debiéramos abandonar la base de la materia y aceptar la Ciencia metafísica y su Principio divino”.Ibid., pág. 195.

Si analizamos cuidadosamente las prevalecientes preocupaciones de hoy en día con respecto a dietas y vitaminas, calorías y colesterol, descubrimos que estas preocupaciones se basan en la suposición de que las leyes de la salud son físicas, químicas y biológicas, en lugar de ser espirituales y estar basadas en la Verdad. Tal suposición intensificaría la sumisión del cuerpo a los estímulos físicos en vez de reconocer el poder de la Mente divina para gobernar el cuerpo y mantener la salud.

Además, si confiamos en el ejercicio corporal y creemos que nuestra salud procede de ejercicios físicos y del desarrollo de la musculatura, en vez de proceder del Espíritu, ¿no estamos contradiciendo acaso la verdad radical de que la Vida del hombre es Dios, y que el Espíritu omniactivo es la fuente del vigor y bienestar del hombre?

Tales cuestiones se hacen sentir en nuestra habilidad para sanar mediante el poder del Espíritu. Luego surge el interrogante sobre ser consecuentes: ¿Es ser consecuente otorgar poder a las dietas, al ejercicio y a otros agentes materiales de la salud en lo que pensamos o hacemos, mientras que al mismo tiempo tratamos de demostrar el poder infinito de la Mente divina para sanar el cuerpo?

Dios: la fuente de la salud y del vigor

En esta relación son aplicables las palabras de nuestro Mostrador del camino, Cristo Jesús: “Os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” Mateo 6:25. El Maestro enseñó y demostró que nuestro Padre celestial — la Vida, la Verdad, el Amor — es la fuente de la vida y del bienestar del hombre, y que Dios es digno de que se Le comprenda y se confíe en Él como el Todopoderoso y la fuente de todo el bien, el cual incluye la salud y el vigor.

El punto central a considerar es que el cuerpo físico es sumamente sensible al pensamiento. En verdad, la Ciencia Cristiana demuestra que la existencia mortal misma, incluso el cuerpo físico, es un estado de falsa consciencia, una creencia de vida en la materia, contraria a la realidad del ser espiritual del hombre creado a la imagen de Dios, la Vida, el Espíritu. Cuando el pensamiento se espiritualiza, se manifiesta la curación.

La humanidad, generalmente, todavía comprende muy poco la naturaleza totalmente mental de nuestro actual estado de existencia. Pero un paso iluminador que el principiante puede dar es estudiar cuidadosamente el capítulo intitulado “La fisiología” en Ciencia y Salud. Este capítulo claramente explica lo irracional que es, desde el punto de vista de la Ciencia Cristiana, atribuir poder a las dietas, a la alimentación, al ejercicio, al aire o a otras “causas” materiales. También describe los efectos que el pensamiento produce en el cuerpo, a saber, la exteriorización de creencias mortales en forma de enfermedad. Ilustra claramente la acción de la Verdad y de la Mente divina para restablecer la salud. Tener fe en dietas y en ejercicios como capaces de devolver la salud se asemeja a la idolatría, puesto que tal fe merma la confianza en el todo poder de Dios, confianza que caracteriza la adoración científicamente verdadera y que es la clave para la curación cristiana.

A través de todo el capítulo, su autora, la Sra. Eddy, también explica las dolorosas consecuencias que resultan de llenar nuestra consciencia con cuadros mentales de enfermedad y descripciones de síntomas. Lamentablemente, en nuestra época, esta práctica es muy a menudo fomentada por la propaganda comercial y por las novelas en la televisión, además de los llamados métodos “instrucción para la salud”, que en su mayor parte son una “instrucción” en las enfadosas formas que asume la enfermedad.

Nuestra Guía escribe: “Cuanto menos se hable de la estructura corpórea y de las leyes físicas, y más se piense y se hable acerca de la ley moral y espiritual, más elevada será la norma de la vida, y más se alejará a los mortales de la imbecilidad y las enfermedades”.Ciencia y Salud, pág. 197.

Efectos en los casos de obstetricia

Puede ser útil observar que los fundamentos discutidos anteriormente tienen también sus efectos en los casos de obstetricia. Hoy en día escuchamos mucho acerca del “parto natural”. Aun cuando tales métodos pueden ofrecer cierto grado de liberación de la dependencia en los medicamentos, todavía se presenta la pregunta, desde el punto de vista del metafísico de la Ciencia Cristiana: ¿Incluye el concepto de “parto natural” la suposición de que las leyes de la naturaleza que gobiernan a la persona son físicas y biológicas? ¿O descansa este concepto en la inspirada comprensión de que las leyes naturales que verdaderamente gobiernan al hombre son leyes espirituales que manifiestan las energías de la Mente creadora que traen armonía? El libro de texto de la Ciencia Cristiana, bajo el título marginal titulado “Obstetricia científica”, destaca la importancia de apartar “el pensamiento mortal de sus concepciones materiales”. Ver ibid. 463:5–10.

Algunos proponentes del parto natural ofrecen clases en técnica de respiración, ejercicios, y así por el estilo, con la intensión de traer relajamiento a la futura madre. Pero la Ciencia Cristiana propone una dirección diferente. El Científico Cristiano reconoce que el pensamiento gobierna el cuerpo, y que el temor es el causante de la tensión y del dolor. Por lo tanto, para destruir el temor, la persona confía en el poder sostenedor de la Verdad y en el tierno cuidado del Amor siempre presente. Y el resultado es un parto natural.

Dios y Sus sanadoras leyes de armonía

Las leyes espirituales de Dios — las leyes del Principio divino que todo lo abarca — actúan universalmente. Apoyan la acción correcta en el hombre. Mantienen la ininterrumpida armonía de nuestro ser verdadero. Cuando percibimos estas leyes salvadoras, ellas reemplazan las creencias en las llamadas leyes materiales que presumen gobernar tanto la mente como el cuerpo. Al comprender esto, el Científico Cristiano se esfuerza por elevar su pensamiento, mediante la oración, a la percepción espiritual de que el estado natural del hombre es la manifestación o idea de la Mente divina. De esta manera, el Científico Cristiano pone toda su confianza no en las mal llamadas “leyes naturales”, o en lo físico, sino en las poderosas, siempre gobernantes y divinamente naturales leyes de Dios.

Las proposiciones de la Ciencia Cristiana por cierto que parecen radicales al pensamiento humano que está muy imbuido de fe en la materia. Sin embargo, ellas abren la puerta al poder restaurador del Espíritu divino con sus bendiciones infinitas. Sólo tenemos que apartarnos decidida y firmemente de la fe en la materia y poner nuestra confianza en el Espíritu, y obtener la verdadera comprensión de lo que es Dios para recibir dichas bendiciones. Estas incluyen el recobrar la salud y el mantener la acción armoniosa.

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