Una noche vi a muchos aspirantes a actores y actrices improvisar actuaciones sin tener ningún libreto. Cuando el director decía una palabra como temor, duda, derrota, libertad, triunfo, ellos representaban esa emoción o sentimiento. Las representaciones eran tan persuasivas que me inducían a sentirme triste o jubilosa, de acuerdo con la emoción transmitida. Finalmente, tuve que recordarme a mí misma que sólo estaban actuando, que los sentimientos que representaban no eran reales.
¿Cuán a menudo en la escena humana nos ha asaltado el temor, la duda, el desaliento? Tal vez nos haya embargado una sensación de derrota sin solución aparente. Estos estados depresivos de pensamiento que quisieran apoderarse de nosotros parecen muy reales. ¡Qué importante es verlos a la misma luz con la que finalmente vi las representaciones en el escenario! Así como éstas no eran sentimientos reales, tampoco el temor, la duda y el desaliento son parte real del hombre.
Es preciso despojarnos de estos estados deplorables del pensamiento y demostrar la impotencia de todo lo que parece causarlos, mediante el conocimiento de la verdad y la regeneración moral y espiritual. Quizás la carencia crónica nos haya desalentado. ¿Qué podemos hacer? Cristo Jesús nos da una respuesta: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino”. Lucas 12:32. Aquí vemos que el Padre, el Amor divino, nos está bendiciendo. La consciencia de que Dios es Espíritu infinito, nuestro Padre todo bondadoso que cuida a Su idea, el hombre, es una fuente de fortaleza y tiene el efecto de reemplazar el temor por una confianza serena de que todo está bien.
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