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Un “no puede” importante en la oración

Del número de octubre de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La oración justa, oración que está basada en el entendimiento espiritual y en afectos y deseos purificados, no conoce límites para lograr lo bueno. De tal oración Cristo Jesús nos prometió: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiéreis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Marcos 11:24.

Pero la oración tiene limitaciones espiritualmente científicas, algunas de las cuales pueden ser obvias y otras no. Y es tan importante entender estas limitaciones como lo es entender las grandes posibilidades de la oración, si es que queremos orar eficazmente para un mundo que necesita tan desesperadamente nuestra ayuda espiritual.

Un “no puede” sumamente importante en la oración está en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Ella escribe: “La oración no puede cambiar la Ciencia del ser, pero sí tiende a ponernos en armonía con ella”.Ciencia y Salud, pág. 2.

Esta declaración es un axioma para el estudiante de Ciencia Cristiana, pues ha aprendido a afirmar en la oración que la bondad de Dios es la única realidad, la única vida, sustancia e inteligencia. Sin embargo, si examináramos con mucha atención nuestras oraciones, ¿cuán a menudo encontraríamos la creencia o temor tácitos, de los cuales a veces estamos insconscientes, que las condiciones materiales son la realidad y que en alguna forma debe cambiar o mejorar esta “realidad”?

Esta es una creencia bastante común aun cuando hayamos estudiado Ciencia Cristiana durante años. La convicción de que lo que testifican los sentidos materiales es la única realidad, está tan profundamente arraigada en el pensamiento humano que debe ser desafiada implacablemente, tanto por quien acaba de hacerse Científico Cristiano, como por el que ya tiene experiencia. Nunca estamos lo suficientemente alerta para detectar y rechazar las afirmaciones propias agresivas de la materialidad. Pero, ¿cómo podemos hacer un mejor trabajo para ver a través de la ilusión de la aparente solidez y realidad de la materia?

Es aquí donde la Ciencia viene en nuestra ayuda dándonos un concepto más científicamente cristiano de la materia. Este concepto iluminado disminuye nuestro temor a la materia al quitarle fuerza a nuestra fe en la “solidez” y aparente sustancialidad de la materia. La Ciencia nos asegura que, cuando estamos tratando con la materia y sus concomitantes, el espacio y el tiempo, no estamos realmente tratando con sustancia sólida, sino con estados de pensamiento, la consciencia material subjetiva y objetiva, alias mente mortal. Como lo explica Ciencia y Salud: “La Ciencia muestra que lo que se denomina materia es sólo el estado subjetivo de lo que la autora denomina mente mortal”.Ibid., pág. 114.

Entonces, meramente “mentalizar” la materia no sería por sí mismo de gran ayuda si el estado subjetivo de la mente mortal, alias materia, fuera realidad. Hoy en día, aun el hombre de ciencia más materialista está dispuesto a hablar de la materia como “mente”, en cierto sentido matemático. Pero esa forma de percepción difícilmente podría sanar como lo hacía Jesús. La Ciencia Cristiana, sin embargo, no solamente define a la materia como mentalidad, sino que asegura que la misma mente (así llamada) que produce la “materia” es, en sí misma, una desilusión, un mito. La Ciencia Cristiana muestra que la consciencia material es un falso concepto del ser que se engaña a sí mismo, la falsificación de la Mente divina que es Dios, la única Mente real, o Alma, del universo. Y esta percepción de la materia sana.

Si podemos captar intuitivamente algo de la naturaleza mental e irreal, de la materia, podemos ver claramente cómo la oración — algo espiritualmente mental — puede verdaderamente traer lo que se llama la curación física. Puesto que la materia y la consciencia material son una, las llamadas condiciones materiales pueden y deben ceder cuando aparece la consciencia espiritual, que es el único ser, condición y sustancia verdaderos y concretos. No podemos espiritualizar la materia, pero podemos espiritualizar nuestro pensamiento. Y el cambio de pensamiento de la mente a la Mente, de la materia al Espíritu, de una mentalidad material al afecto espiritual, es el verdadero arrepentimiento que literalmente desmaterializa la consciencia humana, trayendo de ese modo lo que se llama curación física.

Quizás debiera agregarse aquí, para quienes están enfrentando estos conceptos por primera vez, que esta categorización de la materia y sus condiciones como estados de consciencia fundamentalmente erróneos, de ningún modo disminuye lo profundo del desafío que enfrenta el ser humano. Estos estados mentales ciertamente parecen ser sustancia sólida, ¡especialmente, por ejemplo, cuando uno se da un tropezón en el dedo del pie! Obviamente tenemos que crecer más espiritualmente para obtener la mentalidad espiritual que fácilmente pueda ver a través de la aparente sustancialidad y solidez de la materia y demostrar dominio sobre ella. Es un alivio entender que podemos tener esa habilidad científicamente, paso a paso, en la manera que Cristo Jesús nos mostró. No se nos pide que probemos lo que aún no entendemos. Y tenemos todos los años — “tiempo para que uno se arrepienta”, Ver ibid 598:20–21. para usar la fraseología de la Sra. Eddy — que necesitamos para ocuparnos en nuestra salvación.

