Deseo aprovechar esta oportunidad para expresar, de todo corazón, mi gratitud por la Ciencia Cristiana. Cuando trabajaba como portero, me salió en la planta de un pie una protuberancia bastante dolorosa. Una vez, examinando el pie, sentí mucho temor. Entonces recordé esta declaración de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y traté de alcanzar una mayor comprensión del hombre de Dios (pág. 261): “Volved vuestra atención del cuerpo hacia la Verdad y el Amor, el Principio en que se basa toda felicidad, armonía e inmortalidad”. Mediante mi estudio de Ciencia Cristiana obtuve una comprensión más clara de la verdad acerca de que yo, realmente, era una idea espiritual que reflejaba la Mente divina, Dios.
La protuberancia del pie desapareció por completo. No puedo ni siquiera recordar cuál fue el pie afectado. Pero todavía más maravilloso que esta libertad fue el hecho de que se me abrieron nuevas puertas, lo cual me permitió regresar a mis estudios y obtener mi título de profesor. Esto me permitió el logro de un deseo acariciado por muchos años, el de ser un profesor recibido para usar mis talentos al máximo.
Muchas otras curaciones me han bendecido. Mientras trabajaba en Indonesia, fui atacado por una enfermedad y me desmayé. Mi padre y su esposa me encontraron y amorosamente me llevaron a su plantío, e insistieron en que un médico me examinara. El médico diagnosticó que tenía malaria y ofreció darme un tratamiento que no acepté. Me recuperé por medio de la oración, pero la enfermedad me volvía todos los años.
Más adelante, en los Estados Unidos, cuando sufrí otro ataque de malaria, pedí ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana. El practicista aclaró completamente que la malaria era una creencia de la mente mortal, que había surgido de la nada y volvería a la nada. Esto sucedió hace cerca de treinta años y ése fue el final de los ataques de malaria.
Por algún tiempo, sufrí de una condición nerviosa que me llevó varios años hasta obtener la completa curación. El punto decisivo sucedió una noche en la que impacientemente esperaba que mi esposa terminara de preparar la cena. Claramente me vino al pensamiento: “No estés sólo esperando ¡ayuda!” Esto fue el comienzo de una lenta, pero constante, recuperación. Con frecuencia afirmaba que sólo la Mente, Dios, me influenciaba y que esto no sólo era verdadero para mí, sino también para todos los hijos de Dios. Me aferré al modelo de Dios perfecto, hombre perfecto, y se efectuó la completa curación.
Por las curaciones mencionadas anteriormente, por la consagrada e inspirada ayuda de los practicistas de la Ciencia Cristiana, y especialmente por el gozo de expresar cualidades derivadas del único Dios, estoy sumamente agradecido.
Littleton, Colorado, E.U.A.
Bendice, alma mía, a Jehová,
y no olvides ninguno de sus beneficios.
El es quien perdona todas tus iniquidades,
el que sana todas tus dolencias.
Salmo 103:2, 3