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Una semilla pequeña y una gran promesa

Del número de diciembre de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las parábolas de Cristo Jesús tenían el propósito de elucidar la naturaleza del reino de Dios, el cual, dijo a sus discípulos, se había acercado, y que estaba “entre vosotros”. Y las lecciones que Jesús enseñó son aún sumamente esenciales si esperamos comprender hoy el significado del reino de los cielos en nuestra vida. La inspiración de sus parábolas se mantiene tan actual en un mundo de computadoras, superconductores y aceleradores de partículas como lo era hace dos mil años en una época de arados de madera, de sencillos barcos pesqueros y de caminos polvorientos transitados a pie o a lomo de burro.

El Evangelio según San Mateo nos habla de un día especialmente atareado en la vida de Jesús. Ver Mateo 12:22–50; 13:1–53. Ese día ocurrieron enfrentamientos con los fariseos, obras sanadoras espectaculares y una prédica importante a las multitudes en la manera extraordinaria del Maestro. Y “aquel día”, según San Mateo, Jesús enseñó algunas de sus más poderosas parábolas.

Entre ellas, se hallaba la parábola de la semilla de mostaza: “El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas”. Mateo 13:31,32.

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