A veces tenemos una experiencia que parece difícil y desagradable, pero luego nos damos cuenta de que, gracias a ella, se puso al descubierto y se destruyó tanto error, y la Verdad se hizo tan visible, que, en realidad, fue una bendición.
Una experiencia así me ayudó a comprender bien que las lesiones y las enfermedades son sólo cuadros mentales oscuros de creencias, sugestiones mesméricas, que la Ciencia Cristiana destruye al presentar la realidad espiritual: un Padre perfecto y universal, que es Mente, y Sus hijos inmortales y perfectos, Su imagen misma y expresión. El apóstol Juan dice de este bondadoso Padre: “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él”. 1 Juan 1:5.
Un miércoles por la tarde, cuando iba a la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, que queda cerca de mi casa, me di un fuerte golpe al caerme. Cuando recobré el sentido, me sentía mareada y entumecida, y no podía ver con uno de los ojos. Pero sentí a Dios muy cerca de mí. Sabía que El no había cambiado en estos últimos instantes, y, en realidad, tampoco lo había hecho yo por ser Su reflejo. Supe con firmeza que no hay lapso en la armonía que el Principio divino mantiene.
En la iglesia fui recibida con tanta compasión y ternura que toda sensación de náusea y conmoción desapareció. A la mañana siguiente, en mi trabajo, mis compañeros estaban bastante preocupados por mi apariencia. Pensé que era sabio pedir a un practicista que me apoyara por medio de la oración, para poder aferrarme a la verdad de mi individualidad perfecta en Dios y silenciar toda clase de predicciones horribles. Al otro día, hubo una mejoría extraordinaria, y muy poco tiempo después, sané completamente.
¿Por qué esta aparente lesión no llevó semanas para sanar? Porque no fue considerada una condición de la materia, sino meramente una sugestión mental de que hay una causa aparte de Dios. La Ciencia Cristiana enseña que el hombre es enteramente espiritual, que es consciencia individual, el reflejo de la Mente divina, que expresa las cualidades, facultades y acción de la Mente. En la proporción en que albergamos conceptos espirituales, comenzamos a experimentar cada vez más nuestra verdadera naturaleza.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Abrazáis vuestro cuerpo en vuestro pensamiento y debierais delinear en él pensamientos de salud, no de enfermedad”.Ciencia y Salud, pág. 208. En la medida en que nuestro pensamiento está gobernado por Dios, toda nuestra experiencia — incluso el cuerpo, que abrazamos en el pensamiento — está bajo el gobierno divino. El pensamiento espiritualizado se manifiesta en condiciones armoniosas.
La creencia general sostiene que la inteligencia consta de muchas mentes pequeñas, contenidas en la materia y subordinadas a ella. Esta multitud de mentes forman el pensamiento mortal colectivo, que pretende dominar a la humanidad y está plagado de cuadros de pecado, enfermedad, limitación, violencia, destrucción, carencia, temor, y demás. Sin embargo, Dios es la única Mente indivisible, expresada infinitamente en sus ideas.
Si nos sentimos enfermos, la creencia mortal sugiere que Dios está ausente; que estamos solos, rodeados de tinieblas; que somos víctimas indefensas. El mero atrevimiento de tal sugestión debiera movernos a no creer en ella en absoluto. ¿Por qué? Porque ¡Dios sí está presente, y el error no lo está! El original y su reflejo son inseparables, y la omnipresencia jamás puede estar ausente. El mal nos quisiera tentar para que creyéramos que es real, pero no puede hacerse real ni forzarnos a aceptar su aparente realidad.
Tenemos que decidir entre dos cuadros de pensamiento — el real y el irreal — entre la Mente divina expresada en su idea, el hombre, y el concepto mortal equivocado de que hay materia inteligente con todos sus dolores y discordancias. Cristo Jesús siempre se decidió en favor del Dios perfecto y Su voluntad perfecta para con el hombre. Con autoridad divina, desechó los cuadros angustiosos que se le presentaban. El resultado era la curación, un cambio de evidencia que todos podían apreciar. ¿No debemos nosotros seguir su ejemplo con entusiasmo y gratitud?
