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No es necesario “recuperarse” en la Vida inalterable

Del número de junio de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Recientemente una persona me dijo: “¡Qué difícil es recuperarse de una enfermedad cuando envejecemos!” Tal vez estemos aceptando la sutil excusa de que tenemos que esperar un largo período de recuperación, o de que tenemos que resignarnos y darnos por vencidos. La Ciencia Cristiana nos enseña cómo rechazar las creencias asociadas con esta pretensión. Con el apoyo de Dios, podemos cambiar radicalmente nuestra visión acerca de nosotros mismos y lograr nuestra curación.

En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy presenta una norma para pensar y orar. Ella dice: “En la Ciencia, todo el ser es eterno, espiritual, perfecto, armonioso en toda acción. Dejad que el modelo perfecto, en lugar de su opuesto desmoralizado, esté presente en vuestros pensamientos”. Luego nos da los resultados de tal pensamiento: “Esa espiritualización del pensamiento deja entrar a la luz y hace que estéis conscientes de la Mente divina, de la Vida y no de la muerte”.Ciencia y Salud, pág. 407.

¿Cuál es este “modelo perfecto”? Es el hombre de Dios. ¿Es la creación espiritual o material? Es espiritual, la expresión de Dios, el bien, la manifestación del Espíritu y la Vida, que incluye la naturaleza y atributos de Dios.

Mediante la oración, tenemos la capacidad de reconocer que somos la semejanza de Dios, Su imagen perfecta, ahora y por siempre. En razón de que existe un solo Dios, la única creación o modelo posibles es semejante a El, sin edad e inmortal. Puesto que el hombre existe a la altura de la Verdad y del Amor, podemos reclamar que existimos permanentemente en un estado de salud y perfección, que Dios sostiene. Esto refuta la creencia material de que somos mortales que estamos envejeciendo y luchando para recuperarnos de una experiencia difícil o destructiva. En vez de pensar que debemos retornar a un estado de salud y bienestar perdido, podemos aceptar el mensaje de Cristo, la Verdad, que nos despierta a nuestro estado verdadero: la perfección y compleción actuales del hombre. Desde el punto de vista espiritual, nunca “nos recuperamos” de nada.

Tenemos que reemplazar el concepto erróneo de que somos pecadores que moramos en un cuerpo material (el “opuesto desmoralizado”) por la verdad de que el representante de Dios (que es lo que en realidad somos) posee solamente una identidad o cuerpo espiritual e incorpóreo. Por ejemplo, podemos llenar nuestro pensamiento con la verdad de que somos hijos del Espíritu divino, que expresamos la sustancia espiritual que jamás se fractura ni decae; que somos el linaje del Alma, que no nos estamos envejeciendo, sino que siempre tenemos lozanía y vitalidad, y que estamos alerta; que somos el modelo perfecto de la Mente divina, que manifestamos la inteligencia y vida eternas. Tan sólo una vislumbre de nuestras cualidades inmortales como la creación radiante del Amor, nos estimula a mantener nuestro pensamiento centrado en la perspectiva espiritual acerca de Dios y de nosotros mismos. Esto es importante, puesto que como dice la Sra. Eddy: “Como el cuerpo mortal no es sino el estado objetivo de la mente mortal, esta mente debe ser regenerada para mejorar el cuerpo”.Retrospección e Introspección, pág. 34.

Esta renovación se efectúa más fácilmente en la medida en que comprendemos que Dios es Todo. No hay un poder creado por sí mismo llamado materia o mente mortal con el cual Su creación está en conflicto. “Todo” significa simplemente eso: todo poder, toda presencia; no hay ninguna inteligencia, sustancia o Mente fuera de la Deidad. La materia no puede tener la libertad de establecer las condiciones para el hombre, y sobre esta base podemos insistir con autoridad divina que ni la enfermedad ni accidente alguno jamás han formado parte de la vida, y no pueden afectarnos. Estas realidades divinas hacen que el poder sanador de Dios tenga efecto sobre huesos fracturados que no han sanado, torceduras, o cualquier otra dolencia vinculada con la edad avanzada. Las verdades inteligentes de Dios eliminan los conceptos erróneos de nuestra consciencia y traen la curación rápida y seguramente.

