“ ‘Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos’. (Santiago 1:6–8)
“¿Cuántas veces había yo leído este pasaje? ¿Cuántas veces había escuchado a mi pastor predicarlo? No obstante, cuando mi hijita de tres años tuvo de nuevo un ataque de asma y fue hospitalizada, descubrí que yo carecía de una fe total en Dios para que la sanara...
“La alzaba en mis brazos, la mecía y le decía que teníamos que confiar en Dios. Lo mismo me decía a mí misma. Cuando finalmente se quedaba dormida de agotamiento, volvía yo a implorar su caso ante el Señor. Yo necesitaba confiar en Dios. Tenía que confiar. No tenía que dudar. No obstante, me sentía preocupada...
“La llevé a un sinnúmero de cultos religiosos de curación, y muchos predicadores pusieron sus manos sobre ella. Pero no se curó. Finalmente, me cansé de orar. Estaba agotada física y mentalmente a causa de esta prueba y decidí dejar el problema por completo en manos de Dios. ‘Aquí está, Señor. ¡Tómalo! Es demasiado grande para mí’.
“Cuando puse el problema por completo en manos de Dios, mi hija sanó.
“Dios fue fiel en mi momento de necesidad, pero aún yo tenía preguntas que requerían respuestas. ¿Por qué no sanó Dios a mi hija instantáneamente luego de que oré por ella? ¿Cómo pone en acción un cristiano las bendiciones de Dios? Empecé a escudriñar las Escrituras y a orar para recibir las respuestas.
“El Señor me reveló que mi preocupación hacía titubear mi fe; que yo era de ‘doble ánimo’. Me mostró que la preocupación destruye al que está preocupado. Esta exige mucho tiempo y energía... La solución de los problemas descansa en la oración y una confianza completa en Su poder...
“Los problemas nos dan la oportunidad de percibir el poder de Dios y lo que la fe en El puede hacer. El método para tratar con estos problemas, por lo tanto, no debe consistir en preocuparnos, orar y preocuparnos aún más, sino, en confiar, orar y confiar aún más...”
Reservados todos los derechos
©1981, The Episcopalian, Inc.
La oración es la expresión de una relación que ya existe con Dios, y, al mismo tiempo, crea una nueva dimensión de confraternidad entre los seres humanos. Una persona que expresa gratitud y dirige sus plegarias al Dios todopoderoso, sólo puede actuar así cuando cree que Dios está allí, vivo, poderoso, listo para escuchar y ayudar. De este modo, la oración se convierte en la expresión natural de una relación basada en la confianza y la fe.
Al mismo tiempo, la oración abre nuestras mentes a las necesidades de los demás. No es posible que la verdadera oración se concentre solamente en Dios y en nuestras propias preocupaciones. Dios tiene muchos hijos, y al hablar con El nos damos cuenta de las situaciones en que los demás viven también. Nos enteramos de sus necesidades y de sus esperanzas, y nos vemos a nosotros mismos como partícipes de una confraternidad más amplia.
Secretario General de las Sociedades Bíblicas Unidas en una introducción al 1984 Prayer Booklet