Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

El bien, multiplicado y sostenido por el Amor

Del número de noviembre de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cristo Jesús comprendió la ley espiritual que gobierna la multiplicación — la manifestación — del bien. En la parábola de los talentos que Jesús ilustró, el señor de la casa reprendió severamente al siervo que fracasó en utilizar y multiplicar el bien que se le había otorgado. Ordenó que se le quitara el talento a este criado improductivo y que se le diera a quien hizo el mejor uso de lo que se le había dado. Y declaró lo siguiente: “Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”. Mateo 25:29.

¿Acaso no se comparan los talentos en esta párabola con las ideas correctas y productivas? Toda persona que refleja y utiliza las ideas puras y perfectas de Dios, ciertamente encontrará la multiplicación del bien en su experiencia, lo cual le traerá satisfacción y abundancia. Sin embargo, si no utilizamos las ideas otorgadas por Dios que nos son propias por reflejo, no podemos demostrar o experimentar la abundancia. Más aún, quizás hasta perdamos todo el bien que tal vez tengamos. Todo lo que no está basado en las ideas divinamente correctas se agota, porque no tiene verdad alguna que lo sustente.

Toda idea correcta que emana de Dios, contiene en sí misma la semilla de su propia realización, y en el momento preciso, el Amor divino revela todo lo que se requiere para esa realización. Esto lo pude probar hace varios años, en mi propia vida, cuando tuve que interrumpir mi actividad como profesora de música debido a una severa enfermedad. No sólo estaba luchando con el problema físico, sino también con la falta de dinero. Al comienzo del otoño, mi trabajo me daba sólo lo suficiente para cubrir el gasto del alquiler de mi habitación, pero no lo suficiente para mis gastos de alimentos y demás necesidades.

Fui a ver a una practicista de la Ciencia Cristiana y le expliqué la necesidad que tenía de dar más clases de música. Pero también le dije que no me sentía físicamente fuerte como para aumentar mis horas de trabajo. Me recordó entonces que Dios jamás da a Sus hijos más tareas de las que pueden hacer.

A la mañana siguiente, esta observación continuó acudiendo a mi mente, y comencé a razonar de este modo: “Si Dios no me da más trabajo del que soy capaz de hacer, debe ser porque se preocupa por mí”. Entonces, como un rayo de luz, claramente me vino al pensamiento: Debe ser porque Dios me ama, y este amor es mi sustancia. Es toda la sustancia que necesito, todo lo que tal vez pueda tener o desear siempre”.

Esta idea correcta continuó desarrollándose en mi pensamiento hasta que todo sentido de carencia desapareció completamente. Entonces maravillosas cosas comenzaron a suceder.

Más tarde, esa mañana, cuando salía para hacer unas diligencias, el auto arrancaba y luego se paraba, y apenas tuvo la potencia suficiente para poder acercarme a la vereda y estacionar. De inmediato, un auto se paró justamente detrás de mí, y, al instante, un hombre se bajó y me preguntó si podía ayudar. Le pedí que por favor avisara al personal del garaje para que vinieran a recogerme. Pero levantó la capota del auto y comenzó a inspeccionarlo y me dijo: “Señora, si usted va a llevar este auto a un garaje, le cobrarán una suma exhorbitante. Me doy cuenta cuál es el desperfecto y puedo arreglárselo”.

Aunque le agradecí y le dije que no se molestara, comenzó a arreglarlo. Media hora más tarde, cuando cada uno prosiguió su camino, me di cuenta de que Dios, el Amor divino, ciertamente había respondido a mi necesidad.

Dos días después, recibí un cheque de mi hermana por correo, quien, desconociendo mi situación, decía que quería compartir conmigo una ganancia inesperada que había tenido. Esto fue más que suficiente para cubrir las necesidades inmediatas. A medida que el otoño avanzaba, me solicitaban más clases de música, y me fue posible cumplir un horario completo con un sentido de gozo y dominio.

Durante los años posteriores, la convicción de que el amor de Dios es mi sustancia, nunca me abandonó. He tenido muchas pruebas maravillosas del cuidado y provisión de Dios.

Cuando llegué a la edad de jubilarme, fui guiada a comprar un terreno y a edificar mi propia casa. Aunque mi situación financiera no era opulenta, a través de los años había estado apoyándome en el Amor divino para solucionar cada una de mis necesidades. De modo que continué sin temor y encontré, por vías insospechadas, que me era posible financiar cada fase de la edificación, a medida que ésta progresaba.

Cuando me mudé a mi casa comenzaron a llegar obsequios de distintos amigos, muebles hermosos y adecuados, hasta que mi pequeña casa estuvo completa y expresaba belleza.

Tan pronto como me establecí, innumerables alumnos comenzaron a solicitar lecciones de piano, y los próximos quince años fueron los más felices y más enriquecederos de toda mi carrera de enseñanza.

Mi experiencia me había probado que Dios ciertamente responde a todas nuestras necesidades humanas, que el Amor multiplica y sostiene todo el bien en nuestra vida. Cuando confiamos y obedecemos, el Amor divino nos ubica en el medio ambiente que estimula nuestro progreso espiritual y en el cual podemos utilizar nuestros talentos para bendecir a otros.

Aun cuando parezca que las crueldades de las circunstancias mortales nos hayan separado de la luz y la gloria de la bondad de Dios, aun entonces, Su brazo es fuerte para salvar y Su voluntad está actuando como ley para hacer cumplir Su propósito divino para nosotros. Podemos sentirnos a salvo al confiar a Dios el desarrollo de cada paso de progreso.

El hombre de Dios no puede dejar de manifestar el éxito. Su poder verdadero y prestigio espiritual siempre están desarrollándose. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, nos dice en Ciencia y Salud: “Dios expresa en el hombre la idea infinita, que se desarrolla eternamente, que se amplía y eleva más y más desde una base ilimitada”.Ciencia y Salud, pág. 258. Cada identidad espiritual es motivada por Dios para cumplir el propósito para el cual fue creada.

Nos aguardan posibilidades infinitas para experimentar y reflejar el bien, porque el Amor divino está constantemente multiplicando el bien a través de Su creación. El propósito de Dios constituye la ley suprema que lo gobierna todo, y, por consiguiente, cada persona debe cumplir, y lo cumplirá, su destino divino de libertad, dominio y grandeza.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / noviembre de 1985

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.