Se acercaba la Navidad, y todos los compañeros de segundo grado de Michelle estaban preparando adornos para el tablero de anuncios de la clase. Michelle estaba haciendo un ángel, un ángel especialmente hermoso. Mientras cortaba un halo de papel plateado y rociaba las alas con brillante polvo plateado, Michelle pensó en lo maravillosos que eran los ángeles. Eran hermosos, sabios y siempre perfectos. Ciertamente que nunca los molestaban hermanitos fastidiosos; no tenían tareas aburridas, ni tenían que estudiar las tablas de multiplicar. Y lo mejor de todo era que los ángeles podían volar y estar fuera del alcance de las cosas que lastiman.
Por supuesto, Michelle sabía que, en realidad, no existían ángeles que se parecieran a personas con alas. Al menos, ella no creía que los hubiera. Jamás había visto uno ni conocía a alguien que los hubiera visto, por eso Michelle se imaginaba, la mayoría de las veces, que los ángeles eran sólo una invención como los duendes o los unicornios.
Pero, ¿qué ocurría con los ángeles de los que habían estudiado en la Escuela Dominical? En la Biblia, Abraham y Jacob recibieron ángeles y también vinieron ángeles a Daniel en el foso de los leones. A María y a José se les aparecieron ángeles, y hubo ángeles que hablaron a los pastores cuando nació Jesús. Los ángeles de esos relatos, ¿eran también una invención?
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