Después de haber enseñado, durante varios años, a estudiantes mayores en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, se me pidió que enseñara en la clase de niños de ocho años de edad. Esto fue bastante inesperado, y reaccioné negativamente. Acudí a un amigo, el cual era un Científico Cristiano experimentado, y le dije con cierta desesperación: “Me pidieron que enseñara a niños de ocho años. Mi enseñanza ha estado orientada hacia la clase de los mayores. ¿Qué debo hacer?”
Hubo un largo silencio del otro lado de la línea. Luego escuché: “Si no puedes explicar la Ciencia Cristiana a un niño de ocho años, es porque tú mismo no la has comprendido”.
Me quedé sorprendido. Esperaba un consejo bondadoso, pero esta reprimenda fue el mejor consejo que pude haber recibido. Me volví totalmente a Dios en oración con un “Gracias, Dios mío, por esta oportunidad de servirte”. Estoy seguro de que yo aprendí más de esos niños de ocho años, que lo que yo les enseñé.
La oración y la enseñanza en la Escuela Dominical van de la mano. Cuando prestamos especial atención a la guía divina, sentimos la presencia del Cristo, la Verdad. Somos guiados, en nuestro estudio de las Lecciones Bíblicas Se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana., a investigar y desarrollar conceptos que puedan ser especialmente útiles a los estudiantes, y a cumplir con lo que dispuso la Sra. Eddy en el Manual de La Iglesia Madre para la enseñanza en la Escuela Dominical. Ver Man., Art. XX. Así crecemos espiritualmente.
Puede que encontremos jóvenes que estén interesados en la búsqueda de algo que los sostenga, o jóvenes que sientan rebeldía; cualesquiera que sean sus actitudes, sabemos que lo que se necesita es orar.
Los maestros necesitan estar alerta a las formas sutiles en que las sugestiones se puedan presentar para desviarlos, tanto a ellos como a sus alumnos, del verdadero propósito de la Escuela Dominical. Por medio de la oración reconocemos que la única Mente está presente y expresada en la inteligencia e integridad de cada individuo. Entonces no estaremos perdiendo tiempo precioso en conversaciones sin importancia. Encontraremos las oportunidades para llevar la conversación hacia temas y pensamientos interesantes. Cuanto más la oración nos enseñe cómo dar, tanto más descubriremos que siempre estamos recibiendo. La enseñanza misma en la Escuela Dominical — basada en la oración — es respuesta a la oración.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “La oración, la vigilancia y el trabajo, combinados con la inmolación de sí mismo, son los medios misericordiosos de Dios para lograr todo lo que se ha hecho con éxito para la cristianización y la salud del género humano”.Ciencia y Salud, pág. 1. Como resultado de escuchar la dirección divina, he sido recompensado muchas veces al recibir al instante respuesta a la oración exactamente donde yo estaba. Una de estas ocasiones, que se me presentó con los niños de ocho años, se destaca vivamente, y yo la atesoro.
Un domingo, como era mi costumbre, pedí a la clase que compartiera experiencias en las que la Ciencia Cristiana les había ayudado. Un niño levantó la mano y habló sobre la protección que había tenido cuando se cayó de su bicicleta. Terminó diciendo que él creía que la razón por la cual no se había lastimado era que había estado pensando en Dios. Otro niño, que había sido algo como el escéptico Tomás, levantó la mano y relató más o menos la misma experiencia. Terminó diciendo que él tampoco se había lastimado, y que ni siquiera había pensado en Dios.
Con un sentimiento de amor por ambos niños, guardé silencio por un momento y oré: “Dios mío, pon las palabras en mi boca para responderles a estos niños”.
Me di cuenta de que estaba mirando directamente al niño, y diciéndole: “Tal vez, tú no pensaste en Dios, pero Dios estaba pensando en ti”.
En silencio dije: “Gracias, Padre, por Tu respuesta instantánea a mi oración”.
La expresión del niño que dudaba cambió en seguida, y me di cuenta de que, evidentemente, le habían dicho que debía amar a Dios, pero nunca le habían dicho que Dios lo amaba a él.
Los miembros de la iglesia reciben una gran alegría y satisfacción cuando responden “sí” a la invitación para enseñar en la Escuela Dominical, en cualquier clase. Asimismo verán que, a medida que crezcan en gracia y se apoyen más de lleno en la oración, las lecciones de la Escuela Dominical llegarán a ser una evidencia de la respuesta a la oración.
