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Benignidad

Del número de diciembre de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La benignidad es una gracia de Dios, que revela Su naturaleza divina. Llega al corazón y trae consuelo y curación. Proporciona la atmósfera espiritual en donde el trabajo mundano puede tener un nuevo significado. A través de la benignidad se silencia el descontento y la condenación. En su presencia el agobiado logra paciencia. El Salmista, en un salmo de acción de gracias, cantó: “Tu benignidad me ha engrandecido”. Salmo 18:35.

El mundo con su hambre espiritual está tratando de alcanzar la “gracia feliz de [benignidad],”Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 243 [según versión en inglés]. tal como lo describe un himno. A una niña se le pidió en la escuela que escribiese qué significaba para ella el amor. En palabras sencillas, ella relató lo hermoso que era cuando su abuela le lavaba la cara “con tanta suavidad”. La benignidad había alcanzado el corazón de la niña a través de esa tarea tan simple.

La benigna lluvia que refresca la tierra, en la salida del sol firme y sin esfuerzo, en el brote de las hojas y en el capullo que se abre en flor sin resistencia alguna, podemos captar vislumbres de lo que debe ser el amor de Dios por Su creación. Estas revelan, en cierto grado, el poder del desarrollo espiritual como se ve a través de la Ciencia Cristiana.

Un día, mientras estaba orando para tener paz interior, me venían al pensamiento reiteradamente las últimas líneas del himno arriba mencionado: “Con su poder nos sanará / de la [severidad y del rigor]”. Como este mensaje se repetía persistentemente, analicé mis pensamientos pero no pude descubrir en qué momento había criticado o había sido severa con mi prójimo. Entonces, me enteré que uno de los significados de la palabra “severo” es “riguroso” y me di cuenta de que yo era severa y rigurosa en lo que exigía de mí misma. Estaba tratando de ser un buen mortal, separada de la Deidad, moviéndome en una órbita totalmente propia, mientras que la Ciencia Cristiana revela al hombre como una idea espiritual, expresando la creación de Dios que siempre está desarrollándose.

Este despertar también me permitió descubrir la existencia de amor propio y me ayudó a superarlo, desvaneciéndose un sentido personal y material que pretendía interferir con el desarrollo de la idea divina. El amor propio pretende que es posible entender la Ciencia Cristiana empleando nada más que los sentidos físicos y el intelecto humano. Esta sutil sugestión de orgullo intelectual quisiera influirnos por medio del engaño para hacernos pensar que la bondad es una posesión personal privada de nosotros o de otras personas, en vez de la expresión de Dios, el bien.

El cristianismo, tal como fue ejemplificado por Cristo Jesús, el cristiano por excelencia, es inseparable de la práctica de la Ciencia Cristiana. Su Sermón del Monte asegura a la humanidad que nuestro concepto acerca de nosotros y de los demás puede ser despojado de sus creencias mortales hasta que se logre percibir a la verdadera humanidad como la coincidencia de lo humano con lo divino. El espíritu del Cristo no identifica al ser humano con el severo concepto mortal del hombre. De hecho, nos permite discernir al hombre como la idea de Dios, regocijándonos eternamente en la perfección infinita. Este reconocimiento de la realidad divina es la luz salvadora del Cristo, la Verdad. Y en Ciencia y Salud, la Sra. Eddy describe al Cristo como “la divina manifestacióm de Dios, la cual viene a la carne para destruir al error encarnado”.Ciencia y Salud, pág. 583.

El crecimiento y desarrollo espirituales tienen lugar a través de nuestra propia identificación individual con el Principio divino del ser del hombre. Ningún intento para forzar la demonstración del bien espiritual más allá de nuestra presente comprensión actual — o meramente almacenar lo que estamos aprendiendo, con miras a usarlo en lo futuro — puede igualarse al poder presente del Cristo.

Dios, el Espíritu, requiere de nosotros sólo aquello que puede ser probado en el punto preciso en que se encuentra actualmente nuestro entendimiento espiritual. Es esta percepción la que nos trae gozo para enfrentar los desafíos que se nos presentan a diario utilizando las verdades que conocemos, por sencillas que sean.

La verdadera sabiduría, obtenida del Amor divino y puesta en práctica, nos trae paciencia y compasión para con toda la humanidad. Seamos benignos con nosotros mismos y con los demás, y disfrutemos nuestro viaje “de la materia al Alma”. Ver Himnario, N.° 64.


El fruto del Espíritu es amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe, mansedumbre, templanza;
contra tales cosas no hay ley.

Gálatas 5:22, 23

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