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“Sed, pues, vosotros perfectos...” ¿Quién, yo?

Del número de mayo de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Salomón se le asocia con sabiduría. La manera sabia en que Salomón determinó cuál de las dos mujeres era realmente la madre del niño que reclamaban, ha prevalecido por años. Pero Salomón no siempre fue sabio en asuntos del corazón. La Biblia también nos dice sobre Salomón: “Cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios”. 1 Reyes 11:4.

Bueno, no tiene importancia, podemos decir. ¿Quién es perfecto? No obstante, Cristo Jesús enseñó que hombres y mujeres podían ser perfectos. En el Sermón del Monte dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48. Este puede ser uno de los dichos más difíciles de Jesús. Hoy en día, no vemos que se estimule la idea de la perfección del hombre. El pensamiento humano está imbuido de la convicción de que el hombre es imperfecto por naturaleza.

Por cierto que Jesús mismo no parecía perfecto a muchos de sus contemporáneos. ¿Podía una persona perfecta permanecer soltero? ¿Podía una persona perfecta viajar por la campiña con un puñado de discípulos y, a veces, hasta sentarse a comer con supuestos pecadores? ¿Podía una persona perfecta ir al lugar considerado el más sagrado en la comunidad y desafiar a los comerciantes convencionales —echar fuera a los cambistas— que ayudaban a mantener el templo? ¿Podía una persona perfecta ser acusada de traición e insurrección? En el caso de Jesús, la respuesta es, sí.

Si hemos de tomar las palabras de Cristo Jesús como verídicas, como procedentes de su Padre, tenemos que considerar lo que realmente significan. Jesús fue perfecto. Hizo justo lo que Dios le había mandado hacer y reveló la filiación del hombre con Dios. La Ciencia Cristiana enseña que la perfección del hombre es tan científicamente verdadera como lo es la perfección del Dios, y que todos podemos demostrar esto. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El mandato divino: ‘Sed, pues, vosotros perfectos’ es científico, y los pasos humanos que conducen a la perfección son indispensables. Son consecuentes quienes, velando y orando, pueden ‘correr, y no cansarse... caminar, y no fatigarse’, que logran el bien rápidamente y mantienen su posición, o que lo obtienen lentamente y no se rinden al desaliento. Dios exige perfección, pero no antes que se pelee la batalla entre el Espíritu y la carne y se logre la victoria”.Ciencia y Salud, págs. 253-254.

El realismo cristianamente científico en la curación metafísica significa que tenemos el valor de admitir que hay una batalla que luchar a fin de obtener la victoria sobre la carne, sobre la materialidad que es la condición de la existencia humana y la premisa básica de la creencia humana. Aferrarse firmemente a la creencia de que el hombre —el hijo de Dios— es menos que perfecto, es inútil y deprimente. Mas el abrir el pensamiento al hecho espiritual de la perfección del hombre como hijo de Dios, es comenzar a armarse para la batalla contra la carne o creencias carnales, que son la base del pecado, la enfermedad y la muerte.

La perfección espiritual no es un refinamiento técnico de un mecanismo u organismo material; es la realidad espiritual del hombre como la expresión de la naturaleza de Dios. La perfección es ser buenos; es comprender que Dios es la fuente divina del ser y el hombre la imagen de esa fuente. La perfección, a la manera del Cristo, comienza a manifestarse en nuestra experiencia a medida que cultivamos un profundo anhelo espiritual de ser buenos, de comprender lo que realmente es el bien y hacer todo esfuerzo humano para sacrificar el sentido o voluntad personal para ser buenos.

Los esposos pueden comenzar a desarrollar este anhelo en su manera de tratar a sus esposas y cooperar con ellas, por supuesto, las esposas deben hacer lo mismo. Los padres pueden comenzar a sentir este anhelo en la forma en que respetan a sus hijos, y desechar de sus propios pensamientos y hábitos todo lo que pueda dañar al niño por adoptar tales pensamientos o hábitos. Los hijos pueden comenzar a sentir este anhelo a medida que el respeto hacia sus padres humanos comienza a manifestarse en su actitud hacia ellos cuando se les pide apoyar y mantener la armonía de sus hogares.

Cierto es que nadie es perfecto humanamente. Es claro que nadie cumple cabalmente con alguna u otra norma de perfección humana. Pero el profundo deseo espiritual de ser buenos y saber lo que realmente es bueno —lo que participa de la naturaleza de Dios— comienza a operar un cambio o transformación en nuestro pensamiento y vida. Y este cambio, que resulta de un anhelo de transformación espiritualmente mental, es todo.

La demostración de la perfección del ser, que es la naturaleza de la relación espiritual y eterna del hombre con Dios, mora en un reino completamente diferente al de los conceptos humanos generales respecto a lo que significa ser perfecto. En nuestra vida la perfección espiritual se manifiesta, no como un sentido de superioridad humana o de una corporalidad intachable, sino como una profunda mansedumbre y humildad en las que el deseo personal y la voluntad humana son subordinados a la Verdad y al Amor divinos.

Cuando Cristo Jesús dijo que los mansos “recibirán la tierra por heredad”, Mateo 5:5. es obvio que la mansedumbre a la cual se refirió no es incapacidad, inercia o indecisión. Pero, por el ejemplo que vemos en su propia vida, sabemos que es una humildad que cede a la gracia, a la misericordia y a la voluntad de Dios. Esta humildad —que pone de lado la agresividad y presión humanas que insiten en prevalecer— en realidad, dispone al pensamiento humano a aceptar la totalidad de la Mente divina y la idea de que el hombre es la imagen y semejanza de Dios. El camino hacia la perfección espiritual —la perfección que Jesús demostró en su vida y de la cual la Sra. Eddy escribió en Ciencia y Salud— no es un don personal que uno podría agregar a otros talentos y recursos. Es el renacimiento o transformación espiritual de un hombre o de una mujer en el que la mente o razonamiento carnal, se disuelve ante la presencia de la idea divina de Dios, a saber, el hombre. Esta transformación es la acción metafísica de la ley divina en la consciencia humana, mediante la cual comenzamos a vislumbrar que ya somos hijos de Dios, en quienes no hay pecado, dolor ni enfermedad.

¿Por cuánto tiempo lucharemos con la carne? Mientras sigamos identificándonos con la carne. Cuando emprendemos la lucha de nuestra propia defensa espiritual desprendiéndonos, paso a paso, de las muchas creencias que nos llevan a identificarnos como mortales, empezamos a percibir la verdadera naturaleza perfecta del hombre como la expresión del ser de Dios. La Sra. Eddy escribe: “Es posible que todavía se emprenda la lucha por la vida mortal, y que deba seguir hasta que la Ciencia, portadora de la victoria, supere sus complicados errores; pero ¡este triunfo vendrá! Dios está sobre todo. El solo es nuestro origen, propósito y ser. El hombre real no es del polvo ni jamás lo ha creado la carne; porque su padre y madre son el Espíritu único, y sus hermanos son todos hijos de un mismo padre, el bien eterno”.Retrospección e Introspección, pág. 22.

Dispóngase a abrir su pensamiento a la idea de la perfección del hombre. Esta es una esperanza y realidad espiritual nacida de la eterna unidad del hombre con Dios. Su manifestación en nuestras oraciones, nuestro deseo y anhelo de ser buenos —y de comprender la bondad prístina del hombre como linaje de Dios— nos da el poder necesario para vencer todo mal. Es normal tener la capacidad para vencer cualquier cosa que mancille o difame la imagen perfecta de Dios que refleja el hombre. Esta es la Ciencia del cristianismo.

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