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Hace varios años, cuando nuestras hijas eran pequeñas, mi esposo y...

Del número de diciembre de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace varios años, cuando nuestras hijas eran pequeñas, mi esposo y yo trajimos a nuestro hogar a un familiar que era inválido y que no era Científico Cristiano. Comencé a sentirme muy agobiada por esta nueva responsabilidad. Más adelante, empecé a tener dificultad para respirar. Me sentía temerosa, especialmente de noche. Con frecuencia dormía poco, lo que me hacía sentir sin fuerzas.

Oré sobre este problema, y un practicista de la Ciencia Cristiana me ayudó por medio de la oración. Himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana fueron muy valiosos durante ese tiempo. Los cantaba en voz alta o para mí misma, mientras hacía mis tareas diarias. Especialmente los Himnos 144, 218 y 402, fueron de gran consuelo.

La curación comenzó a llevarse a cabo a medida que comprendía la verdad que encierran estas palabras de San Pablo y de Jesús: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13), y “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:29, 30). La curación fue completa. Este familiar continuó bajo nuestro cuidado durante muchos años, y las lecciones que aprendí de esta experiencia sobre paciencia y abnegación continúan bendiciéndome.

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