Mucho se ha discutido y debatido sobre las múltiples influencias que hoy en día afectan las normas morales de la gente. Con frecuencia la atención se concentra en los efectos de la televisión, el cine, la propaganda comercial, la escuela, la iglesia, la familia, las amistades. En algunos casos, los efectos son genuinamente constructivos. Por ejemplo, la integridad de una persona o el estar libre de prejuicios puede sentar una norma que no sólo ayude a otros a elevar su concepto de valores y mérito individual, sino que también contribuya a establecer un nivel moral más elevado para la sociedad.
Sin embargo, con mucha frecuencia nos vemos enfrentados a ejemplos que no son precisamente alentadores. El hábito de la droga, y la intensa presión ejercida por compañeros y amigos, han llevado a muchos jóvenes a pensar que el uso de las drogas es normal y apropiado. En los últimos años, una invasión de películas mostrando mujeres acuchilladas ha presentado un cuadro degradante y abusivo de la feminidad. La naturaleza sexualmente sugestiva de la propaganda comercial, trata de hacer creer a la gente que la sensualidad es la clave del éxito y de la felicidad.
Mas hay un camino para sentirnos libres de las influencias inmorales y amorales que a veces parecen estar hasta en el aire que respiramos. Y cuando construimos una sólida base para la moral, nuestra propia vida puede transformarse en una importante fuerza para el bien en el mundo.
En cierto sentido, la respuesta es sencilla. Comienza con el deseo de leer la Biblia. El inspirado mensaje de las Escrituras está lleno de normas para vivir. La Biblia ha sido llamada la carta de navegación para nuestra vida. Los Diez Mandamientos, el discernimiento de los profetas del Antiguo Testamento, las enseñanzas prácticas de los primeros seguidores de Cristo Jesús, y el ejemplo sin paralelo del Maestro mismo son fundamentales para establecer nuestra moral.
Las propias enseñanzas de Jesús sobre la norma adecuada para una vida cristiana están resumidas en su Sermón del Monte. Es allí que el Maestro declara, por ejemplo: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Mateo 5:27, 28.
Por tanto, lo “más sencillo” de la respuesta es recurrir a la Biblia. La parte más exigente, como puede discernirse aun en esas pocas palabras de Jesús, es ser fieles a la Biblia: vivir, practicar, hacer constantemente lo que la Biblia establece. Pero este mandato también promete grandes recompensas y bendiciones. La Sra. Eddy, quien examinó profundamente el sentido espiritual de las Escrituras, escribió a los Científicos Cristianos: “En mi opinión, el Sermón del Monte, leído cada domingo sin comentarios y obedecido durante la semana, bastaría para practicar el cristianismo”.Message to The Mother Church for 1901, pág. 11.
El mantenernos firmes en una conducta moral, viene de la disciplina. Viene de la humildad. Viene del amor hacia el bien. Y viene de abrir nuestro corazón al Cristo, la Verdad, para descubrir un nuevo concepto de la realidad, es decir, un entendimiento espiritual que nos muestra quiénes somos verdaderamente como imagen y semejanza de Dios, Su reflejo gozoso y vital.
A medida que humildemente permitamos que nuestra moral sea establecida y elevada por el código de la vida divinamente inspirado de la Biblia, llegaremos a estar más dispuestos y preparados para aceptar ese concepto que el Cristo de Dios imparte a la consciencia humana. En la Ciencia Cristiana aprendemos que la realidad espiritual es la única realidad. Y al percibir una clara vislumbre de la identidad real del hombre como completamente espiritual, empezamos a derribar toda clase de barreras y estereotipos. Nos sentimos incluidos en un plan de vida que es noble y grande, quizás más grande que todo lo que jamás hubiéramos pensado que sería posible. Vemos nuestra propia vida — y toda la creación — sostenida, provista y gobernada por Dios, quien es el Espíritu, el Amor divino, la única Mente infinita. Nos sentimos satisfechos de nosotros mismos, valiosos, y sentimos que tenemos un lugar en el plan eterno de Dios para Su creación.
Algo notable sucede a aquellos que tienen ese entendimiento de su verdadero ser; son elevados por lo que perciben. A veces, es desde las profundidades de la frivolidad o, quizás, desde una vida que simplemente ha tocado la superficie de su potencial. Pero, ¡cómo nos transforma la luz espiritual!
Cuando dejamos que el mensaje inspirado de la Biblia establezca nuestra moral, se abre el camino para que podamos descubrir vistas más amplias de la verdad de nuestro ser. A su vez, lo que entendemos de la realidad divina en la Ciencia Cristiana, consolida nuestra base moral. A medida que estudiamos sinceramente la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, se va desarrollando nuestro entendimiento espiritual que fortalece el valor moral y afianza la integridad. Este entendimiento nos da una base para practicar la Regla de Oro al mostrarnos quién es realmente nuestro prójimo como expresión de Dios; y aprendemos por qué nuestra actitud frente a los demás debe estar únicamente motivada por el Cristo. Así como la moral conduce a la espiritualidad, también el sentido espiritual confiere sustancia y significado a nuestra conducta y a nuestra escala de valores. Por medio del sentido espiritual, discernimos claramente entre el bien y el mal, entre la verdad y el error, entre aquello que eleva y aquello que degrada.
La libertad genuina se evidencia en nuestra experiencia cuando nuestra moral está establecida en las Escrituras, y es fortalecida, inspirada y vitalizada por el entendimiento espiritual. Encontramos paz y curación, regeneración y significado para nuestra vida. Nuestro ejemplo llega al corazón de la humanidad. ¡Y es un regocijo sentirse satisfecho cuando nuestra vida está bien encaminada!
