Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Jamás carecemos de poder

Del número de diciembre de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Millones de personas han visto por televisión el dramático desarrollo de secuestros terroristas. Y muchos han hablado de un sentido de falta de poder.

Se dice que hoy en día está ampliamente propagada la sensación de que meramente somos expectadores de acontecimientos que están fuera de nuestro control. Quizás ya sea hora de que nos preguntemos si las circunstancias crean esa falta de poder, o si el hábito del desamparo pasivo produce las circunstancias.

Podemos ver que esa sensación de falta de poder es lo opuesto al espíritu que imparten las enseñanzas de Cristo Jesús. Por ejemplo, la Biblia dice que Jesús “volvió en el poder del Espíritu”, que “enseñaba como quien tiene autoridad”, y que les dio a sus discípulos “poder y autoridad”. Lucas 4:14; Mateo 7:29; Lucas 9:1.

Todo esto no tenía nada que ver con lo que generalmente se considera que constituye la autoridad. Ninguna persona o grupo de personas dio autoridad a Jesús. El no se hallaba en una posición de autoridad. Pero, aún así, tenía la capacidad innata de proceder con eficacia. A sus seguidores les dijo que esto provenía de responder directamente a lo que Dios, el Espíritu, su Padre, estaba haciendo, y les enseñó que ellos podían vivir partiendo de la misma base.

Si nos vemos como seres materiales desafortunados, tratando de vivir de la mejor manera posible, quizás nos sintamos demasiado pequeños, aislados e incapaces. Pero si comenzamos a percibir lo que Cristo Jesús enseñó, que la naturaleza de nuestro ser verdadero es dar testimonio del bien infinito que nuestro Padre-Madre Dios está expresando en forma continua e irresistible, es posible que comprobemos en mayor grado ese dominio que la Biblia dice que Dios dio al hombre.

Por ejemplo, ¿tenemos que meramente sentarnos y ver cómo el conflicto, el desaliento o el fracaso se desarrollan en una familia, iglesia, negocio, o en la comunidad? ¿Hemos de sentirnos indefensos ante síntomas de enfermedad o de dificultades físicas crónicas? ¿O tenemos recursos otorgados por Dios, a los cuales podemos recurrir, y la capacidad espiritual para actuar que, en verdad, jamás puede ser frustrada?

Nos acostumbramos tanto a esas palabras familiares de la Biblia en el Génesis —“imagen” y “semejanza”— que algunas veces perdemos su poderoso significado original. ¿Acaso no dan a entender que el hombre es aquello que no puede ser separado de Dios? Siempre está unido a Dios. Es, por su naturaleza misma, la imagen, o expresión espiritual, de Dios, el Espíritu.

Por lo tanto, es propio de la naturaleza del hombre actuar con certeza espiritual y gozo porque está respondiendo al Amor que está realmente gobernando el universo. El hombre actúa con rectitud infalible porque obra de acuerdo con la única inteligencia divina y suprema del ser; es saludable, porque es la emanación del Espíritu inexpugnable, es el testigo de la armonía eterna de Dios.

Quizás sintamos que tenemos un largo camino por recorrer para vivir a la altura de tal descripción del hombre. Pero si aceptamos en nuestras vidas el hecho de que ésta es la única manera razonable que podría definir al hombre creado por Dios — y que, de hecho, así es como debemos ser ahora — tendremos, al menos, la base correcta para progresar.

Es útil recordar que el hombre no es algo que va a aparecer “más adelante”, quizás, después de la muerte, como un producto nuevo y mejorado en los estantes de un supermercado. El hombre que Dios creó ya existe, ahora. Al comenzar prontamente a renunciar el concepto material y erróneo acerca de nosotros mismos, podemos descubrir, en cierta medida, al hombre real y espiritual. Y podemos encontrar en Cristo Jesús el ejemplo alentador de lo que este hombre es y sus posibilidades.

El problema no consiste en que la gente en realidad sea incapaz de resolver dificultades. El problema consiste en la impresión predominante de que la gente es incapaz. Esto resulta cuando el concepto que tenemos de nosotros mismos está esencialmente formado por lo que los sentidos materiales nos informan. La gente se cree así “legítimamente” enferma, “justificadamente” imperfecta, “merecidamente” incapaz. Pero, ¡qué diferente es la comprensión que Cristo Jesús tenía del hombre como hijo, o imagen, de Dios!

El sabía que la enfermedad, la imperfección y la inacción son representaciones ilegítimas del hombre. Por lo tanto, para él era natural esperar que el hombre con la mano seca actuara, que extendiera su mano, y que el hombre en el estanque de Betesda accionara, que tomara su lecho y caminara. Jesús alabó especialmente la respuesta del centurión romano: “También yo soy hombre puesto bajo autoridad”. Lucas 7:8. Obviamente Jesús no pensaba que hubiera sucesos ingobernables, más allá del gobierno de Dios.

¿Acaso no era esto porque él sabía que bajo esa superficie de señales “comunes” de temor, complejidad e imposibilidad, se hallaba la realidad de que la inmensa bondad de Dios se extiende en todas direcciones? Esta bondad es la expresión del Principio divino, que está en todas partes. En esta armonía del ser no hay situaciones sin salida ni inacción, sino orden supremo y perfección completa, expresados activamente.

Mary Baker Eddy, quien descubrió y fundó la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), escribe: “Debéis simplemente preservar un sentido científico y positivo de unidad con vuestra fuente divina, y demostrar esto diariamente. Entonces encontraréis que uno es un factor tan importante como son los billones para ser y actuar correctamente, y así demostrar el Principio deífico”.Pulpit and Press, pág. 4. La Ciencia Cristiana enseña que podemos preservar este sentido de unidad con Dios en proporción a la espiritualización de nuestros motivos y deseos.

Una comprensión mayor de la naturaleza verdadera del hombre como el testigo de la perfección de Dios trae la convicción creciente de que el hombre jamás carece de poder.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / diciembre de 1986

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.