En Hechos leemos: “Porque en él [Dios] vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:28. Si sabemos que estamos incluidos en el amor circundante de Dios, y nos mantenemos en Su luz, ¿cómo pueden acercarse el temor o las tiniebla? “No hay ningunas tinieblas en él”, y no hay nada fuera de Su totalidad.
Lo que ocurrió en mi caso no fue que la materia lesionada se había convertido en materia saludable, sino que un cuadro mental falso fue reemplazado por la evidencia de la Verdad divina. En todos los casos de enfermedad o pecado, es preciso que cambiemos el cuadro mental, que corrijamos la creencia material mediante la oración y la regeneración espiritual.
Con el apoyo de Dios, siempre podemos cambiar nuestro pensamiento. Podemos afirmar mentalmente la armonía inalterable del Amor divino que lo incluye todo. Entonces, según sea nuestra percepción y convicción espirituales, así la situación humana se ajustará a la Verdad, el Principio divino. ¡Cuán liberador es saber que la enfermedad nunca es un hecho físico, sino meramente una imagen en la mente mortal que pide aceptación! En cada caso nosotros mismos podemos demostrar la profunda sabiduría de la admonición de Santiago: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. Sant. 4:7, 8.
En la Ciencia Cristiana, la oración de ninguna manera es un acto de voluntad ni de autohipnotismo; no es visualizar un cuerpo material perfecto; tampoco es “pensamiento positivo”, que incluye la voluntad humana. Y en el caso de practicista y paciente, no se trata de que el pensamiento del practicista controle el del paciente. El tratamiento en la Ciencia Cristiana, o la oración, es rechazar la creencia en muchas mentes y acercarnos a la única Mente perfecta, Dios, y tener una profunda y consagrada comunión con El. En humildad y reverencia nos volvemos más conscientes de la gloria de Dios y de Su gran amor. La visión de la perfección infinita — la Mente siempre presente y omnipotente, y el hombre intacto como idea perfecta de Dios — reemplaza a la mente mortal y a sus conceptos erróneos. La curación es la evidencia de nuestra santa comunión con Dios.
La verdadera curación espiritual es la curación del Cristo. Se realiza en la consciencia, no en la materia. Al aferrarme persistentemente a lo verdadero, aun una tenue vislumbre del hecho espiritual me ha traído armonía casi instantáneamente — una solución en cuestión de minutos — en lo que aparentemente eran situaciones sin salida.
Si es tan simple, ¿por qué luchamos tanto y tenemos tanto temor? En una época, yo creía que lo más difícil de todo era dejar que se hiciera la voluntad de Dios. Creía que Dios era impenetrable, imposible de predecir, y que nos mandaba aflicciones y nos castigaba según le placiera, utilizando el mal para hacernos buenos. Creía que se esperaba de nosotros que humildemente aceptáramos el mal y pacientemente lo soportáramos porque era la voluntad de Dios. ¡Qué equivocación! Muchas personas se han alejado de Dios con amargura debido a este concepto acerca de El, en lugar de mejorarse moral, espiritual y físicamente a través de la comprensión espiritual de Dios como Amor.
“El Dios de la Ciencia Cristiana es el Amor divino, universal, eterno, que no cambia, y que no causa el mal, la enfermedad ni la muerte”,Ciencia y Salud, pág. 140. leemos en Ciencia y Salud. Es natural confiar en un Dios universal, inmutable, imparcial, que no crea, conoce, apoya ni tolera el mal, y que es el único poder. Su presencia, sentida en lo más íntimo, expulsa el temor, el sufrimiento, la impureza — todos los cuadros de pensamiento erróneos — por medio de la superabundancia de luz, armonía y comprensión espirituales que Cristo, la idea de Dios, imparte.
Aun antes de ver los frutos de nuestra victoria espiritual, triunfamos al asirnos firmemente al cuadro correcto, a conceptos espirituales. Y alabamos y santificamos el santo nombre de Dios, que es Amor.
