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¿Qué tan importante es la fe?

Del número de junio de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Ha pensado alguna vez en la fe como algo de poca importancia, como algo agradable para tener pero que no se puede comparar con el entendimiento? Aunque sin darme cuenta, siempre tuve esta opinión, hasta que una experiencia me abrió los ojos al poder maravilloso de una fe total en Dios.

El estudio de los cuatro Evangelios nos da una prueba convincente de que la fe es un elemento vital en la curación. En el caso del centurión que le pidió a Cristo Jesús que sanara a su criado, el centurión tenía tal fe en la autoridad sanadora que representaba el Maestro, que simplemente le pidió que dijera la palabra. La respuesta de Jesús fue: “Ni aun en Israel he hallado tanta fe”. Mateo 8:10.

El centurión mostró otro aspecto de la fe: la humildad. Sintió que no era digno de que Jesús fuera a su casa. Al reconocer la autoridad que Jesús tenía sobre la enfermedad y el pecado, confió humildemente en eso. Y no fue defraudado, porque su criado sanó en esa misma hora.

Por esta curación podemos ver que la fe incluye un reconocimiento humilde en un poder superior; implica comprometerse a confiar en este poder a pesar de la situación humana en que nos encontremos.

En la Ciencia Cristiana sabemos que la omnipotencia es Mente, Principio, Verdad y Amor divinos; todos éstos son términos sinónimos de Dios. Es en el todo poder de la Mente infinita, en la ley invariable del Principio, en la autoridad invencible de la Verdad, en el abrazo cálido del Amor, en lo que confiamos. Nuestra fe en este Dios — el Todo-en-todo — crece a medida que tenemos un entendimiento mayor de El.

Aprendemos mediante el estudio y la oración, que tal entendimiento empieza con la premisa de Dios perfecto y Su manifestación perfecta, el hombre, que emana de Dios y Le refleja. Dios mantiene a Su creación en el punto de perfección, totalmente libre de enfermedad y pecado, libre de cualquier creencia material o pensamiento mortal.

Estas verdades son contrarias a la mayoría de las opiniones o conclusiones humanas y, a menudo, no están apoyadas por las condiciones del cuerpo. Pedirle a una persona que está padeciendo una enfermedad que deje de contemplar ese cuadro material, y que llene su pensamiento con la totalidad de Dios y Su creación espiritual, puede parecer desconsiderado y hasta cruel. Pero, ¿acaso no fue eso lo que hizo Jesús? ¿No es acaso tal conocimiento una declaración de nuestra confianza en el poder sanador de Dios? Jesús dijo al hombre que estaba junto al estanque de Betesda: “Levántate, toma tu lecho, y anda”. Juan 5:8. Cuando enfrentó el desafío con la obediencia, el hombre se liberó inmediatamente.

Jesús oraba a Dios y se refería a El como Padre, el único poder, el único hacedor. El Maestro tenía una fe absoluta en Dios, porque tenía un entendimiento absoluto acerca de El. También esperaba que sus seguidores (de antes y de ahora) tuvieran una fe absoluta que proviene de un entendimiento claro. Esta no es una fe ciega. A medida que progresamos en nuestra comprensión acerca de Dios, y vemos el efecto práctico que esto tiene en nuestra vida, no podemos sino tener más y más confianza en la omnipotencia de Dios. La fe abre la puerta de nuestra consciencia para admitir los pensamientos angelicales que están siempre disponibles.

En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, la Sra. Eddy escribe sobre las dos definiciones de fe, estar lleno de confianza y ser digno de confianza: “Con cierta clase de fe confiamos nuestro bienestar a otros. Con otra clase de fe comprendemos al Amor divino y cómo llevar a cabo la obra de nuestra ‘salvación con temor y temblor.’ ‘¡Creo; ayuda mi incredulidad!’ expresa la ineficacia de una fe ciega; mientras que el mandato: ‘¡Cree... y serás salvo!’ exige una seguridad en sí mismo digna de confianza, que incluye comprensión espiritual y confía todo a Dios”.Ciencia y Salud, pág. 23.

Comprendí el poder que tiene la fe, que incluye entendimiento, durante una prueba difícil. Durante cerca de ocho meses, tuve períodos de agudos dolores y no podía retener la comida, lo cual me dejaba muy débil. Con estos ataques, sentí otros síntomas que comenzaron a atemorizarme mucho. Siempre que tenía un ataque, le pedía ayuda metafísica mediante la oración a una practicista de la Ciencia Cristiana quien me ayudó con mucho amor. A menudo yo llamaba muy temprano por la mañana, y estos trabajadores tan dedicados siempre expresaban un gran amor y deseo de ayudar.

A pesar de que yo trataba de obtener un mayor entendimiento, los ataques parecían empeorar y aumentar, hasta que una mañana dije simplemente y con todo mi corazón: “Dios, ayúdame”.

Lo que me vino al pensamiento fue el hombre ciego que le pidió a Jesús que tuviera misericordia de él. Jesús le preguntó qué quería y el ciego contestó: “Maestro, que recobre la vista”. Marcos 10:51. Percibiendo que el Cristo de Dios está siempre presente con nosotros, oré al Padre con fe humilde como la de un niño: “Señor, que pueda recibir mi salud”.

Durante ese día, poco a poco me fui sintiendo más fuerte. Al anochecer estaba segura de que había sanado, y así lo pude demostrar. Volví a comer normalmente y desaparecieron los otros aspectos del problema.

Cuando estuve dispuesta a confiar en Dios por completo y humildemente, y pedirle el entendimiento que necesitaba, me vino el hermoso pensamiento angelical de que el Cristo, la Verdad, está siempre conmigo. El cuadro material de temor y angustia simplemente se borró mediante el despertar a este entendimiento del poder del Cristo. La curación que se produjo como resultado de esto me mostró, más claro que nunca, que Dios es verdaderamente mi Vida misma.

En la Ciencia Cristiana no tratamos de ordenarle a un cuerpo enfermo que sea saludable, ni tampoco pedimos a Dios que cambie las condiciones del cuerpo humano. La curación física es el resultado directo de aceptar, cada vez más, la realidad absoluta de que nuestro creador omnipotente y omnipresente ha creado al hombre para ser Su expresión: espiritual, puro y perfecto, eternamente.

La frase con que comienza el capítulo sobre la oración en Ciencia y Salud dice: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios — una comprensión espiritual de El, un amor desinteresado”.Ciencia y Salud, pág. 1.

¿Qué tan importante es la fe? ¡Es indispensable para nuestro progreso hacia el Espíritu!

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