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Cada seis meses, cuando el tema de la Lección Bíblica, ”Dios, preservador...

Del número de diciembre de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cada seis meses, cuando el tema de la Lección Bíblica, ”Dios, preservador del hombre”, aparece publicado en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, doy gracias por las demostraciones que he tenido del poder protector y preservador de Dios. Una experiencia en particular se mantiene viva en mi memoria.

Era la época en que mi esposa y yo vivíamos en una lejana aldea campestre, donde la única forma de energía era la electricidad que llegaba a través de líneas eléctricas aéreas. A menudo caían relámpagos sobre esas líneas. Durante la semana arriba mencionada, mi esposa y yo habíamos estado estudiando la Lección Bíblica muy diligentemente, afirmando la omnipresencia y omnipotencia de Dios.

El sábado por la tarde, mi esposa estaba cocinando mientras afuera retumbaba una tormenta eléctrica. Yo estaba cerca de la cocina eléctrica, cuando mi esposa me pidió que apagara la hornilla donde estaba la olla. Al acercarme a la llave de control, un estallido sonó como un tiro de pistola, y una chispa enorme pasó entre mi codo y el mango metálico de la olla. A continuación hubo un trueno terrible. El tamaño de la chispa indicó el poder de la carga eléctrica, sin embargo, no sentí más que un ligero cosquilleo en el brazo.

Cuando luego examinamos la cocina, vimos que dos hornillas de la cocina eléctrica se habían quemado, y que el tomacorriente y su enchufe se habían derretido. ¡Cuán agradecidos estábamos por esta protección!

Mi esposa y yo hemos tenido muchas curaciones maravillosas a través de los años. Antes de hacerse Científica Cristiana, mi esposa sufría de apendicitis. En la época en que se interesó en la Ciencia, ese estado se agudizó. Sintiéndose muy afligida, llamó a una amiga que era Científica Cristiana. La amiga aceptó orar por ella, y en pocos minutos la apendicitis desapareció para jamás molestarla de nuevo.

A mi esposa le causó tal efecto esta rápida curación, que comenzó a estudiar la Ciencia Cristiana, y muy pronto tomó instrucción en clase de Ciencia Cristiana para poder hacerse practicista y ayudar a otras personas. Estuvo registrada en The Christian Science Journal por más de cuarenta años.

En cierta ocasión, tropecé y caí con todo el peso sobre un brazo, lo que me causó una fea herida. Esta sangró considerablemente, pero al orar con “la exposición científica del ser” en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (ver pág. 468), la hemorragia cesó. Cuando llegué a casa, mi esposa me vendó el brazo. A las dos horas quité el vendaje y vi que la herida había sanado por completo.

Me faltan palabras para expresar mi gratitud a Dios por Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino, y por la Sra. Eddy, su seguidora fiel.


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