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Quiero expresar especial gratitud por la estipulación hecha por...

Del número de noviembre de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quiero expresar especial gratitud por la estipulación hecha por nuestra Guía, la Sra. Eddy, para establecer las Salas de Lectura de la Ciencia Cristiana. Durante una época en que vivía en un país extranjero, nada en mi vida parecía salir bien. En esa sociedad había ciertas formas de comportamiento a las que no me podía ajustar. Como resultado, yo era objeto de mucha crítica. Parecía que nadie me quería.

A tal grado llegó mi ansiedad, que estaba considerando recibir la ayuda de un psiquiatra, cuando, por coincidencia, encontré una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana en el mismo edificio en que estaba la filial local de la Iglesia de Cristo, Científico. Entré, sin saber exactamente qué buscaba. La encargada de la Sala de Lectura me enseñó cómo leer la Lección Bíblica (que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana), lo que hice. No puedo recordar nada de lo que leí, excepto una palabra, que se me quedó grabada. Esa palabra fue “amor”. En poco tiempo, me pusieron en comunicación con una practicista de la Ciencia Cristiana, una persona muy dinámica y vivaz, quien me habló del amor que Dios tiene para con Sus hijos, entre quienes, yo era uno. Salí de esa visita como un hombre nuevo.

La semana siguiente, tuve un accidente automovilístico. Afortunadamente, ninguno de los niños que llevaba a la escuela se lastimó. Yo acababa de empezar a estudiar Ciencia Cristiana y no sabía que los efectos de accidentes podían ser anulados por medio de la oración. En ese país, un accidente automovilístico es considerado como algo muy serio. Me llevaron a la comisaría de la policía local. Mi esposa notificó a mi oficina lo que había acontecido. De las treinta y cinco personas que trabajaban en esa oficina de ventas, parece que todas tomaron tiempo libre para ayudarme con mi problema. Algunas llamaron a abogados, otras llamaron a políticos o a otra gente de influencia. Todo el tiempo que estuve en la comisaría, alguien de la oficina estuvo conmigo. Al final, el veredicto del juez fue que yo tenía que comprar el automóvil que pertenecía a la otra persona implicada en el accidente.

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