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Esto es escrito en la esperanza de que pueda ayudar a otros que...

Del número de noviembre de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Esto es escrito en la esperanza de que pueda ayudar a otros que buscan salvación por medio del prometido Consolador de Dios, la Ciencia divina. También deseo testificar de la regeneración espiritual que la lectura del libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, ha traído a mi propia vida.

Me presentaron la Ciencia Cristiana en 1975. Por ese tiempo, yo era un fotógrafo comercial que había adquirido cierto éxito. No daba mucha atención al hecho de que yo debía socialmente, fumaba marihuana, y agresivamente iba en busca de mujeres interesadas en tener relaciones sexuales casuales; y era capaz de ser deshonesto por sacar algún provecho. La única carga recurrente que tenía, era una enfermedad de la piel que los médicos diagnosticaron como incurable, y para la que yo estaba usando con regularidad una loción que me habían prescrito. Me consideraba a mí mismo un hombre moderno, más o menos feliz, aunque me preocupaba el problema de la piel. De hecho, me sentía incapaz ante él.

Entonces, un amigo me invitó a ir a una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Fui por curiosidad. Mientras estaba allí, y sin saber por qué, compré un ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana. No comencé a leer el libro hasta un mes después. Cuando así lo hice, me empezaron a suceder cosas. Mis pensamientos acerca de las mujeres empezaron a cambiar para bien. En mis relaciones con ellas, el respeto reemplazó a la competencia. Me sentí incómodo acerca de las drogas, y, finalmente, dejé de usarlas. Encontré que me divertía de la misma manera, aunque no tomara bebidas alcohólicas. Comencé a rechazar la creencia de que la materia pudiera ser la fuente de la felicidad, y a reconocer que el hombre real es espiritual, la imagen de Dios. Todo esto sucedió simplemente de leer Ciencia y Salud.

Entonces sucedió algo insólito: comencé a orar, algo que no había hecho desde que era niño. Al principio, me sentí torpe, pero esto pasó pronto. Y sentía una maravillosa paz cada vez que oraba. En poco tiempo, tuve dos curaciones físicas como resultado de mis oraciones, en las que reconocía a Dios como la única causa, o creador, quien hace sólo el bien. Una fue la curación instantánea de una dolorosa gripe intestinal. La otra fue la rápida curación de una mala herida en el dedo de un pie. No ha habido recurrencia de la gripe intestinal en los diez años desde mi curación, y el dedo del pie no muestra cicatriz alguna.

La nueva comprensión de que Dios es todo el bien, y que el hombre es Su semejanza, cambió mi vida drásticamente. Encontré estimación y sentido de mérito en la moralidad. Cada día comprendía un poco más esta declaración de Ciencia y Salud: “Se verá que las condiciones morales siempre son armoniosas y saludables” (pág. 125).

En cuanto a la enfermedad de la piel, una parte importante de esta curación fue que me sobrepuse a los hábitos de criticar, competir y rumiar. Estos tuvieron que ser reemplazados con realidades espirituales, tales como el amor y la mansedumbre. También tuve que aprender a disciplinar mi pensamiento para vivir en el presente y evitar el ensueño. Oraba cada día, afirmando que Dios es la única Mente y, por lo tanto, mi Mente, y que mi verdadera individualidad, como Su reflejo, era por siempre perfecta y jamás había caído de la gracia. Diariamente denunciaba la crítica, la competencia y el rumiar. Estos no fueron creados por el Padre y, por lo tanto, carecían de poder. Pasaron cinco largos años de lenta edificación espiritual antes de que pudiera superar los rasgos mencionados, demostrar la irrealidad de la enfermedad en este caso, y ganar mi libertad. Esta experiencia me ha probado que no hay nada que no esté al alcance del poder, el Amor, que es Dios.

El despertar espiritual que ha tenido lugar en mi consciencia ha venido a través del Cristo sanador, la idea omnipresente de Dios, que desplaza y destruye el pecado y la enfermedad. Elevo mis gracias al Padre por la revelación de la Ciencia Cristiana.


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