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Al criar un hijo y una hija, he tenido amplias pruebas de que la...

Del número de mayo de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al criar un hijo y una hija, he tenido amplias pruebas de que la Ciencia Cristiana cura rápida y eficazmente. Sana más que enfermedades físicas; sana también defectos de carácter, liberándonos para vivir una vida más feliz y fructífera.

Cuando mi hijo estaba en el jardín de infantes, se le desarrolló una fea protuberancia cerca de la nariz que creció de una manera alarmante. No dejé ir al niño al jardín de infantes, y pedí a una Científíca Cristiana de mucha experiencia que orara por él. Le dije que además de su dificultad física, yo creía que mi hijo tenía una gran necesidad de ser sanado de un fuerte sentido de obstinación, lo que lo hacía ser desobediente y me hacía imposible vivir con él. Desde ese momento en adelante, oré vigorosamente para ver solamente al niño amoroso y obediente de Dios, que sólo hace la voluntad divina.

Como a las dos semanas después que apareció el crecimiento, éste se desprendió, y debajo apareció nueva piel rosada. La obstinación y desobediencia también desaparecieron, revelando la amorosa obediencia e inocencia propias de un niño que habían sido parte de su naturaleza en todo momento.

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