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¿Cree usted en el nacimiento virginal?

Del número de diciembre de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Para la mayoría de nosotros, el nacimiento virginal no es algo en que pensamos a diario. Sin embargo, debe de haber sido importante para la Fundadora de la Ciencia Cristiana, pues cuando se estaba construyendo el Edificio Original de La Iglesia Madre, esta cuestión se presentó. La Sra. Eddy invitó a varios de sus estudiantes a contribuir con mil dólares para el fondo de edificación. El dinero fue donado, pero cuando la Sra. Eddy se enteró de que uno de los donantes no creía en el nacimiento virginal de Jesús, le devolvió los mil dólares. Ver Robert Peel, Mary Baker Eddy: The Years of Authority (New York: Holt, Rinehart and Winston, 1977), pág. 69.

¿Por qué devolvió la Sra. Eddy esa donación? No sabemos lo que ella percibió en el pensamiento del donante. Pero, por cierto, había una clara necesidad de que la verdadera idea de Iglesia fuera edificada, ante todo y en primer lugar, en la comprensión de los miembros, antes de que la estructura física de una iglesia se pudiera levantar. Y para esta construcción espiritualmente mental, la comprensión del nacimiento virginal era una piedra fundamental.

La comprensión del nacimiento virginal debiera ser algo muy amado en el corazón de todo cristiano, ya que puede ayudarle a entender el origen verdaderamente divino de Cristo Jesús, el Hijo de Dios. También muestra que el ideal del Cristo, el hombre perfecto, del cual Jesús fue el concepto humano más elevado, es por siempre el linaje del Espíritu divino.

El nacimiento virginal nos muestra la superioridad de la ley del Espíritu sobre la llamada ley de generación, que fue puesta de lado. Y, por consiguiente, el nacimiento virginal también nos muestra la superioridad de la ley espiritual sobre toda “ley” material. La acción de la ley espiritual da prueba del poder y la presencia del Espíritu. Por otra parte, las “leyes” materiales sólo dan evidencia de las codificadas y limitadas creencias humanas sobre la naturaleza de la realidad.

Sin embargo, la ley espiritual logra algo más que invalidar estas creencias. Cuando nos damos cuenta de que el Espíritu es infinito, Todo, comprendemos que las leyes materiales no tienen lugar donde operar. Partiendo de esta base, podemos demostrar que son irreales y carentes de poder, porque todo el poder pertenece al Espíritu. De esta manera seguimos a nuestro Mostrador del camino, Jesús, quien a lo largo de su ministerio comprobó en su incomparable trabajo de curación la superioridad de la Mente, Dios, sobre las llamadas leyes materiales o creencias humanas.

Esta percepción, otorgada por Dios, de la filiación con Dios, fue la base de la obra sanadora de Jesús. Lo capacitó para reconocer sin reservas la divina unidad de Dios y el hombre. Lo capacitó para demostrar el poder del Espíritu infinito sobre las creencias impías del materialismo, manifestadas como pecado, enfermedad y muerte. Mostró al hombre que jamás está sujeto a leyes hereditarias, físicas y mortales. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy declara algo que nos instruye: “La Ciencia de la creación, tan visible en el nacimiento de Jesús, inspiró sus palabras más sabias y menos comprendidas, y fue la base de sus maravillosas demostraciones”.Ciencia y Salud, págs. 539–540.

¿Podría un acontecimiento como el nacimiento virginal volver a ocurrir hoy? La Sra. Eddy contesta esta pregunta al declarar: “No ponemos en duda la autenticidad de la narración bíblica acerca de la Virgen madre y del bebé de Belén, y de la misión mesiánica de Cristo Jesús; pero en nuestro tiempo, ningún Científico Cristiano dará quiméricas alas a su imaginación, ni propondrá teorías especulativas sobre la reincidencia de tales acontecimientos”. Y en el siguiente párrafo dice: “Ninguna persona puede tomar el lugar individual de la Virgen María”.Retrospección e Introspección, pág. 70.

