Luego que Jesús alimentó a los cinco mil, los discípulos empezaron a cruzar el Mar de Galilea. Les había dicho que siguieran adelante mientras él despedía a la multitud; entonces subió al monte a orar. Mientras tanto, la barca de pesca estaba en medio del mar, azotada por las olas causadas por un fuerte viento contrario; la barca era sacudida por las olas. Entonces, caminando sobre las aguas, Jesús fue hacia los discípulos. Sintieron miedo al pensar que era un espíritu, y la Biblia nos dice que gritaron. Luego, escucharon la muy amada voz del Maestro, diciéndoles: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”
Pedro, tan impetuoso como siempre, dijo enseguida: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. “Ven”, le dijo Jesús, y Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas. Todo marchó bien hasta que tuvo miedo al ver el viento y las olas, y empezó a hundirse. El grito de Pedro pidiendo ayuda tuvo la respuesta del Cristo siempre presente, la mano extendida que reprende la falta de fe consolando y salvando; y Pedro volvió a salvo a la barca junto con Jesús. Ver Mateo 14:22–32.
Puede ser que aún no estemos prontos para caminar efectivamente sobre el agua como lo hizo Cristo Jesús. Pero podemos, con nuestro entendimiento de Ciencia Cristiana, alcanzar la mano extendida del Cristo cada vez que enfrentamos desafíos. Estamos siempre sostenidos, apoyados y conducidos a salvo a la orilla. Si nuestros corazones están a veces llenos de temor, encontramos, como Pedro, que nunca es demasiado tarde para alcanzar la Verdad. Y la Verdad nos capacita para vencer el temor y ver cada desafío tal como es: una oportunidad para demostrar que Dios es Todo.
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