Es apropiado que se celebre el día de independencia en muchos países alrededor del mundo. La libertad política que se ha logrado y defendido en los campos de batalla a costa de vidas humanas es un legado precioso que merece devoto mantenimiento.
Pero aun aquellos que viven en países libres pueden tener necesidad de aprender a vivir en libertad. Las personas distan mucho de ser libres si temen perder su libertad. Las personas distan mucho de ser libres si son esclavas de malos hábitos, si están sujetas al sufrimiento si temen abogar por sus convicciones y, finalmente, si sienten que están destinadas a morir porque creen que son mortales.
La Ciencia Cristiana ofrece la libertad otorgada por Dios para liberarnos de las trabas de la materialidad que pretenden hacernos creer que estamos sujetos a perder, pecar, enfermarnos, intimidarnos y morirnos. Tal libertad es mucho más que sólo un premio de triunfo sobre la dominación de dichas trabas. La libertad divina es una realidad indomable que puede ser demostrada por todos.
La libertad espiritual describe la acción de Dios, el Espíritu, acción sin restricciones y expansiva, que expresa su propia perpetuidad, santidad, armonía, integridad e inmortalidad. Como todas las cualidades de Dios, la libertad es inherente a la individualidad espiritual del hombre porque el hombre — nuestra verdadera identidad — es el reflejo de Dios.
La totalidad de Dios asegura la disponibilidad infinita de la libertad. Por consiguiente, cualesquiera que sean las circunstancias nacionales o políticas por las que estemos pasando, nuestro derecho divino a la libertad derivado de Dios nunca puede ser detenido. Pero esto debe ser entendido y demostrado.
Individualmente despertamos a la siempre presente e incondicional libertad, en el grado en que podamos comprender y demostrar nuestra verdadera relación con Dios por medio del discipulado cristiano. Cristo Jesús dijo: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Además dijo: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. Juan 8:31, 32, 36.
Jesús demostró — al redimir a los pecadores, sanar a los enfermos, alentar a los tímidos, resucitar a los muertos — que siempre estamos libres para ser libres: libres para hacer lo correcto, libres para estar bien, libres para abogar eficazmente por nuestras convicciones, libres para vivir. El probó que aun en la cruz y en la tumba hay libertad para orar y progresar.
Podemos practicar la libertad de la manera que el Maestro la ejemplificó. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “Jesús trazó el camino. Ciudadanos del mundo, ¡aceptad la ‘libertad gloriosa de los hijos de Dios’ y sed libres! Ese es vuestro derecho divino. La ilusión de los sentidos materiales, y no la ley divina, os ha atado, ha enredado vuestros miembros libres, paralizado vuestras capacidades, debilitado vuestro cuerpo y desfigurado la tabla de vuestra existencia”.Ciencia y Salud, pág. 227.
Mediante la práctica de la Ciencia Cristiana podemos liberarnos paso a paso de la esclavitud del sentido material, el único origen y condición de la materialidad Si el sentido material pretende que hemos sucumbido a la tentación, podemos expresar la libertad del Alma, Dios, y quedar libres del pecado y ser puros. Si el sentido material sugiere que estamos enfermos, podemos demostrar la libertad del Amor divino y ser perfectos y armoniosos. Si el sentido material sugiere que se nos prohiba adorar a Dios como creemos conveniente, aún podemos invocar la autoridad máxima del Principio deífico; podemos orar y encontrar un camino hacia adelante. Si el sentido material proclama que nos estamos muriendo, aún podemos percibir la libertad de la Vida, y vivir.
En realidad, el origen de nuestro derecho a ser libres de la ilusión del sentido material es Dios Mismo; y ¿quién o qué puede restringir la omnipotencia divina? Pues siempre somos libres de orar, siempre debemos estar libres para recibir la respuesta de Dios a nuestras oraciones, para ser redimidos, sanados, fortalecidos y restaurados.
En la medida en que diariamente, y a toda hora, vivamos de acuerdo con los cristianamente científicos dictados de consciencia y comprensión, estaremos mentalmente libres para confiar radicalmente en Dios en momentos de crisis. En la medida en que celebremos la verdadera libertad mediante constante devoción al discipulado cristiano, nos garantizaremos oportunidades sin restricciones para obtener la libertad en magníficas manifestaciones rebosantes de gozo y logros espirituales. Mediante la incondicional unión con nuestro Hacedor, progresamos hacia la comprensión completa y permanente de que estamos constantemente libres de la falsa propuesta de la materialidad; demostramos la libertad ilimitada del sentido espiritual.
Practicar la Ciencia Cristiana es realmente no tener temor jamás. Después de todo, cuando demostramos en cualquier grado que Dios es Todo-en-todo, nos mantenemos preparados para demostrar en cada caso que el mal — pecado, enfermedad, dominación, muerte — es mera ilusión. Por lo tanto, practicar verdaderamente la Ciencia Cristiana es vivir libres.