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La libertad interior

Del número de diciembre de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Durante los años que estuve viajando en el exterior, aprendí a ver más allá de las imágenes estereotipadas de los diferentes países y de su gente. Existe una humanidad común que todos compartimos.

Sin embargo, no estaba preparado para los desafíos que tendría que enfrentar en uno de mis viajes. Como hombre de negocios, viajando en cierto país estuve expuesto a situaciones de opresión que el turista, en general, no ve. Aun en el país más pobre, siempre había encontrado un espíritu de lucha. Pero aquí parecía haber una desmoralización total. La atmósfera general de temor y represión me agobiaba y estaba muy deprimido. Oré en busca de una respuesta.

En Job leemos: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda“. Job 32:8. Y en 2 Corintios: “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. 2 Cor. 3:17. Estas declaraciones indican una libertad más fundamental que la libertad política, por valiosa que ésta sea; es una libertad a la cual todos tenemos acceso. Es la libertad de conocer a Dios directamente y de vivir en armonía con El. Esa libertad espiritual es apoyada por Dios.

A pesar de esta verdad, parecía que el dogma político, y no “el Espíritu del Señor”, gobernaban este país, y que “el soplo del Omnipotente” simplemente no se percibía.

Oré para ver al hombre que Dios ha creado, Su imagen espiritual, que incluye el amor a la vida y liberación del temor. Oré para ver en esta gente la capacidad para discernir entre la verdad y el error, y el valor, no sólo para decir la verdad, sino para apoyarla. Estas cualidades están sostenidas por Dios y no pueden ser reprimidas.

Al día siguiente me encontré con dos jóvenes que mostraban gran entusiasmo en hablar sobre varios temas de profundo interés, ideas acerca de Dios, de la verdad y del hombre. Estaban entusiasmados por haber encontrado a alguien con quien poder hablar libremente. Aunque habían tenido poco contacto con una religión organizada, estaban totalmente convencidos de que Dios existe y que el hombre tiene una naturaleza espiritual, que es mucho más que un simple mecanismo biológico. Me contaron que existían en la campiña muchas iglesias pequeñas, en su mayoría desiertas, adonde irían para pensar, pues allí podían obtener un profundo sentido del Espíritu y de paz. Sin embargo, no querían emigrar porque amaban a su pueblo. Podían establecer la diferencia entre su país y el régimen político que estaba en el poder. Estaban descubriendo a Dios allí mismo.

Estas conversaciones no eran sólo la respuesta a sus oraciones. ¡Eran la respuesta a las mías! Comencé a ver el “Espíritu del Señor” actuando donde antes sólo había visto oscuridad mental. Poco después, fui invitado a visitar a los padres de un amigo que vive en los Estados Unidos. Esta pareja había perdido su empleo hacía dos años, cuando su solicitud de visa para emigrar había sido rechazada. No sabían si se les permitiría salir del país, ni cuando ocurriría esto. Al conversar, vi el mismo valor y amor por la vida que había observado en los dos jóvenes. Y oré para comprender que el hombre de Dios nunca puede ser limitado por la opresión.

Cuando llegó el momento de partir, mi impresión de este país era diferente. Estaba convencido del poder de Dios para comunicar directamente Su inspiración y guía a Su linaje. Ya no creía que las influencias humanas podían acallar la voz de Dios.

Al llegar a casa, me enteré que sólo dos días después de nuestra visita, a los padres de mi amigo les habían otorgado visas de salida. Pocos meses después estaban reunidos con su hijo y su familia en Nueva York.

Una parte del libro de texto de la Ciencia Cristiana trata específicamente sobre la libertad interior del hombre otorgada por Dios en relación con la libertad de la enfermedad y el pecado así como de la injusticia social. La autora, la Sra. Eddy, escribe: “Dios ha erigido una plataforma de derechos humanos más elevada, y la ha erigido sobre reivindicaciones más divinas. Esas reivindicaciones no se expresan por medio de códigos o credos, sino en demostración de ‘en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres’ ”.Ciencia y Salud, pág. 226. Y continúa diciendo: “Al comprender los derechos del hombre, no podemos dejar de prever el fin de toda opresión”.Ibid., pág. 227.

Nadie nos puede quitar la libertad que Dios nos ha otorgado. Aunque nuestro reconocimiento actual de este hecho espiritual tal vez sea mínimo, el hecho es que de todas maneras sigue existiendo para que nosotros lo aceptemos y demostremos. Fui testigo, en cierto grado, de esta libertad tanto en la pareja que dejó su país como en los dos jóvenes que se quedaron. La libertad espiritual se encuentra más allá del alcance de la opresión política o psicológica, porque habita en el corazón y el alma de cada uno de nosotros. Y allí está a salvo, protegida por Dios, dondequiera que vivamos.

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