¡Cuán vívidamente permanece el recuerdo de los regalos que atesoramos! Recuerdo que cuando cursaba segundo grado en la escuela, recibí un impermeable amarillo vivo con unas hermosas hebillas negras y un enorme sombrero que hacía juego. Fue un regalo de color — de color brillante — que causó sorpresa y deleite a unos ojos infantiles.
Cuando pensamos en nuestros seres queridos y consideramos qué regalarles para Navidad, ¿acaso no debiéramos meditar fervorosamente sobre el regalo que Dios nos hizo, es decir, Su regalo del Mesías? Cristo Jesús ha mostrado a la humanidad de una vez por todas el camino de la salvación, el camino al reino de los cielos, y éste es el regalo más grandioso de todos.
¿Dónde nos hallaríamos sin este Mostrador del camino? ¿Dónde nos hallaríamos sin las palabras profundas y las obras poderosas del Cristiano por excelencia? Como los israelitas de antaño que anhelaban y esperaban al Mesías prometido, nosotros también tenemos necesidad de un Salvador, un Salvador a quien escuchar, seguir y adorar.
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