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Deje de vivir en el pasado

Del número de noviembre de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la parábola del hijo pródigo, Ver Lucas 15:11–32. Cristo Jesús le dio al mundo un nuevo enfoque de lo que es el linaje verdadero del hombre. Cuando el hijo pródigo regresó a su hogar, su padre le dio un vestido, un anillo y calzado, símbolos de su lugar en la casa de su padre y de ser digno hijo de su padre. Cuando el hijo dijo que no lo merecía, el padre no respondió, sino que simplemente ordenó a sus siervos que trajeran esos regalos de honor. Se podría decir que para Dios no hay nadie que no merezca Su amor. El no tiene hijos que no sean merecedores de este amor. Todos son amados.

Quien sienta que ha sido el hijo rechazado y no amado, puede retractarse de esta sugestión y regresar a su verdadero Padre-Madre y ponerse el vestido, el anillo y el calzado que simbolizan su filiación y dignidad espirituales, comprendiendo su identidad como hijo espiritual del único Dios. Dios constantemente sabe y ama, por lo tanto, aprecia a Su creación. Podemos participar de este aprecio y reconocimiento al abandonar conceptos erróneos y al comprender y expresar nuestra relación con el único Dios omnipresente.

La escritora se dio cuenta de que recuerdos desagradables de un pasado infeliz podrían sanarse al aprender más sobre la relación del hombre con Dios, como lo enseña la Ciencia Cristiana. Ella anhelaba sanar un problema de exceso de peso a través de la Ciencia Cristiana, porque quería la curación permanente que el crecimiento espiritual trae. Ella sabía que la dieta y el ejercicio podrían ayudarla sólo temporalmente. Un día, cuando estaba orando, se preguntó: “¿Cuál es la carga que llevo encima?” y rápidamente respondió: “Una niñez de privaciones”. Debido al divorcio y la enfermedad de sus padres, muchos años atrás, fue necesario que otros la criaran. Se sintió que no era amada, que estaba desamparada y que era rechazada. Después de mucha oración para aprender más acerca de su naturaleza verdadera como hija de Dios, ella encontró alivio en la promesa bíblica: “Y os restituiré los años que comió la oruga”. Joel 2:25. Entonces ella se dio cuenta de que, así como no podía regresar a su niñez, tampoco podía continuar buscando a un adulto que hiciera por ella lo que no se había logrado en el pasado. Y las cualidades espirituales nunca pueden perderse. Comprendió que anhelaba personas en vez de cualidades.

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