Hace varios años, cuando nuestras hijas eran pequeñas, mi esposo y yo trajimos a nuestro hogar a un familiar que era inválido y que no era Científico Cristiano. Comencé a sentirme muy agobiada por esta nueva responsabilidad. Más adelante, empecé a tener dificultad para respirar. Me sentía temerosa, especialmente de noche. Con frecuencia dormía poco, lo que me hacía sentir sin fuerzas.
Oré sobre este problema, y un practicista de la Ciencia Cristiana me ayudó por medio de la oración. Himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana fueron muy valiosos durante ese tiempo. Los cantaba en voz alta o para mí misma, mientras hacía mis tareas diarias. Especialmente los Himnos 144, 218 y 402, fueron de gran consuelo.
La curación comenzó a llevarse a cabo a medida que comprendía la verdad que encierran estas palabras de San Pablo y de Jesús: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13), y “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:29, 30). La curación fue completa. Este familiar continuó bajo nuestro cuidado durante muchos años, y las lecciones que aprendí de esta experiencia sobre paciencia y abnegación continúan bendiciéndome.
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