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Al criar un hijo y una hija, he tenido amplias pruebas de que la...

Del número de mayo de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al criar un hijo y una hija, he tenido amplias pruebas de que la Ciencia Cristiana cura rápida y eficazmente. Sana más que enfermedades físicas; sana también defectos de carácter, liberándonos para vivir una vida más feliz y fructífera.

Cuando mi hijo estaba en el jardín de infantes, se le desarrolló una fea protuberancia cerca de la nariz que creció de una manera alarmante. No dejé ir al niño al jardín de infantes, y pedí a una Científíca Cristiana de mucha experiencia que orara por él. Le dije que además de su dificultad física, yo creía que mi hijo tenía una gran necesidad de ser sanado de un fuerte sentido de obstinación, lo que lo hacía ser desobediente y me hacía imposible vivir con él. Desde ese momento en adelante, oré vigorosamente para ver solamente al niño amoroso y obediente de Dios, que sólo hace la voluntad divina.

Como a las dos semanas después que apareció el crecimiento, éste se desprendió, y debajo apareció nueva piel rosada. La obstinación y desobediencia también desaparecieron, revelando la amorosa obediencia e inocencia propias de un niño que habían sido parte de su naturaleza en todo momento.

Varios años después, una noche mi hija se quejó de que ella no podía respirar; el más ligero esfuerzo la dejaba sin respiración. Ella no había tenido ninguna dificultad previa, ni ninguna señal de catarro o congestión.

Llamé a una practicista, y le pedí ayuda por medio de la oración. Yo sabía que esto calmaría mis temores, al mismo tiempo que ayudaría a la niña. La practicista me pidió que le leyera a mi hija de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. También hice que leyera conmigo himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana. El Himno N.° 144 comienza: “Ambiente de divino Amor / respira nuestro ser”. Este y el siguiente verso del Himno N.° 218 fueron de gran ayuda para mí:

El libre paso, el respirar,
del horizonte el esplendor:
la Vida que es inmortal,
Vida que todo renovó.

En el curso de dos horas, mi hija ya estaba bien. Ese fue el fin de la enfermedad.

Mientras ellos crecían, ambos niños tuvieron problemas con verrugas en las plantas de los pies, y ambos fueron sanados, principalmente por medio de sus propias oraciones.

Cuando mi hijo estaba en la escuela intermedia, un día se despertó y no podía abrir los ojos, pues los tenía pegados. Cuando se los lavó y éstos se abrieron, apenas podía ver. Dijo en alta voz que creía que había contraído una “terrible enfermedad”, sobre la que habían estado estudiando en clase. Llamé a una practicista para que orara por él, y ella le habló. En dos días, estaba completamente libre. Más tarde, supe por uno de los padres, que había habido una epidemia de conjuntivitis en su escuela.

Estoy muy agradecida de haber estudiado Ciencia Cristiana toda mi vida, y de haber recibido instrucción en clase de un devoto maestro de la Ciencia Cristiana antes del nacimiento de mis hijos. Las verdades espirituales que aprendí en clase fueron de inestimable valor en la crianza de los niños. Glorifico a Dios por la Ciencia Cristiana.


Yo también estoy agradecido porque esta Ciencia estuvo disponible durante mi niñez, y, especialmente, por las curaciones físicas y morales que ocurrieron como resultado de la constante confianza de mi madre en las verdades que le fueron reveladas durante su clase de instrucción y toda una vida dedicada a la oración.

Tal vez la mejor prueba de lo completas que fueron las curaciones de mi niñez, es el hecho de que hoy no tengo recuerdo de las experiencias físicas, mientras que las lecciones morales y de carácter que aprendí continúan influyendo en mis decisiones personales y profesionales.

La lección que sí recuerdo de las curaciones mencionadas fue en relación con la enfermedad de los ojos. Previamente, mi madre había querido obtener una excepción para que yo no diera clases en las que se enseñaba sobre las enfermedades, pero yo me había opuesto a esto. Yo creía que el saber más sobre una enfermedad podría ayudar a prevenirla. Afortunadamente, aprendí esa lección, y, desde entonces, siempre me he apartado de la evidencia física de la enfermedad para ver la verdad del ser. Después de la curación de la dificultad de los ojos, prontamente empecé a comprender que es muy importante no aceptar incondicionalmente teorías sobre enfermedades. Estuve de acuerdo con mi madre en su deseo de pedir y obtener una excepción de las enseñanzas sobre enfermedades en mi trabajo de la escuela.

Desde que yo recuerdo, la fe absoluta de mi madre ha sido una inspiración, y por esto también doy gracias a Dios.

Aunque yo era muy joven en ese tiempo para recordar la curación del crecimiento en la cara de mi hermano, sí recuerdo la curación de los ojos. Recuerdo que, al principio, yo estaba muy atemorizada de que yo pudiera contraer la enfermedad. Pero rápidamente me tranquilicé por medio de las oraciones de mi madre y las mías, y muy pronto no sentí más temor de la enfermedad.

La curación de la dificultad respiratoria ocurrió como la ha relatada mi madre. Estoy muy agradecida porque me enseñaron que podemos confiar en Dios para la curación de todas nuestras dificultades.

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