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El poder restaurador de la verdadera sustancia

Del número de junio de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La comprensión correcta de que la sustancia es Espíritu, y no materia, puede conducir a que se restaure en la vida humana todo lo que nos sea de veras necesario. Cristo Jesús y sus discípulos demostraron en forma cabal la premisa de que el Espíritu es la única sustancia, cuando restauraron la salud a los enfermos por medios espirituales solamente.

Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10.

Si esperamos recibir un bien más abundante y permanente — más sustancia — en nuestras vidas, debemos ser guiados hacia éste por la fe. La epístola a los Hebreos dice: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hebr. 11:1. Pero para ser guiados correctamente, nuestra fe debe establecerse en el Espíritu, no en la materia, y basarse en la comprensión espiritual.

La Ciencia Cristiana — la Ciencia que la Sra. Eddy descubrió y demostró— explica que la sustancia es todo lo que el Espíritu omnipotente es, a saber, la Vida eterna, la Mente del todo armoniosa, el Alma única que todo lo incluye, el Principio perpetuo, la Verdad perfecta, el Amor infinito. Puesto que el Espíritu omnipotente excluye la enfermedad, la sustancia es siempre sana y completa. No puede ser dañada. Puesto que la Vida es eterna, la sustancia es indestructible.

La sustancia inteligente desconoce la abrasión de la discordancia y la corrosión del tiempo. La Mente divina del todo armoniosa asegura la tranquila concordia de la sustancia. La unicidad del Alma mantiene la sustancia intacta, automantenida.

Debido a que el Principio está perpetuamente establecido, no aumenta ni disminuye, no va ni viene. Por lo tanto, la sustancia no puede nacer ni morir; no crece ni se deteriora; es por siempre completa. Puesto que la Verdad es perfecta y el Amor es infinito, la sustancia es ilimitable y sin defecto. La sustancia no se agota al proveer.

La sustancia es, en realidad, Dios, el Todo-en-todo. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Puesto que Dios es sustancia y el hombre es la imagen y semejanza divina, el hombre debe desear, y en realidad posee, sólo la sustancia del bien, la sustancia del Espíritu, no de la materia”. Y más adelante agrega: “El engaño, el pecado, la enfermedad y la muerte son el resultado del falso testimonio del sentido material, el cual, desde un punto de vista hipotético, situado fuera de la distancia focal del Espíritu infinito, presenta una imagen invertida de la Mente y de la sustancia, con todo puesto al revés”.Ciencia y Salud, pág. 301.

Tal vez las cosas parezcan estar puestas al revés en nuestra vida. Quizás el pecado parezca ser más atractivo que la santidad, y la enfermedad más real que la salud. Tal vez la pobreza nos parezca más normal que la abundancia, y la pérdida más posible que la restauración. Pero en el tejido y fibra de nuestro verdadero ser, reflejamos la sustancia que es Dios. Por lo tanto, nuestra salud e integridad no son perturbadas por la apariencia material de las cosas. Y esto lo podemos comprobar.

Mediante el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana, podemos obtener una mejor comprensión de la sustancia. Entonces, a medida que practicamos lo que comprendemos, podemos transformar por completo nuestras vidas y ser lo que realmente somos: el hombre perfecto de Dios. Curación tras curación, podemos demostrar que somos inmunes a la tentación, que no somos afectados por los accidentes, que no podemos ser afligidos por el sufrimiento, que la carencia no puede privarnos de nada y que las pérdidas no pueden mermarnos. El hombre de Dios, que refleja la sustancia invariable e inmutable, permanece jamás tocado ni dañado por el error. A medida que practicamos lo que comprendemos de la sustancia como Espíritu, podemos comprobar que la verdadera individualidad del hombre, nuestro propio ser, es impecable y está a salvo; que es armoniosa, segura y completa. La sustancia que reflejamos es invariablemente perfecta. Su presencia que todo lo penetra no admite necesidades que no hayan sido satisfechas.

Es probable que los sentidos materiales informen que hay sustancia en la materia, y que la materia puede pecar, enfermar, morirse o perderse. Pero estos sentidos, con sus imágenes de materia sustancial, constituyen un falso sentido, y un falso sentido de la sustancia no es sustancia; es una creencia de que Dios no está presente.

En realidad, no existe un vacío que admita un falso sentido. La inmensidad está siempre llena de la verdadera sustancia, porque Dios está en todas partes. La Sra. Eddy escribe: “La Ciencia Cristiana se basa en las realidades del Espíritu y sus formas y representaciones, pero estas realidades son los antípodas mismos de las llamadas realidades de la materia; y las eternas verdades del Espíritu imponen sus derechos sobre su opuesto, o la materia, en la destrucción final de todo lo que es desemejante al Espíritu”.Escritos Misceláneos, pág. 55.

El poder de Dios para expresar Su totalidad en Su perfecto reflejo, el hombre espiritual, es el poder que tiene la sustancia para reemplazar el falso sentido material llamado placer, dolor y riqueza en la materia. Tal comprensión cristianamente científica es el Cristo, la Verdad, que representa la verdadera sustancia y satisface nuestras necesidades.

Si queremos llegar a una completa comprensión de la sustancia, debemos estar alerta para seguir al Cristo, la Verdad — como lo enseña la Ciencia Cristiana — en todos nuestros caminos. Los sistemas mentales de ayuda propia, materiales o mortales, no importa cuán bien intencionados sean, son inadecuados para proveernos del poder espiritual de la verdadera sustancia. La Sra. Eddy nos advierte: “La razón y la filosofía humanas puede que sigan sendas tortuosas, la línea de los líquidos, la seducción del oro, o el sentido dudoso que no alcanza a ser la sustancia, las cosas que se esperan y la convicción de lo que no se ve”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 260.

La curación en la Ciencia Cristiana no llega mediante el esfuerzo humano dirigido por la voluntad mortal. Dios Mismo confirma la enseñanza y la práctica de esta Ciencia con resultados sanadores. La curación es el sello mismo de una comprensión demostrable de la sustancia de la Ciencia. En la medida en que el Cristo, la Verdad, es hecho carne al luchar mediante la oración para subordinar el sentido mortal del yo y ser veraces, la sustancia que participa de las cualidades de Dios sale a luz en nuestras vidas. A medida que amamos con más amplitud y con menos parcialidad, nuestra naturaleza expresa la amplitud de la sustancia.

El despertar espiritual que conduce a la comprensión y demostración de la realidad divina trae el poder restaurador de la sustancia a nuestras vidas. El Cristo, actuando mediante la práctica de la Ciencia Cristiana, nos redime y nos sana, satisfaciendo todas nuestras necesidades e inspirando la espiritualidad que busca evidencias más allá de los panes y los peces. Así, la Ciencia Cristiana nos transforma poderosamente, enseñándonos continuamente que la sustancia no es “lo que yo deseo” o “lo que yo tengo”, sino que es el gran Yo soy, Dios.


Tierra, no temas; alégrate y gózate,
porque Jehová hará grandes cosas...
Y os restituiré los años que comió la oruga...
Y conoceréis que en medio de Israel
estoy yo
y que yo soy Jehová vuestro Dios,
y no hay otro;
y mi pueblo nunca jamás será avergonzado.

Joel 2:21, 25, 27

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