Algunos puntos de la Ciencia divina — tales como la absoluta irrealidad de la materia — al principio, simplemente tienen que tomarse por medio de la fe, hasta que Dios nos conduzca a la comprensión espiritual y la demostración. ¿No nos habla la Biblia de la fe como “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”? Hebr. 11:1. Nadie ha visto un electrón, pero muchos están muy dispuestos a creer en la existencia de los electrones por los efectos que se les atribuyen. De la misma manera, si estamos viendo, sintiendo y experimentando en nuestra vida los efectos sanadores de las cosas que no se ven del Espíritu, podemos confiar en Dios que estas cosas existen, hasta que la fe llegue a ser comprensión y demostración espirituales.

Ciencia y Salud nos da una vislumbre inspiradora y alentadora de lo que podemos esperar a medida que desarrollamos el sentido espiritual. “A medida que los mortales alcancen conceptos más correctos de Dios y del hombre, innumerables objetos de la creación, que antes eran invisibles, se harán visibles”. Y continúa: “Cuando comprendamos que la Vida es Espíritu, nunca en la materia ni de la materia, esa comprensión se desarrollará en autocompleción, encontrándolo todo en Dios, el bien, sin necesitar ninguna otra consciencia”.Ciencia y Salud, pág. 264.

¡Qué maravillosa promesa! Y ¡qué humildes nos sentimos al considerar cuánto tenemos aún que aprender sobre las cosas del Espíritu! Al comprender su propia necesidad de crecimiento espiritual y de hacer demostraciones más elevadas de Cristo, la Verdad, el Científico Cristiano hace, con la mayor humildad, cada declaración sobre la naturaleza mental y finalmente irreal de la materia. No confunde su creencia en la realidad espiritual con su demostración de la misma. En su vida diaria, el Científico Cristiano es como cualquier otro que se apoya en Dios para su guía e inspiración. Al mismo tiempo que es fiel al apoyarse en Dios para la curación, trata de usar la sabiduría y no pretende haber alcanzado lo que no ha probado científicamente por medio de la oración y el crecimiento espiritual. Sí, de todo corazón afirma la absoluta insustancialidad de la materia y la absoluta sustancialidad del universo invisible del Espíritu, porque ha tenido evidencias concretas de que ésta es la verdad del ser. Pero también sabe que el estudiante de esta Ciencia debe acercarse al estado divino de la Mente ejemplificado por nuestro Maestro, Cristo Jesús, ¡antes que pueda caminar sobre el agua o que ya no necesite abrir puertas para entrar!

El hecho mismo de que un discípulo de Cristo tiene tanto que crecer espiritualmente, es la razón de que cada curación, por humilde que sea, es importante. Es una prueba sólida de que estamos en el camino para obtener la Mente del Cristo, que nos da pleno dominio sobre la materia. Por medio de la práctica personal de la Ciencia Cristiana, una persona puede, paso a paso, obtener la evidencia científica de que las condiciones materiales son estados falsos del pensamiento, de ninguna manera realidades sólidas, sino irrealidades ilusorias de la mente mortal. Con cada curación probamos que el Espíritu es sustancia y que algo aparentemente “real” como la enfermedad o una lastimadura es, en realidad, la objetivación de la consciencia falsa y material, que se destruye al obtener la consciencia espiritual del ser en la Ciencia Cristiana.

¡Qué alentador es entender que en la oración no estamos tratando de cambiar la realidad, sino luchando para que el pensamiento se ponga en armonía con ella! No estamos en los negocios de cambiar la materia sino en los de cambiar la consciencia. La creación espiritual bendecida de Dios ya es como tiene que ser: perfectamente buena y hermosa. Está aquí, viva, intacta, siempre discernible para el sentido espiritual, y demostrable como Jesús lo demostró. Nuestra tarea es despertar a esta realidad viviente, desmaterializar la consciencia humana al armonizar cada detalle del pensamiento y de la vida con todo lo que es espiritualmente bueno, verdadero y amoroso.

A medida que cristianamente profundizamos nuestra vida con la práctica sanadora de la Ciencia Cristiana, realmente adquirimos el entendimiento que se desarrolla en su autocompleción, “encontrándolo todo en Dios, el bien, sin necesitar ninguna otra consciencia”. Nada puede ser más beneficioso para nosotros y para el mundo que esta clase de crecimiento espiritual. La oración que surge de esta forma de vida no conoce ningún “no puede” para que se logre el bien, no conoce límites para obtener lo justo.

Gócense y alégrense en ti
todos los que te buscan,
y digan siempre los que aman tu salvación:
engrandecido sea Dios.

Salmo 70:4

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