¿Acaso la paz no comienza sintiéndose en el corazón de cada uno de nosotros? Cuando deseamos la paz al punto de practicarla en nuestra propia vida, en nuestra comunidad, estamos ayudando a difundir la luz de la paz por toda la tierra. Evidentemente esta receta para la paz raras veces se sigue, como lo demuestran los continuos y aparentemente interminables conflictos entre individuos y naciones. ¿Por qué es que la gente no puede llevarse bien? Un maestro cristiano de la iglesia primitiva hizo la siguiente pregunta a los creyentes que le seguían, y su respuesta, en el libro de Santiago, es tan apropiada ahora como entonces. “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” Sant. 4:1.
La pasión ha sido descrita como deseo excesivo. Afirmar “quiero” o “no quiero” puede ser la determinación de la voluntad humana y el elemento básico de todo conflicto. La obstinación tiene muchas facetas. Por ejemplo, la ira a menudo oculta una obstinación defraudada. El odio, la envidia, la codicia, la avidez, la agresividad, a menudo son el disfraz de la obstinación sensual. Aun la postergación puede derivar de una obstinación que no dice “yo quiero”, sino “yo no quiero”, y, por lo tanto, “no lo haré”. Bajo tal influencia, en seguida buscamos razones para demorarnos o postergar lo que tenemos que hacer por tiempo indefinido. También podemos ver que “no puedo” en realidad a menudo significa “no lo haré”.
En consecuencia, la paz duradera sólo se puede lograr cuando nos comprometemos a renunciar a aquellos elementos en la consciencia humana que llevan al conflicto, las “pasiones” a las que se refirió el autor del libro de Santiago. El primer paso para lograrla, es reconocer que el ejercicio de la voluntad humana no nos ayuda a redimirnos. Pero se necesita algo más: la comprensión y el reconocimiento de que, en realidad, existe una sola voluntad, es decir, la voluntad o la ley de Dios.
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