¡Cuán vívidamente permanece el recuerdo de los regalos que atesoramos! Recuerdo que cuando cursaba segundo grado en la escuela, recibí un impermeable amarillo vivo con unas hermosas hebillas negras y un enorme sombrero que hacía juego. Fue un regalo de color — de color brillante — que causó sorpresa y deleite a unos ojos infantiles.
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