A cualquiera le es posible sonreír cuando las cosas andan bien. Pero, ¿qué decir de esos otros momentos; aquellos en que pasamos por dificultades, depresiones y crisis inesperadas? La manera en que hacemos frente a los desafíos que se nos presentan, determina la medida de nuestra espiritualidad verdadera, de nuestra disposición y habilidad para seguir el ejemplo del cristiano por excelencia, Cristo Jesús.
Si bien Jesús tuvo que satisfacer diariamente las serias necesidades de la humanidad, jamás se quejó por los desafíos personales que tuvo que enfrentar en el cumplimiento de su misión divina. Dio una prueba tan completa de su propia declaración: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”, Juan 5:17. que jamás se atemorizó al enfrentar el mal, sino que demostró el dominio de origen espiritual que tenía sobre éste.
La conducta de Jesús durante sus luchas personales nos estimulan a considerar profundamente nuestra propia conducta durante períodos de gran tensión o confusión. ¿Con qué ánimo cumplimos con nuestras responsabilidades diarias en tales momentos? ¿Sabría quien nos observara que somos Científicos Cristianos por la manera en que actuamos?
Con frecuencia, la gente se siente tentada a detallar minuciosamente sus infortunios a quienes estén dispuestos a escuchar. Por otra parte, el orgullo personal puede que nos impulse a enumerar cada paso que dimos para salir de una prueba severa, a menudo, con el propósito inadvertido de glorificarnos a nosotros mismos o para que otros se compadezcan de nosotros. Como Científicos Cristianos tenemos que demostrar, en cierta medida, el dominio que Jesús ejemplificó. Podemos progresar por medio de nuestra comprensión de Dios. Nos es posible esperar con certeza que este dominio acreciente el interés que tiene la humanidad en esta sanadora y regeneradora Ciencia del Cristianismo. Es evidente que hay algunas responsabilidades que nos corresponden si hemos de ayudar en el progreso de nuestra Causa; hay algunas exigencias que cumplir si hemos de cosechar los frutos abundantes de la curación cristiana.
En su Sermón del Monte, Cristo Jesús advirtió a la gente que evitara las costumbres superficiales de los hipócritas. Al hablar de dar limosna que era un requisito en su época, y que estaba considerada como un cumplimiento de rectitud, Jesús dijo: “Cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto”. Mateo 6:3, 4. No se puede acentuar lo suficiente cuán importante es esta declaración en su aplicación para todos nuestros esfuerzos espirituales. La necesidad de nutrir y atesorar estos esfuerzos privadamente es de suma importancia para que se cumplan.
La necesidad de que nos desarrollemos espiritualmente viene de lo íntimo de nuestra consciencia y allí tiene que satisfacerse. A menos que sea para pedir ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana, raramente es beneficioso hablar con otras personas acerca de nuestro progreso o de los desengaños que tenemos al sanar alguna dificultad, arrojando así las semillas germinantes de conceptos espirituales en el suelo pedregoso de opiniones mortales en conflicto. La consciencia humana no iluminada, siempre está deseosa de dar consejos innecesarios o de intelectualizar el razonamiento de tal manera que Dios quede excluido. Mantengamos, pues, nuestra creciente percepción espiritual y nuestros devotos esfuerzos fuera de este círculo de acción. La santidad de la comunión espiritual con el Padre debe ser preservada a toda costa, a tal punto que nuestra izquierda no sepa lo que hace nuestra derecha. Entonces nuestra vida resplandecerá con el brillo de nuestros logros.
Quienes se sientan inclinados a comentar con los demás los desafíos que tienen que enfrentar mientras resuelven un problema en particular, pueden beneficiarse con estas palabras de la Sra. Eddy: “Si deseáis ser felices, abogad con vosotros mismos en favor de la felicidad; defended el lado que deseáis que triunfe, y tened cuidado de no razonar de ambos lados, o de abogar más por el pesar que por la alegría. Vosotros sois los abogados del caso y ganaréis o perderéis según vuestro alegato”.La curación cristiana, pág. 10.
La charla ociosa o animada acerca de los problemas personales, con frecuencia los aumenta en nuestro pensamiento, reforzando nuestra creencia en su realidad. Esto va en contra del propósito de la oración, que es el de espiritualizar el pensamiento. La honradez requiere que nos esforcemos por dejar que nuestras acciones reflejen — por lo menos en parte — las declaraciones espiritualmente mentales que estamos haciendo. El trabajo mediante la oración que espiritualiza el pensamiento impide o bien que moremos en el problema, o que hablemos irreflexivamente en nuestra rutina y conversación diarias más de lo que sinceramente nos esforzamos por demostrar. Dios exige que los motivos sean purificados mediante la oración, y que la honradez y la sinceridad den autoridad a la oración. La promesa permanece: “Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados”. Prov. 16:3.