Los estudiantes de Ciencia Cristiana aceptan de todo corazón la enseñanza evangélica del nacimiento virginal. Reconocen, como los demás cristianos, que la profecía sobre el nacimiento virginal como se encuentra en Isaías 7:14: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”, se cumplió históricamente con el nacimiento de Jesús.

Pero, ¿qué significa hoy esta profecía para nosotros? Podemos ver que, aunque el acontecimiento del nacimiento virginal no puede repetirse literalmente, cada uno de nosotros tiene acceso a una verdad espiritual capaz de ser comprendida y aplicada en cualquier momento. Todos podemos identificarnos con la profecía de Isaías cada vez que concebimos el verdadero concepto de Dios y del hombre. Y las condiciones para esa concepción son las mismas que en el tiempo de María: pureza, amor, santidad, sabiduría. La concepción es oración, es estar en comunión con Dios y dejar que El revele en nosotros que somos el hijo de Dios. Cada vez que ocurre tal revelación, la profecía de Isaías 7:14 se cumple en un sentido verdadero, pues la comprensión de la naturaleza espiritual e incorpórea del hombre trae a luz el Emanuel, o “Dios con nosotros”, un poder divino que se ve en regeneración y reforma, en un nacer de nuevo.

Percibida en esta forma, la profecía del nacimiento virginal tiene una aplicación universal. En un sentido absoluto se refiere al origen divino de cada uno de nosotros. En nuestra verdadera identidad, cada uno de nosotros es el hijo de Dios. Y nunca podemos demostrar el carácter inmaterial, incorpóreo e inmortal del hombre, su verdadero ser y el mío, a menos que aceptemos el origen divino del hombre, origen que el nacimiento de Jesús ejemplificó para la humanidad. La comprensión de nuestro origen divino nos capacitará para vernos de la manera en que Dios nos concibe: inmortales y celestiales, no nacidos en la materia.

Pero esta comprensión no es el resultado de un ejercicio mental. Es más bien el fruto de lo que la Biblia alienta a todo cristiano a hacer: crecer en gracia. Este crecimiento en espiritualidad se ve expresado en pureza, honestidad, amor y misericordia. Nos sentimos impelidos a pensar y actuar de manera más semejante a Dios. Nos volvemos menos egoístas y menos agresivos. Nos es más fácil orar a Dios y reconocer Su soberanía. Amamos más a Dios y somos más capaces de sentir Su presencia. Nuestro amor por Dios, el bien, es más grande. Sentimos la alegría profunda de ser hijos e hijas de Dios.

Esta íntima transformación nos eleva espiritualmente liberándonos de tentaciones enfermizas y pecaminosas, se efectúa mediante la influencia del Cristo, la idea de la Verdad en la consciencia. Mediante este poder redentor y sanador comprendemos nuestra filiación espiritual o unidad con Dios como un hecho presente, y nuestra actitud se vuelve más cristiana.

Nunca podemos olvidar que Jesús es nuestro Mostrador del camino. El esperaba que el concepto divinamente inspirado que él tenía de sí mismo y de los demás, lo tuvieran sus seguidores también. Era natural para Jesús aceptar su filiación con Dios, pero nosotros necesitamos experimentar el poder transformador del Espíritu, el cual a su vez, nos capacitará para expresar nuestra filiación con nuestro Padre celestial, y nos dará una nueva perspectiva de la naturaleza divina del linaje de Dios. La Sra. Eddy nos dice: “Cuando comprendamos la herencia real del hombre, de que no ha sido engendrado... ‘ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios’, comprenderemos que el hombre es el linaje del Espíritu, y no de la carne; lo reconoceremos por medio de leyes espirituales, y no por medio de leyes materiales; y lo consideraremos como espiritual, y no material”.Escritos Misceláneos, pág. 181.

¿Cree usted en el nacimiento virginal? Su creciente espiritualidad manifestada en obras que sigan el ejemplo de Cristo será la mejor respuesta a esta pregunta.

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