El siguiente artículo fue enviado desde Zimbabwe.
La oración en la Ciencia Cristiana, podría compararse con algo así como arrojar una piedra en un estanque lleno de agua. Los círculos que se forman se van ampliando cada vez más, y nunca sabemos el alcance del beneficio. Al expresar el amor que reflejamos, abarcamos a los de pensamiento receptivo y a los necesitados que nunca hemos conocido. Del mismo modo, deberíamos tener evidencia tangible de que nuestra labor no ha sido en vano.
Una vez, mientras oraba, me di cuenta de que en todo momento el pensamiento, inspiración, estudio y amor desinteresado que continuamente nos dan nuestros maestros de la Escuela Dominical a través de los años, había dado fruto; que todos los alumnos que alguna vez habían asistido a esas clases, seguían siendo bendecidos. Mi esposo, que enseñó en la Escuela Dominical durante muchos años y le gustaba hacerlo, llegó a casa un día y dijo: “Me encontré con un señor que hacía años que no lo veía. Me dijo que en una oportunidad en que estaba viajando en un tren, de pronto, empezó a recordar los momentos felices que había pasado en mi clase en la Escuela Dominical; muchos de los temas que tratamos volvieron a su memoria, y se sintió agradecido por todo lo que había aprendido”. Este encuentro ocurrió el día en que yo había estado orando por la Escuela Dominical. Me sentí muy agradecida por la seguridad de que esta persona había sido ciertamente bendecida.
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