En cierta ocasión, mientras jugaba en la escuela, accidentalmente me golpearon en la cabeza dos veces. Ese día, cuando regresé a casa, no me sentía nada de bien. Ni siquiera podía mirar televisión. De manera que llamamos a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. No obstante, durante muchos días no pude sostener la cabeza erguida ni podía caminar.
En uno de los días en que me encontraba en casa, mi madre me preguntó si había tenido algún problema en la escuela. Le contesté que uno de mis amigos ya no era un amigo sino un enemigo; siempre me gastaba bromas. Mi madre me recomendó que reconociera lo que realmente era verdadero acerca de él. Yo sabía que todo lo que ha creado Dios es bueno, incluso a mi amigo. Escuché los relatos bíblicos grabados en discos que había adquirido en una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. También mi pequeña hermana me ayudó mucho. Muy pronto mi cabeza se enderezó, y, en la escuela, mi enemigo se convirtió en mi amigo.
Watertown, Massachusetts, E.U.A.
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