Un anuncio publicitario nos insta a participar en seminarios sobre nutrición y dieta. Otro trata de interesarnos en cursos de control de tensión nerviosa, sesiones de biofeedback y temporadas de relajamiento en el agua. Además, están los consabidos ejercicios aeróbicos y de acondicionamiento físico, todo esto, por supuesto, después de las clases de tenis y de correr. Y todo hay que hacerlo entre sesiones para el bronceado y cuidado de la piel.
Si bien es cierto que el ser disciplinado y el estar normalmente activo es algo encomendable, la búsqueda de ese buen estado físico puede volverse muy absorbente. Muchos parecen creer que mantenerse en buen estado físico en la década del ochenta es tan complicado como manejar un tablero de instrumentos de control en un avión de reacción durante el despegue.
Cristo Jesús dijo a sus seguidores algo muy diferente: “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir”. Mateo 6:25. Enseñó que primero debemos buscar ese reino de Dios que él mostraba a la humanidad. Entonces, dijo, veríamos cómo Dios satisface nuestras necesidades.
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