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La mano extendida del Cristo

Del número de febrero de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Luego que Jesús alimentó a los cinco mil, los discípulos empezaron a cruzar el Mar de Galilea. Les había dicho que siguieran adelante mientras él despedía a la multitud; entonces subió al monte a orar. Mientras tanto, la barca de pesca estaba en medio del mar, azotada por las olas causadas por un fuerte viento contrario; la barca era sacudida por las olas. Entonces, caminando sobre las aguas, Jesús fue hacia los discípulos. Sintieron miedo al pensar que era un espíritu, y la Biblia nos dice que gritaron. Luego, escucharon la muy amada voz del Maestro, diciéndoles: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”

Pedro, tan impetuoso como siempre, dijo enseguida: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. “Ven”, le dijo Jesús, y Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas. Todo marchó bien hasta que tuvo miedo al ver el viento y las olas, y empezó a hundirse. El grito de Pedro pidiendo ayuda tuvo la respuesta del Cristo siempre presente, la mano extendida que reprende la falta de fe consolando y salvando; y Pedro volvió a salvo a la barca junto con Jesús. Ver Mateo 14:22–32.

Puede ser que aún no estemos prontos para caminar efectivamente sobre el agua como lo hizo Cristo Jesús. Pero podemos, con nuestro entendimiento de Ciencia Cristiana, alcanzar la mano extendida del Cristo cada vez que enfrentamos desafíos. Estamos siempre sostenidos, apoyados y conducidos a salvo a la orilla. Si nuestros corazones están a veces llenos de temor, encontramos, como Pedro, que nunca es demasiado tarde para alcanzar la Verdad. Y la Verdad nos capacita para vencer el temor y ver cada desafío tal como es: una oportunidad para demostrar que Dios es Todo.

Una joven señora que esperaba su tercer hijo, recibió una tarde una llamada telefónica de su madre. No bien oyó la voz de su madre, la hija se puso a llorar. “Oh, Mamá, me siento destrozada”, sollozó. Su esposo había vuelto de su trabajo en un estado depresivo, habiendo renunciado a su trabajo. Y luego se había ido. La hija sabía que se había ido hacia los acantilados en la oscuridad, y ella temía por su seguridad. Al mismo tiempo sentía que el nacimiento del bebé estaba muy cercano y se sentía muy sola, especialmente porque vivían en un lugar en donde las condiciones del tiempo podían llegar a ser muy malas y ya había mucha nieve en el suelo. Su madre sintió que era inútil hablar mucho debido a que la joven señora estaba muy angustiada; por eso, solamente le aseguró que la amaba mucho y que todo saldría bien.

Cuando la madre colgó el teléfono, deseó poder eliminar los trescientos kilómetros de distancia que había entre ella y su hija. Pero se preguntó si iba a reaccionar simplemente como una madre humana o a actuar como Científica Cristiana. Decidió que, para beneficio de todos, lo último sería lo mejor.

Lo primero que tenía que hacer era eliminar del pensamiento todo resentimiento hacia su yerno. Pronto pudo hacerlo al recurrir a la Biblia y a los escritos de la Sra. Eddy, y confiar en que él estaba a salvo. Una frase del libro de Job le ayudó mucho: “Despierta además el oído de ellos para la corrección, y les dice que se conviertan de la iniquidad”. Job 36:10. Reconoció la verdad espiritual de que aun cuando no estaba con su hija, el Padre-Madre Dios de ellas sí lo estaba. A pesar de cuán difícil era la situación, lo que realmente estaba sucediendo era lo que Dios conocía de Su idea perfecta, y esto incluía la respuesta a las necesidades de su hija. La Sra. Eddy declara: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”.Ciencia y Salud, pág. 494. Al leer algunas publicaciones de Ciencia Cristiana y estudiar la Biblia y las obras de la Sra. Eddy, sintió el cuidado del Padre por todos Sus hijos. Luego de orar durante cinco horas, la madre sintió que todo estaba bien, pudo retirarse a descansar y durmió profundamente.

Al día siguiente bien temprano, su hija telefoneó muy feliz con las noticias: su esposo había vuelto a salvo a los veinte minutos de la llamada telefónica; aunque él tuvo algunas dificultades, se las ingenió para conseguir a la partera y pudo ayudarla en el parto. La hija se sentía muy bien y muy contenta con su bebita, que ya estaba demostrando ser una fuente de gozo para ambos padres. El padre se quedó en la casa durante una semana para ayudarla con la pequeñita, y luego pudo seguir con su actividad en una posición mejor, que anteriormente había sido parcialmente planeada.

Aunque a veces experiencias como ésta son un desafío en el momento, en retrospectiva deben ser consideradas con profunda gratitud al ver cómo la Verdad invierte completamente la discordia. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, escribe en su poema “Cristo, mi Refugio”:

A Cristo veo caminar,
venir a mí
por sobre el torvo y fiero mar;
su voz oí.

Me asienta firme la Verdad
en roca fiel,
se estrella el bronco vendaval
en su poder.Escritos Misceláneos, pág. 397.

Aprendemos que podemos alcanzar la mano extendida del Cristo y así empezar a demostrar nuestra herencia dada por Dios, el dominio del hombre sobre todo.

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