Quizás usted sienta que la falta de fuerzas está impidiendo su recuperación y su capacidad para orar por usted mismo. Aunque, ciertas veces, hallemos sabio y necesario recurrir a un practicista de la Ciencia Cristiana para que nos apoye en el tratamiento por medio de la oración, podemos darle la bienvenida a la oportunidad de desafiar en nuestro propio pensamiento el concepto limitativo de que la materia es nuestra fuente de vigor. Los músculos, el cerebro, los nervios, no tienen inteligencia para impedirnos que recuperemos todas nuestras fuerzas y vigor mental, y debemos rechazar la creencia errónea de que éstos lo puedan hacer. El punto de vista espiritual se ilustra en los siguientes versículos bíblicos: “Buscad a Jehová y su poder; buscad su rostro continuamente... Alabanza y magnificencia delante de él; poder y alegría en su morada”. 1 Crón. 16:11, 27. El hecho espiritual es que siempre estamos en Su lugar, es decir, coexistimos con Dios como Su hombre. Su fortaleza es nuestra por reflejo. El hombre posee todas las ideas y cualidades legítimas, incluso la fortaleza y vitalidad. El aceptar y comprender esta realidad es un antídoto poderoso para combatir la energía y vigor decadentes.

Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino, dio prueba eficaz en su ministerio sanador del poder que tiene el Principio divino, Dios, para destruir la creencia de que la edad o la duración de la enfermedad son factores que demoran la curación cristiana. Por ejemplo, en el estanque de Betesda sanó instantáneamente a un hombre que había estado paralítico treinta y ocho años. Jesús le dijo al hombre: “Levántate, toma tu lecho, y anda”. La Biblia declara: “Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo”. Juan 5:8, 9. Lo que curó al hombre fue el Cristo, la Verdad, encarnado en el discernimiento que poseía Jesús del ser verdadero de aquel hombre, de su identidad espiritual como el modelo perfecto de la creación de Dios. ¿Podría hallarse evidencia alguna más clara de que la energía divina se puede demostrar sin ningún esfuerzo en la restauración inmediata de la salud, de la fuerza plena y la actividad?

La mente mortal (el término utilizado en la Ciencia Cristiana para indicar una supuesta mentalidad opuesta a la Mente inmortal) insinúa tener el poder de dictar sus propias leyes físicas, como, por ejemplo, la asociación entre la recuperación lenta y la edad avanzada. Puesto que esta presunta ley no tiene fundamento en la creación divina, debemos negar vigorosamente su pretensión de realidad y de que pueda ejercer control alguno sobre nuestra vida, mente y cuerpo. La Vida verdadera del hombre no incluye tal ley. La ley de Dios del bien jamás es derogada por otro poder, sino que está siempre operando, y está disponible para que podamos demostrarla en nuestras vidas diarias. El Cristo, la actividad sanadora y salvadora de la Verdad divina, está siempre presente para eliminar el error de nuestra consciencia y, por consiguiente, de nuestra experiencia.

No existe ninguna etapa en nuestra vida durante la cual el deseo profundo de acrecentar nuestro entendimiento de Dios y nuestra relación con El sea impotente o tenga menos probabilidades de dar los frutos en forma de curación y regeneración. La oración en la Ciencia manifiesta la evidencia de nuestra identidad espiritual de una manera práctica que responde a nuestra necesidad. Cuando reconocemos y vivimos las realidades espirituales y científicas, ellas nutren y elevan nuestro entendimiento y confianza en que el Amor divino está presente para sanar rápida y completamente. En la medida en que comprendemos que nuestro Hacedor nos mantiene siempre bajo Su amoroso cuidado, permanentemente en paz y por siempre íntegros y sanos, el mesmerismo de creer que la recuperación lenta debe acompañar a la edad avanzada disminuirá y desaparecerá de nuestra experiencia. Dios está siempre dispuesto a ayudarnos a comprender y a demostrar nuestra libertad, excelencia e inmortalidad completas bajo Su gobierno.

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