El nacimiento de Jesús es una de las historias más improbables. Pensemos en todos los sucesos improbables que fueron parte de ese nacimiento. Primero, tenemos a un hombre llamado Zacarías y su esposa Elisabet. Aunque considerados de edad avanzada para tener hijos, tuvieron un hijo que fue Juan el Bautista.
Después tenemos una prima de Elisabet llamada María, una virgen que descubre que va a tener un hijo. Su prometido es un hombre honorable, y con serenidad se encarga de que ella esté provista del cuidado que necesita. Después, aparece un ángel para decirle que el niño que la Virgen María está esperando cumplirá la profecía y es el Mesías que Israel está esperando.
Por supuesto, ésa no es la última cosa sorprendente de la que se va a enterar José. Poco después del nacimiento del niño, otro ángel le dice que tome a su esposa y al niño y que huya a Egipto donde estará a salvo de la venganza de Herodes.
La historia del nacimiento de Cristo Jesús — de hecho, su vida entera — está llena de improbabilidades. ¿Quién podría creer que esta serie de sucesos extraordinarios sería la trayectoria por la cual la revelación y la misericordia de Dios llegaría a la humanidad?
Esa pregunta merece considerarse. Dos personas que percibieron que era creíble fueron Zacarías y Elisabet. El Evangelio según San Lucas dice que “ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor”. Lucas 1:6. José también creyó el mensaje del ángel. El Evangelio según San Mateo lo describe como un hombre que “era justo”. Mateo 1:19. Después, tenemos a los reyes magos u hombres sabios. Por supuesto que pensaríamos que su virtud principal era la sabiduría, pero también demostraban dad, pues viajaron una gran distancia para postrarse ante ese niño israelita llamado Jesús. Y luego están los pastores. No tenían un estado social importante, pero estaban preparados, y eran lo suficientemente observadores para percibir la luz espiritual y seguirla.
Reunamos esas cualidades y consideremos lo que tenemos. Primero, la obediencia a los mandamientos, las leyes de Dios. Después, el honor y disposición para aceptar la responsabilidad así como presteza para responder a la dirección espiritual. Por cierto que la sabiduría, combinada con energía para actuar y humildad para someterse a la espiritualidad, sería parte de la preparación de hombres y mujeres perceptivos y sabios. Y, finalmente, agregamos la serena vigilancia que es capaz de buscar y ver en la oscuridad cosas que frecuentemente otros podrían no percibir en medio del esplendor y las exigencias de vidas ocupadas.
Cuando consideramos de esta manera la historia del advenimiento de Jesús, vemos que no es meramente una historia llena de improbabilidades. Es lo que nos instruye en los rudimentos de la espiritualidad. También es un recordatorio de que la espiritualidad inspirada por el Cristo fija su propio curso e incluso es impulsada por la adversidad. De hecho, donde tal espiritualidad se desarrolla en la vida de hombres y mujeres, mueve montañas al traer la revelación de Dios sobre la verdadera individualidad del hombre como Su imagen y semejanza espiritual.
Para María y José, el nacimiento de Jesús ocurrió en medio de circunstancias que desafiaron las expectativas tradicionales. Lo mismo es verdad en cuanto a los otros personajes sobre los que leemos en este relato de la Biblia. Esa gente no parecía que podría formar un núcleo de vanguardia espiritual a punto de presentar lo humanamente improbable. Pero cuando la espiritualidad que ellos representaban se toma en conjunto, es suficiente para dar testimonio de la revelación de la relación entre Dios y el hombre, y participar en ella, como se revela en el nacimiento de Jesús. Tal acontecimiento hace que, comparativamente, las tecnologías y descubrimientos biológicos en los laboratorios modernos parezcan absolutamente primitivos.
En esta época, podemos asirnos más firmemente al descubrimiento científico que ha ocurrido en el mundo mediante la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). El poder sublime de este descubrimiento está a nuestro alcance. Si hemos sumergido nuestras expectativas sobre la vida y la curación en la materia, puede que el poder espiritual del Cristo, la Verdad, aún no sea visible. Y si hemos hecho eso sin querer, no estamos a la altura de los tiempos actuales, es como si todavía estuviéramos atravesando el continente en carretas de bueyes. Para los sentidos embotados en la ocupación diaria en cosas materiales, la década del 80 tal vez parezca como la época menos probable para el progreso espiritual. Pero, en cambio, vivimos en una época en que la Ciencia de la curación cristiana ha sido descubierta y la fuerza de la dominación del pecado y la enfermedad está retrocediendo. El impacto de este descubrimiento es inmenso, y el hecho es que el progreso espiritual es ineludible. Las inquietudes que tiene la humanidad sobre lo que es espiritual, en realidad acelera la revelación de la curación por el Cristo.
Mary Baker Eddy vio coincidencia entre el descubrimiento espiritual de la Ciencia Cristiana y la alteración radical de nuestra vida en la tierra. Ella percibió que el espíritu del Cristo sanaría la enfermedad y orientaría vidas improductivas con un nuevo propósito y energía, y, también, que se extendería a otras fases de la empresa humana como un ímpetu espiritual y moral. En The Boston Globe del 29 de noviembre de 1900, la Sra. Eddy respondió al pedido de este diario comentando sobre el significado de cierta temporada de festividades.
Ella dijo: “Significa que la Ciencia del Cristianismo ha amanecido sobre el pensamiento humano para aparecer en todo su esplendor en gloria milenaria; que la religión científica y la terapéutica científica están mejorando la moral y aumentando la longevidad de la humanidad, están mitigando y destruyendo el pecado, la enfermedad, y la muerte; que la religión y la materia médica ya no serán tiránicas y proscriptivas; que el Amor divino, imparcial y universal, como se comprende en la Ciencia divina, forma la coincidencia de lo humano y lo divino, cumpliendo el dicho de nuestro gran Maestro: ‘El reino de Dios está entre vosotros’ ...” The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 265.
Las modernas oraciones durante las festividades de 1988, deberían dedicarse de la mejor manera a descubrir lo que podemos hacer individualmente para ser parte de la época espiritual en la que hemos nacido. La dirección de Dios de seguro vendrá para guiarnos donde el niño del cristianismo científico ha nacido en nuestras esperanzas y afectos. Tal vez las dos preguntas en las cuales deberíamos interesarnos son éstas: ¿Morarán en mi hogar y campos los pastores profetas y hombres y mujeres sabios en 1989? ¿Seré yo uno de ellos?
Esas no son preguntas improbables, y una respuesta afirmativa no necesita ser improbable. De hecho, el investigar la Biblia y Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras en los próximos días puede guiarnos hacia la cuna del cristianismo científico. Su lugar de nacimiento yace dentro de nuestra propia consciencia espiritual. La curación y regeneración espirituales son los dones que podemos ofrecer, y entonces habrá nuevos hombres y mujeres sabios caminando por un mundo que necesita de ellos.
