Poco tiempo antes de las Navidades de 1981, me enfermé. Al principio, no tenía control de un dedo ni podía caminar normalmente. Pronto, sin embargo, no podía discar el teléfono y ni aun tomar el receptor. Los dedos y extremidades se inmovilizaron.
Un practicista de la Ciencia Cristiana estuvo ayudándome por medio de la oración, y mi decisión fue de permanecer con la Ciencia Cristiana, aunque había presión extrema de personas que me amaban para que tuviera tratamiento médico, porque simplemente no podían ver cómo la Ciencia Cristiana podía posiblemente ayudar. En lugar de argumentar con ellos, me mantuve firme. Este era el camino que yo iba a tomar, y eso era todo.
La curación no vino en la forma que yo esperaba. Yo pensaba que me levantaría una mañana en completo control de mis extremidades. En su lugar, hubo toda una serie de curaciones, o victorias, por medio de las cuales aprendí mucho. El primer paso de progreso fue una victoria sobre la oposición. Era muy claro que yo no estaría dispuesto a ir a un hospital, o llamar a un médico. Esta era mi decisión, la que todo el mundo pronto aceptó.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!