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Durante toda mi carrera como oficial del Ejército, padecí de dolor...

Del número de noviembre de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante toda mi carrera como oficial del Ejército, padecí de dolor en la parte inferior de la espalda. Sufría más o menos varios días cada mes, y, a menudo, pasaba un fin de semana en cama para descansar la espalda. Durante nuestros frecuentes cambios de casa, siempre tenía que cuidarme de no levantar nada pesado, pues de lo contrario, no podría moverme durante un rato. En una ocasión, hace más de diez años, tuve que ser hospitalizado al quedar paralizado de la cintura para abajo, porque tenía un nervio comprimido en la espalda.

Estaba muy contento cuando llegué a la edad de cuarenta años, porque el Ejército ya no requeriría que tomara pruebas de aptitud física. Pero entonces cambiaron los reglamentos, y los que tenían más de cuarenta años también debían tomar las pruebas. Volví a empezar mi programa de acondicionamiento físico. Un día, al estar haciendo ejercicios, me fui contra una pared y me lastimé la espalda; durante los tres meses siguientes esta condición se fue agravando progresivamente.

Sólo unos pocos meses antes de este incidente yo me había interesado en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Pero quise esperar un poco antes de llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda mediante la oración, debido a la espalda lastimada, pensando que sanaría “por sí sola”. La practicista me alentó mucho, y durante unos pocos días pensé que ya había sanado. Pero varios días después, la condición se agravó repentinamente. Tenía un fuerte dolor y estaba totalmente imposibilitado para caminar, ni siquiera podía pararme derecho. Después de un miserable fin de semana, con lágrimas en los ojos informé a la practicista que iba a recurrir al tratamiento médico. (Más que nada, yo quería inmediato alivio del intenso dolor.)

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