Si a usted le acabaran de decir que nunca estaría bien, ¿no se sentiría perplejo y quizás algo confundido si otra persona le dijese con firmeza y convicción: “No tiene por qué estar enfermo”? Entonces podrán comprender cómo me sentí el día en que una Científica Cristiana enjugó mis lágrimas y me alentó a mantenerme firme “contra las potestades de este mundo”, Ver Efes. 6:12.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!