Un Científico Cristiano pasó por una época muy difícil, durante la cual aprendió la importancia de mantener tanto sus problemas como sus oraciones para sí mismo. Se había mudado a otra localidad dejando atrás su casa, que no había podido vender. El pago de la hipoteca de la casa y del alquiler del departamento en su nuevo lugar, lo tenían económicamente atado. Al cabo de varios meses, cuando finalmente parecía inminente la firma de un contrato de venta, se cambió a un departamento más atractivo cuyo alquiler era casi el doble del anterior. Entonces, los que iban a comprar la casa decidieron no comprarla. No había todavía pasado una semana cuando le robaron su único automóvil. La compañía de seguros pagó el alquiler de otro auto, y tres días después, tuvo un accidente con él. Esto no sólo le impidió que lo siguiera usando, sino que le imposibilitó alquilar otro. Compró entonces un automóvil nuevo, pero debido a una confusión en los trámites, su solicitud de préstamo se retrasó de tal manera que la agencia de automóviles lo amenazó con quitarle el automóvil a menos que lo pagara totalmente sin dilación. Todo esto ocurrió en menos de un mes.
El Científico Cristiano había resuelto, desde el comienzo, que no se dejaría impresionar por la sucesión de circunstancias excepcionales que lo enfrentaron. Vio que esto tampoco significaba tratar de impresionar a otros con ellas, puesto que esto hubiera atraído consejos que hubieran interferido con el punto de vista espiritual que estaba tratando de mantener. De manera que no habló con nadie acerca de estas experiencias, excepto con los que le ayudaron o con los que no pudo evitar que lo supieran. Apreció este tiempo como una oportunidad de crecimiento espiritual y quieta comunión con el Padre, durante el cual podía aprender a demostrar su naturaleza verdadera, la del hombre que es formado, gobernado, preservado y cuidado por su Padre-Madre Dios. Al adoptar este enfoque, estaba obedeciendo el consejo del Maestro cuando dijo: “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Mateo 6:6. Continuó atendiendo sus asuntos personales, orando constantemente, pero sin mostrar exteriormente sus preocupaciones.
Al seguir esa conducta, mi amigo no fue objeto de la conmiseración de sus amigos, y hubo momentos en que la anhelaba. Pero reconoció el efecto mesmérico de una extrema conmiseración; que el entregarse a ella arruinaría el progreso espiritual que estaba haciendo diariamente. Tampoco se entregó al desaliento. A pesar de que, por algún tiempo, parecía que sus esfuerzos basados en la oración no estaban dando resultados tangibles, se mantuvo en la promesa de que la fermentación espiritual se estaba efectuando en su consciencia y que este progreso en su estado mental tenía que expresarse en su experiencia. Todo esto fomentó un sentido de la constancia del amor de Dios para con él. También, estas palabras de la Sra. Eddy llegaron a ser de mayor valor para él: “El Amor divino está más cerca que nunca cuando todos los gozos terrenales parecen estar muy lejos”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 290.
Pronto se manifestaron resultados concretos. Sus necesidades monetarias fueron satisfechas cuando el dinero se hizo disponible por medio de fuentes inesperadas, y pudo recuperar su automóvil. Si bien éste ya no estaba en condiciones de ser usado, esto significó que el arreglo con la compañía de seguros pudo iniciarse prontamente, y resultó bastante generoso. Lo que es más, se halló a los ladrones del automóvil, y recibieron una sentencia justa en una ciudad donde esta clase de robos son tan numerosos que no son investigados; de hecho, la camarilla de ladrones de automóviles quedó destruida. Para hacer todo esto completo, a mi amigo le ofrecieron por su casa un contrato mucho mejor que el anterior, y el trato quedó concluido en menos de un mes. Esto le permitió pagar totalmente el dinero que pidió prestado y se recuperó financieramente.
Meses después, el Científico Cristiano empezó a recibir por correo cheques de las autoridades municipales. Uno de los hombres involucrados en el robo, que fue puesto en libertad condicional, estaba trabajando duro y efectuando pagos compensatorios.
En suma, no hubo un solo detalle de sus múltiples dificultades que no se resolviera en su totalidad, y todo ello en unas pocas semanas. La realización completa de esta demostración fue el producto de la total confianza que, mediante la oración, él tuvo en Dios; tal confianza permitió que la ley divina de la armonía operara sin intervención humana de ninguna clase.
Poco después, una amiga suya, que había tenido conocimiento de sus problemas, comentó que cuando él estaba pasando por esta severa prueba, no pareció verse afectado por los constantes desafíos. El de inmediato le aseguró que jamás había orado tan diligentemente en su vida. Luego dijo que cuando enfrentamos problemas, debemos sonreír por fuera y orar por dentro, protegiendo la santidad de nuestro progreso espiritual al no dar entrada a intromisiones superfluas.
La oración es algo que surge del corazón. Nada es mejor que un corazón que humilde y privadamente recurre a Dios en oración, y que con toda honradez se esfuerza por vivir a la altura de las peticiones de esa oración. Tal oración siempre halla respuesta.
A medida que comulguemos con el Padre en lo secreto y confiemos en El con todo nuestro corazón, nos será fácil sonreír por fuera, sabiendo a ciencia cierta que el “Padre que ve en lo secreto” nos recompensará en público y en abundancia.
