Yo quisiera ser
como esa gran mujer de Sunem.
Yo quisiera tener
total amor por la profecía de Dios
tan arraigado en fe
que pudiera echar fuera la creencia de
incurabilidad — pérdida y pesar —
a cambio de una confianza en el Padre
que ninguna aprensión pueda ahogar.
Yo quisiera decir cuando el sentido lo niega:
“Todo está ‘bien’ ”.
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