Desde niña sentí una gran inclinación por la lectura, y prefería los temas religiosos. Por este motivo, escuchaba las audiciones religiosas que se transmitían por radio, y escribía cartas a las emisoras para poder recibir la literatura que ofrecían.
También seguí por correspondencia cursos bíblicos de diferentes denominaciones religiosas, y estudiaba con gran devoción el material que recibía de ellos. Pero, con el tiempo, todo me resultó muy confuso, y no obtuve resultados prácticos de mi estudio.
Un día, escuché por radio el programa que La Iglesia Madre [La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, Massachusetts] transmitía en esa época en la Argentina. Después, escribí a la dirección indicada pidiendo más información. Deseaba (como siempre) conocer más sobre Dios. La literatura llegó, y, al leerla, me di cuenta de la manera comprensiva y dulce que tiene la Ciencia Cristiana de interpretar las Escrituras. Luego, al leer el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, empecé a tener un enfoque distinto de la vida; empecé a ver el bien total de la creación de Dios. Siguiendo la lectura, comprobé en mi experiencia la verdad de las declaraciones de este libro; tuve pruebas de la ley de Dios en acción.
Para empezar, dejé de tomar las medicinas que me habían recetado para aliviarme de fuertes dolores de cabeza y de cintura, y para decaimiento general. Después de algún tiempo, me di cuenta de que estas dificultades habían desaparecido completamente.
En cierta ocasión, un fuerte dolor en una rodilla me impidió caminar normalmente durante varios meses. A pesar de mis esfuerzos por resolver este problema a través de la Ciencia Cristiana, la condición perduraba; hasta hubo momentos de duda respecto a la curación.
Una noche, el dolor se hizo intolerable. En mi desesperación, humildemente traté de comprender algo que dice la Sra. Eddy en la página 475 de Ciencia y Salud: “El hombre es espiritual y perfecto; y porque es espiritual y perfecto, tiene que ser comprendido así en la Ciencia Cristiana”.
Esto dio resultado. Al día siguiente, al despertar, podía mover la pierna normalmente, y no quedaba rastro ni vestigio de dolor. Esta curación ha sido permanente, y, desde entonces, siempre he recurrido a la Ciencia Cristiana para la curación.
Con mucho gozo doy este testimonio, y agradezco a Dios por Cristo Jesús y su fiel seguidora, la Sra. Eddy, quien dejó a la humanidad la exposición de la Ciencia Cristiana. También doy gracias por ser miembro de La Iglesia Madre y de una de sus filiales, en donde trabajamos para bendecir a la humanidad. La Ciencia Cristiana me ha ayudado a comprender y demostrar lo que leemos en Isaías (26:3): “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”.
Tristán Suárez, Argentina